Mi preciada flor

Capitulo 3

—Me estás diciendo que te sabes más de 30 animes completos, pero no te sabes la tabla periódica — digo sorprendido y ella solo se encoge de hombros.

Estamos en la escuela, solo tenemos como 10 minutos para comer algo y volver al aula, está vez decidí ver las nubes acostado en el pasto, oliva decidió acompañarme.

—Eres un cerebro — dice en tono burlón.

—Y tú eres pinky — le digo y ella me mira confundida.

—No me digas que no has visto esa película — digo sentándome de golpe.

—No o al menos eso creo.

Rio, esta chica necesita llenarse de cultura.

—Te invitaré a verla — le digo y ella sonríe.

Cómo es posible que apenas hace unas semanas conocí a alguien y en estos momentos lo único que me hace feliz es su sonrisa, siempre que sonríe se ve muy hermosa, aunque a veces se ríe como foca.

—De aquí no saldrás hasta que termines de ver la película — la amenazó y ella frunce el ceño.

—Tendré que saltar por la ventana — dice y yo rio.

Vemos la película, estamos en la sala de mi casa, de vez en cuando volteo a verla y ella está atenta mirando la película, me preocupa que ni parpadee, cuando acaba la película me voltea a ver como la niña del exorcista, de pronto me abraza, realmente no sé si preocuparme por sus cambios tan radicales.

—Me ha encantado la película, vayamos a conquistar el mundo colega — se para y hace una pose como de Superman y sale corriendo de la casa.

“Pero que chica más loca” cuando salgo a ver a donde fue, la encuentro peleando con los perros de la vecina “Dios, pobres perros”, los perros le ladran y ella también les ladra.

—Pero, ¿qué haces? — ella me mira asustada.

—E-este es que ellos me empezaron a ladrar primero — dice jugando con sus manos y a mí me roba una sonrisa.

—Ven vayamos adentro a comer un poco de pastel — le digo y entramos juntos a la casa.

—Es delicioso este pastel de chocolate — comenta emocionada.

—No me digas que nunca lo habías probado — pregunto y ella niega — eso es imposible.

—Hay muchas cosas que no he probado — menciona encogiéndose de brazos.

Se come el último bocado del pastel, toma su plato y lo lleva al lavabo, empieza lavarlo, cuando termina se seca las manos y se vuelve a sentar, me mira y noto cierta tristeza en sus ojos, por un momento la sonrisa que tiene en el rostro desaparece.

—Debo irme — toma su mochila.

—Son las cinco, te parece que hagamos la tarea y después yo te llevo a casa — le propongo y ella niega enseguida.

—A la madre abril no le gustaría verme llegar con un chico — dice con la mirada perdida — con decirte que una vez Arthur fue a verme y la madre lo persiguió con un sartén por todo el campo.

—¿Campo? — digo confundido.

Estamos en la ciudad y el campo queda como a una hora de aquí, ¿Se transporta una hora de aquí al campo y así todos los días?

—Sí, vivo en el campo, aunque por el momento los padres de Arthur me adoptaron o al menos mientras termino mis estudios, la madre abril vino de visita y no le gustará verme con algún chico — se encoge de hombres.

—No tiene lógica y menos si vives con un chico que no es tu pariente — de repente la molestia me invade.

—Arthur y yo nos conocemos desde bebés, solo que cuando cumplimos los 5 años sus padres se vinieron a la cuidad y cuando cumplimos los 10 Arthur volvió solo que la madre abril no lo reconoció — dice con una sonrisa nostálgica.

—Entiendo — tomo asiento tomando mi teléfono — me avisas cuando llegues.

Aunque quería preguntarle, saber más de ella, me molesta, frunzo el ceño, ni siquiera sé porque me enoje.

—Claro — dice alegre mientras sale de la casa.

A los 15 minutos me llega mensaje de un número desconocido diciéndome que ya ha llegado a casa, pero que tonto se me olvidó darle mi número, llamo al número del que me llegó el mensaje y a los dos tonos me contesta.

—Ya he llegado a casa — escucho su voz y mi corazón late fuerte.

—Lo siento no tenía tu número registrado — le digo apenado y ella ríe.

—Yo tampoco, cuando llegue a casa quise mandarte mensaje, pero no sabía cuál era tu número así que tuve que rogarle a Arthur que me lo pasará al final lo soborne y ya me lo paso — menciona y yo arrugó el ceño.

—¿Arthur tiene mi número telefónico? — pregunto y ella se queda callada unos segundos y después responde.

—¡Ajá! De hecho, me dijo que no te dijera — se vuelve a callar — no le digas, si no se molestará conmigo.

—Tranquila, además Arthur y yo no tenemos alguna razón para hablar —le digo y eso parece tranquilizarla — debo irme, nos vemos mañana en la escuela.

—Claro — dice y me cuelga.

Quisiera hacer mil preguntas pero, ¿Quién me las responderá?




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