Nunca creí que empezar la universidad fuera tan estresante y agobiante. Al principio, pensé que mi padre me levantaría con un dulce "buenos días" y un rico desayuno para empezar bien la mañana. Sin embargo, cuando abrí mis ojos tras escuchar el irritante sonido del despertador comencé a escuchar los gritos de mi padre de que se nos iba a ser tarde para llegar a la residencia. Lo que pasó después fue peor, al intentar levantarme lo más rápido que pude tropecé con las sábanas que se enredaron en mis piernas y caí sobre mi trasero. En ese momento seguía escuchando los gritos exagerados e histéricos de mi padre, pues cuando me fijé la hora desde mi celular aún faltaba dos horas.
Ignoré su palabrería cuando entró a mi habitación y me encontró sentada sobre el suelo. Salí de mi habitación y entré al baño, y me bañé con agua tibia.
—¡Sarah, necesitamos salir una hora antes, niña!—golpeó la puerta del baño, intentado que me apure.
Resoplé comenzando a ponerme de mal humor.
A veces quisiera que mi madre estuviera en casa para calmar los nervios de mi padre. Sí, iba a irme a la universidad y probablemente no lo voy a ver tan seguido como estamos acostumbrados, pero eso no significa que lo dejaría de lado, ¡Por Dios! Tiene que calmarse.
Salgo del baño con una toalla enrollada en mi cuerpo. Observo el atuendo que dejé ayer sobre mi escritorio preparado. Unos vaqueros de color azul y una camisa blanca lisa, junto con unos zapatos negros bajos. Simple y bonito. Cuando ya estuve cambianda, hice de mi cabello negro una trenza al costado y luego comencé a maquillarme. Un poco de base para tapar mis ojeras, brillo labial y rimel. Tomé mi maleta que contenía lo suficiente y bajé las escaleras, tratando de ignorar el nudo que se comenzaba a formar en mi estómago.
Mi padre, Elliot, estaba parado alado de la puerta con la llave del auto en sus manos. Le sonreí para tranquilizarlo, los dos no podíamos estar nerviosos.
—Estas preciosa, hija—halagó y luego acomodó su camisa negra.
—Gracias, papá. Tú igual—me acerqué, él abrió la puerta y ambos salimos de casa. Caminamos hasta el asfaltado donde ya está en auto estacionado, y nos subimos luego de guardar la maleta en el maletero.
—Y si somos iguales—bromeó, abrochándose el cinturón de seguridad.
Rodé los ojos pero no lo negué. Eso es verdad. El parecido que tengo con mi padre es sorprendente. Ambos tenemos el cabello negro completamente liso y brillante, ojos azules claros, algunas pecas por el puente de la nariz y se nos hace un pozito en la mejilla izquierda cuando sonreímos. No obstante, él es alto y yo no llego al metro sesenta y cuatro. Eso ya es el parecido a mi madre, luego de algunas actitudes pero nada más.
El viaje fue alrededor de cuarenta y cuatro minutos, pero al hacer paradas por gasolina y comida, tardamos alrededor de una hora en llegar a Virginia Beach. No resultó tan pasado el viaje como creía que sería, gracias a mi padre por poner música e intentar distraerme contándome anécdota de cuando era bebé. Al parecer, el hablar sobre ese tema no logro que solo yo me relajara, si no que él también.
Antes de llegar a la universidad ULA "university of laws and art" (Universidad de leyes y arte) revisé mi celular y me encontré con un mensaje de mi madre Teresa diciéndome que me desea buena suerte y pidiendo disculpas por no poder haber ido a desperdirse. Decidí responderme que no pasaba nada y diciéndole que en otra ocasión nos veríamos. Lo último seguramente no ocurra, pero no es nada de otro mundo.
Respondo también el mensaje de mi mejor amigo Harry, quien también hoy empezaba la universidad, pero en California. Luego decido que es mejor seguir respondiendo cuando ya esté instalada.
—Llegamos—informa mi padre con una sonrisa en su rostro, apagando el motor del carro.
Asiento, y tratando de ignorar como mi corazón se comienza acelerar, bajo del auto para buscar mi maleta. Muerdo mi labio con fuerza para que mi boca no se pueda abrir de la impresión al ver la universidad enfrente de mi. Es igual que en los folletos, incluso mejor. Todo el lugar está llenó de gente; universitarios en grupos riendo entre sí, observando a los nuevos; los nuevos intentado localizar dónde están; padres y madres ayudando a sus hijos e hijas con las meletas. Trato de mantener una postura relajada y comienzo a seguir a mi padre quien comenzó a caminar hacia la entrada.
—Ahora iremos a retirar el horario y la llave de la residencia en la secretaría, ¿Bien?
—Esta bien—susurré cohibida por los pares de ojos que me observan cuando pasamos por la puerta de dos piezas, adentrándonos en la parte de adentro de la universidad.
Logramos llegar a la secretaria tras indicaciones de empleados y alumnos, y nos colocamos en la fila de unas trece personas. Esperamos un largo rato hasta que es nuestro turno, mi padre habla con la secretaria quien le da la llave y le invita pasar a la dirección para hablar con el director y poder aclarar algunas dudas. Yo decidí quedarme afuera y esperarlo tranquilamente, conocer ahora al director no está en mis planes. Cuando sale, me sonreí y me enseña las llaves de la residencia, luego de explicarme mi horario.
—Ahora tendrás que comenzar aprender a manejar todo tu sola—dice cuando estamos enfrente de la puerta número treinta.
—Lo sé—le aseguré, coloqué la llave en la cerradura y abrí la puerta.
Lo primero que veo cuando visualizo la habitación es a un muchacho sentado sobre una cama observando su celular y fumando un cigarrillo. Mi padre se queda estupefacto en su lugar, y yo no puedo evitar ponerme incómoda cuando los ojos del chico chocan con los míos. Tiene los ojos oscuros, varios lunares espaciador por su rostro que le hacen lucir atractivo, labios moldeados y una mandíbula marcada. Su cabello se encuentra despeinado y es de color marrón oscuro, mientras su cuerpo usa una vestimenta de colores oscuros, un pantalón negro y una remera sin mangas de color azul junto con una chaqueta de cuero negra.