Rosa, que ya había entendido que Nebu en realidad le gustaba Nohemí y que incluso pudo ser una testiga de el momento en que él se le declaró, pero no obtuvo ni una respuesta por parte de ella. Sólo podía sentir envidia desde las sombras, puesto que se encontraba justamente en lo alto de un árbol cercano, el cual escalo sólo para poder ver a un pajarito que estaba en la copa. No era su intención espiarlos, pero logró escuchar un poco de la conversación que tuvieron los dos ese día, el último día antes de que iniciaran las vacaciones.
Para Rosa ese fue un frío octubre, ya que no fue el viento que soplaba lo que la hacía sentirse así, sino más bien era el ser testiga de una confesión por parte de alguien que le había empezado a gustar hace ya mucho tiempo, pero que ahora iba tras alguien que no era ella y quien ni siquiera comprendía el valor que tenía este. Rosa, aunque no lloró, por lo menos no la vieron llorar, sólo pensaba – Ey Nebu… conque es ella quien te gusta. Pero… no es adecuado que no te acepte en lo más mínimo. Y, por lo que he escuchado, al parecer no es la primera vez que se lo has dicho. De verdad. Que absurdo… – con un profundo suspirar, acercó su mano a su rostro y, poniéndolo cerca sus ojos como si tratara de hacer un poco de sombra y evitar que el sol le lastimara con su luz, siguió con su mirada a los dos que se alejaban – dime Nebu – en voz baja – ¿Por qué no me lo dijiste a mí? – y con ello no podía siquiera ver un futuro en esos dos. Es por tal razón que se decidió en tratar de lograr ganarse a Nebu y alejarlo de Nohemí lo más que le fuese posible, aunque durante este tiempo que había transcurrido no logró hacer ni un solo avance, más bien era que por primera vez en su vida sentía miedo de arruinar todo. Este dolor en su pecho, pero a la vez el sentir como su corazoncito que brincaba de alegría cada vez que lograba platicar con Nebu, habían sido combinados con muchos otros que no tenía ni la menor idea de que eran y sólo le traían confusión al final.
Rosa, tomando nuevamente la decisión de no darse por vencida, sólo murmuró – no puedo dejar que sigas por este camino que no te llevará hacia ni una sola parte. Estoy segura de que saldrás herido si sigues así – a pesar de su edad, ella ya podía lograr entender algunas pequeñas cosas que los demás no.
Rosa, acercándose a Nebu con una sonrisa, empieza a decir – hola Nebu, veo que estas solo hoy – Nebu, que estaba sentado en su escritorio, levantó la mirada hacía ella para luego responder – Ah… hola Rosa, bueno, no es que esté solo, solamente que acabo de llegar – así es, era la hora de entrada. Rosa acaba de entrar a la clase, por lo que se acercó a Nebu antes de dirigirse a su escritorio.
Rosa, que traía puesto una bufanda debido al frío que había ese día, desprendía de ella una cierta belleza que empezaba a despertar. Se podría decir que, a pesar de que aún no usaba cosméticos como algunas de las compañeras que ya habían empezado con ello, rosa siempre mostraba ser una linda niña que está empezando su adolescencia.
Nebu, que no podía notar aún esta belleza, sólo la seguía tratando como una amiga y no prestaba ni la menor atención como otra cosa, pero debido a la edad que contaban en ese momento aún no era un poco inmaduro pensar que ellos trataban de entender un mundo completamente nuevo en el que todo era desconocido y la curiosidad brotaba a su alrededor. El terminar tomando malas decisiones podría ser un hecho, pero también significaba que podían ir mejorando poco a poco.
Rosa, que sabía que a Nebu le gustaban los tazos, sobre todo los que tenían que ver con una caricatura que solía escuchar que mencionaban mucho cuando se juntaban con sus amigos, saco del bolsillo de su falda un tazo de metal y se lo mostró a Nebu. Él, al ver el tazo de metal, no pudo ocultar su asombro y su admiración a Rosa al notar que podía contar con esta clase de tazo que es muy poca la posibilidad de obtenerlo, además de que no se pueden comprar así nada más, sino que se conseguía como premió promocional de unos resitos de un quetzal (si se preguntan qué es, es una forma en que me refiero a las chucherías o las golosinas) como serían unos Zibas, pero los de metal por lo general los obtendrías si compraras un resito de tres quetzales con cincuenta centavos como sería el caso de unos crujitos (Pienso que no pasará nada si menciono los nombres de algunas de estas, si hay algún inconveniente, lo dejaré de hacer, si no lo hay, haré una mención de estos productos con más libertad en diferentes historias). Nebu, que sólo contaba con un quetzal diario para poder comprar algo para comer a la hora de recreo, esto significaba reunir su quetzal por lo menos de casi cuatro días seguidos o juntar cincuenta len (por si acaso, “len” significa centavo, así como podrán ver que muy pronto mencionaré cosas como una choca que son veinticinco centavos, aunque también puede significar veinticinco quetzales dependiendo de la conversación) durante unos siete días, que sería casi dos semanas.
Rosa, al tener la atención de Nebu, dijo – ¿Qué te parece mi tazo? – a lo que Nebu respondió – la verdad que es calidad. Este ¿Puedo agarrarlo? – Rosa, dándoselo en la mano, respondió – claro – Nebu miró el tazo y le gusto los dibujos que tenía. Nebu también se dio cuenta que este tazo no era completamente plano como eran los que él apenas había logrado conseguir que eran de plástico, además de que había un relieve justamente siendo esta el centro y la orilla del tazo con una profundidad en medio de los mismos.
Nebu, regresándole el tazo a Rosa, dijo – este ¿Quieres jugar a los tazos más tarde? – a lo que Rosa respondió – sí – mientras pensaba – esto podría ser algo divertido – aunque en realidad se le olvidó nuevamente el motivo por el cual había traído ese tazo en su bolsa de la falda.
No es como si todos los momentos en que tuviera que tratar de adentrarse en el romance fueran necesario hacerlo ya, pero el poder jugar y divertirse con Nebu era mucho mejor que estar preocupándose por otras cosas, por lo menos no era como si su relación con Nohemí estuviese progresando, o eso es lo que Rosa creía.