Mi primer amor.

Capítulo dos.

Si mi padre fuera temperamental ahora mismo hubiese explotado, agarrado mi mano y correría a exigir que me cambien de habitación inmediatamente únicamente por el chico idiota que está sentado sobre la cama de la que supongo que es mi compañera de cuarto. 

La chica pelirroja fulmina con la mirada al muchacho, y le sonríe a mi padre con sus mejillas teñidas de bordo. 

—Disculpe a mi primo, es un maleducado—asiento de acuerdo y ella me sonreí estirando su mano hacia mi dirección—. Soy Anna Britton, supongo que serás mi nueva compañera de habitación. 

—Sí...—correspondo a su saludo—. Soy Sarah Brightman. 

Luego, saluda de igual manera a mi padre quien no ha dicho ninguna palabra desde que ella apareció. Anna parece darse cuenta de que necesitamos hablar a solas y llama a su primo. 

—Liam, vámonos a buscar a los chicos. Ahora. 

El tal Liam rueda los ojos y con una sonrisa, se levanta de la cama. ¿Por qué él también tiene que ser tan alto? Mide lo mismo que su prima Anna, incluso creo que unos centímetros más. Cuando pasa enfrente de mi, me guiña un ojo y esquivo su mirada, insultando en mi mente su persona. Mi padre no parece darse cuenta de lo que hizo, y cuando ambos nos encontramos solos, suelta un suspiro. 

—Mocoso—lo escuchó susurrar para si. Me hago como la que no escuché nada, y observo la habitación. 

Hay dos camas en cada esquina, pequeñas pero perfecta para una sola persona. Fácilmente me doy cuenta cuál es la mía, ya que la cama del lado izquierdo está decorado con pósters de bandas. La cama tiene sábanas de colores y no de un color gris como la de la derecha, y diferentes libros están colocados sobre el mueble que está a su lado. Además de que hay un guitarra apoyada en la pared de la izquierda. Dejo mi maleta sobre mi cama bajo la atenta mirada de mi padre. Me giro y espero a que diga algo. 

—¿Quieres que te cambié de habitación?—pregunta con una expresión de inseguridad. 

Me doy la libertad de tomar unos segundos para pensar la respuesta. Sé la razón por la cual quererme cambiar de habitación, sin embargo, Anna pareció bastante amable y no me resultaría justo el irme a otra habitación solamente por el idiota de su primo. Pero, ¿Y si su primo aparece con más frecuencia por aquí? Espero y pido que no. Así que ya tengo mi respuesta, espero en un futuro no arrepentirme.  

—Estaré bien aquí, no sucederá nada malo—afirmé. 

Al inicio, mi padre intento convencerme de que quizá no sea la mejor opción y que no le era muy difícil el pedir otra habitación, pero seguí sosteniendo mi desición todo lo que pude hasta que no insistió más. Luego de una charla intensa sobre comportarme como alguien mayor, no excederme con el alcohol si decidía asistir a fiestas y asegurarle de que iría visitarlo cuando consiga tener un auto, se marchó tras abrazarme con fuerza. 

Intentando ignorar el sentimiento de añoro que se comenzó a formar al recordar que cuando despierte no estaré en mi habitación y no veré a mi padre, comencé a sacar la ropa de mi maleta junto a libros y carpetas. Por suerte, no compartía el armario con Anna, cada una tenía el suyo, aunque fuera bastante estrecho. Luego de doblar la ropa y lograr que todo entrara, revisé mi horario y observé que mañana a primera hora tocaba introducción a la filosofía.  

Me fijé la hora desde mi celular y al darme cuenta que recién eran las dos de las tardes, decidí tomar una siesta para descansar. Me puse alarma a las cuatro, para así más tarde salir a conocer la universidad y algunos lugares. Me saco los vaqueros y la camisa, y me pongo un short cómodo de tela junto una blusa blanca de tirantes. Segundos después mis ojos ya se encuentran cerrados, soñando sobre un futuro perfecto. 

 

Mis ojos se abren de golpe cuando escucho como la puerta es azotada con brusquedad. Anna me mira entre avergonzada y sorprendida. Para mi suerte, solamente es ella quien entra a la habitación aunque mis ojos buscaron a alguien más. 

—Lo siento—se disculpó—. Me olvidé de que ahora comparto cuarto, no volverá a suceder. 

Restregué las manos por mis ojos para despertarme completamente. Tapé mi boca cuando se me escapó un bostezo. 

—Tranquila, no pasa nada—dije tomando el celular que estaba conectado al cargador. Lo desenchufé y observé la hora, las tres y media. 

Anna se sentó sobre su cama y agarró un libro que tiene sobre su mueble. Me miró y sonrió. 

—Adivino, ¿Seguirás Arte? 

Negué con la cabeza y me destapé, alejando la manta de mi cuerpo. 

—Abogacía—respondí levantándome de la cama—. ¿Y tú? 

Abrí la puerta del armario y analicé que me pondré. Me decidí por unos pantalones de tela negros ajustados, una camiseta sin mangas de color rojo junto con una chaqueta marrón. Sí, es buena opción para salir a caminar y conocer. 

—Música, estoy en el segundo año—dijo, y echó un vistazo a mí ropa—. Linda chaqueta. 

Asentí con una sonrisa. 

—¿Cómo es música?—la miré, curiosa. 

Pensó por unos segundos. 

—Es interesante y complicado por el tema de aprender a leer las notas musicales. 

—Genial—susurré dejando la ropa sobre la cama, sacando unas zapatillas cómodas del armario—. ¿Podrías girarte así me cambio?—sentí mis mejillas teñirse de rojo, aún así, mi voz sonó segura. 

—Claro—aceptó amable y se giró, quedando cara a cara con la pared de la izquierda. 

Me cambié lo más rápido que pude, para no tener que hacerla esperar tanto. Cuando termine de colocarme la camiseta, le dije que se podía girar. Termine de ponerme las zapatillas y me observé en el espejo que estaba colgado entre los dos armarios. Es de cuerpo completo y agradezco que vea uno. Decido deshacer mi trenza, dejando que en las puntas de mi cabellos queden ondas. Al no maquillarme tanto, al dormirme, no sucedió nada así que mi rostro lo dejo tal y como está. 



#44691 en Novela romántica

En el texto hay: primeramor

Editado: 29.03.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.