Cuando te levantas de la cama un día de clase cualquiera no piensas que vas a enseñar el culo y orinar en público en medio del jardín; y tampoco adivinas que de ahí en adelante las cosas van a ponerse más y más extrañas.Son solo las cuatro de la tarde y han muerto dos alumnos.
Técnicamente uno podría pensar que los ha asesinado Evans, al lanzarlos contra un campo minado, que sigo sin comprender como ha llegado ahí. Esa misma mañana todos hemos pasado por esa zona al entrar en la escuela y nadie ha explotado por los aires. Pero lo cierto es que Evans no podía salvarlos. Los despojados habían arrancado demasiada piel como para que las víctimas fueran recuperadas. Hay un punto justo en el que un dámaro deja de serlo, y ese punto es más o menos tras diez lamidas de la lengua de un despojado. Eso es porque además de la textura lijosa que arranca la piel, su saliva desprende una toxina que en cantidades suficientes mata a un humano y roba el alma de un dámaro. O al menos eso solían decir, en mi opinión está más relacionado con procesos químicos en el cerebro del dámaro que con su alma. Pero el resultado es el mismo, el dámaro pierde su identidad y se convierte en un animal de fuerza imparable y apetito voraz.
A pesar de eso, los dámaros nunca matamos a un despojado a no ser que sea en defensa propia, pues nuestra tradición exige respeto por el guerrero que un día fueron. Vivirán para siempre en ese estado, aunque la mayor parte del tiempo la pasen durmiendo en las cuevas de montañas recónditas. Sus víctimas suelen ser humanos que se aventuran donde no deberían, y alguna que otra vez atacan los exteriores de la muralla de las ciudades cercanas a las montañas; pero por suerte, en el último siglo, es una plaga bastante controlada, que no causa demasiadas muertes. Los despojados no mueren sino consumen la energía de sus víctimas, pero cuanto más tiempo estén sin hacerlo, más débiles están y se mantienen en un estado de hibernación; por lo que no desperdician la oportunidad de alimentarse cuando se les presenta. Lo peculiar es que hayan llegado a Dámara. Llevaban décadas sin entrar en las ciudades, pues siempre hay guardias dámaros en las murallas. No tengo ni idea de cómo han podido llegar esos cinco a la escuela.
Pero lo que tiene mi cabeza dando vueltas en espiral es Evans. ¿Cómo predijo el ataque? ¿Cómo ha podido matar cinco monstruos él solo? ¿Qué hizo para detonarlos?
La única forma de asesinar a un despojado es destrozándole el bazo, sí el bazo, ese órgano que en los humanos no es indispensable para la vida.Si un humano pierde el bazo, su hígado le echaría una mano para suplir algunas de sus funciones. Sin embargo, por alguna razón, los dámaros y los despojados no podemos vivir sin el bazo, y es literalmente el único punto del cuerpo de un despojado que los hace vulnerables.
Quizá no los detonara él, sino la persona con la que estaba hablando por teléfono. Pero, aun así, tendrían que saberlo con antelación.
—Los dos eran alumnos de último curso —dice Cas a mi lado, sacándome de mi ensimismamiento—. Estaban a punto de graduarse.
Suspiro, guardando mi teléfono en la mochila. Todos losdámaros estudiamos en la misma escuela, por lo que somos tantos que no los conocía bien, pero lamento su terrible muerte.
Alzo la vista para mirar el portón de acero de la muralla de la escuela que ahora permanece cerrado.
—Las noticias no especifican como ha podido ocurrir, ni porqué —me lamento, preguntándome si ha sido un ataque aislado o si va a convertirse en una nueva moda.
—Ni lo de Evans… —completa Cas. Su voz está llena de la misma curiosidad que siento.
Acabo de enseñarle las raíces de los árboles, que casi ha arrancado de cuajo con telequinesis.
—Evans es un Armstrong —me recuerda Cas —, la familia con mayor tradición de élites en su estirpe desde hace siglos, y su padre, aunque no es un Armstrong de sangre, es un bloqueador. No me parece tan extraño que Evans tenga una fuerza fuera de lo habitual y que adquiera poderes con una rapidez nunca vista en ningún otro copycat de la historia.
Todas esas alabanzas sobre los Armstrong y sobre un Armstron en particular me están poniendo de mal humor, por lo que decido cambiar de tema.
—No van a dejar que nos vayamos a casa, ¿verdad? —pregunto irritada. La puerta cerrada al horizonte del campus me quita la respiración.Como si no fuera bastante vivir confinados entre las murallas de Dámara.
—Tendremos que quedarnos en el campusdurante un tiempo —sentencia mi amiga.
Diviso los picos punzantes de las altas vallas de la escuela. Menuda mierda.
—¡Ahí viene! —exclama Cas. Se muerde el labio mientras mira por encima de mi hombro —. No parece muy débil.
Está hablando de Evans, sin duda.
Se me acelera el corazón y frunzo el ceño sin entender a qué viene esa mierda de reacción. Evans siempre ha sido el rey de la escuela venerado por todos, menos por mí. A mí él me importa un bledo. Nunca me he puesto a temblar ni a dar palmas con la vagina como hacen las otras chicas, y no voy a empezar ahora por muy telequinesis-nivel-Dios que se haya vuelto.