Luego de pasar más de cuatro horas dando vuelta por la playa, conociendo tiendas y visitando lugares de comida, con Ana decidimos que era mejor volver a la residencia. Mañana nos teníamos que levatanar temprano para las clases.
Sin duda, había sido una día bastante largo y estresante. No obstante, también podía decir que divertido en lo que cabe. Liam y yo no nos dirigimos la palabra en el transcurso de esas cuatro horas, mientras que yo lograba una excelente comunicación con los demás integrantes del grupo. Cuando más pensaba en el desagrado mutuo que nos tenemos con él, más infantil me parece. No nos conocemos en lo absoluto, ni tampoco tuvimos un buen comienzo, pero podíamos intentar llevarnos bien para no causar incomodidad en ningún aspecto. Era verdad que los chicos me están tratando con bastante confianza con apenas haberme conocido hoy, aún así supongo que a veces es lo habitual. O eso espero.
—Buenas noches—dijo Ana tras apagar la luz de su lámpara. Le deseé también las buenas noches y dejé encendida la luz de mi mesita, no sin antes preguntarle a ella si le molestaba. Cuando respondió que no, me di la vuelta y cerré los ojos para dormirme.
Cuando me desperté, el chillido de la alarma comenzó a molestarme. Cuando paró volví a cerrar los ojos. Por más que haya dormido por lo que supongo las horas suficientes, mi cuerpo se siente como si en realidad hubiese dormido dos horas.
—¡Joder!—escucho gritar a Anna, histérica.
Con toda la pereza del mundo, me doy la vuelta para saber que sucede. Anna está sentada sobre su cama observando su celular con una expresión de terror.
—¡Que son las seis y diez! ¡Llegaremos tarde!
Abrí los ojos sorprendida. ¿Cómo nos quedamos dormida?
No, no y no. Me levanto lo más rápido que se me es posible de la cama, con la suerte de que no me caigo como ayer a la mañana. No me fijo en mi aspecto, agarro la bolsa de aseo, y con Ana detrás de mi, salimos corriendo hacia el baño de mujeres para bañarnos. Al entrar, no hay muchas chicas, si no unas cuatro, las saludamos y ambas nos apresuramos a bañarnos.
En la ducha aprovecho y cepillo mis dientes. Envuelvo mi cuerpo en una toalla y cuando salgo, me encuentro con Ana moviéndose nerviosamente de un lado para el otro.
—Anda, ve tú primero a cambiarte—me dice, y al ver que tiene su atuendo en las manos, supongo que se cambiará aqui, ajusto la toalla a mi cuerpo y corro de regreso a la habitación.
El primer día de clases y ya estoy llegando tarde. Me mataré. Claro que lo haré.
Para mi suerte en los pasillos no me cruzo con nadie. Al entrar en mi habitación, busco ropa interior simple y me apresuro a cambiarme. Luego agarro unos vaqueros ajustados junto con una blusa de color rosado claro y de paso saco la chaqueta marrón también. Cuando termino de vestitme, agarro las zapatillas negras y me las pongo. Desenredo mi cabello, y al tenerlo más húmedo y saber que no tengo mucho tiempo, me hago una coleta alta. Decido no maquillarme, tomo mi mochila y guardo el celular en mi bolsillo trasero.
—¿Lista?—pregunta Ana haciéndose un moño despeinado. Esta vestida con una falda blanca y una remera con mangas tres cuarto negra, y un abrigo del mismo color junto con unos zapatos bajos.
—Lista—sonrío y cierro la puerta detrás de mi con llave.
A paso rápido, bajamos las escaleras de la residencia. Al parecer no éramos las única llegando tarde, pues nos cruzamos con más gente en la misma situación, incluso algunos corriendo con bastante velocidad. Anna y yo al ver esto, decidimos hacer lo mismo y empezar a correr. Para nuestra suerte la universidad está enfrente literalmente, el único inconveniente es encontrar el aula.
—¡¿Por qué me tuve que poner una falda?!—chilla la pelirroja, sujetando con fuerza su bolso para que no se caiga.
Una risa se escapa de mis labios.
—¡Lo hubieses pensando antes!—grité en respuesta. Tomé una exhalación profunda antes de detenerme en la puerta de la universidad.
—La próxima pondré quince alarmas—murmura con la respiración agitada y quitándose alguna gotas de sudor de su frente.
Le doy la razón.
—¿Qué clase tienes ahora?
Observé a mi alrededor con el ceño fruncido. Había poca gente andando alrededor, ¿Eso quiere decir que definitivamente llegaré tarde a mi primera clase?
—Introducción a la filosofía—contesté.
—Bien... Debes ir por ese pasillo y doblar a la izquerda—apunta hacia un pasillo amplio, donde hay ventanales en vez de paredes—, cuando dobles verás que hay puertas con números;la número veintitrés es la que te toca.
Asentí repitiendo lo que dijo en mi mente una y otra vez para no olvidarlo. »Doblar a la izquierda y puerta número veintitrés«.
—Perdón por no poder acompañarte, pero mi clase me toca por el otro pasillo y si te acompaño no llegaré.
Le sonreí despreocupada.
—Tranquila, ya entendí por dónde es... Ahora a correr, de nuevo.
Me devolvió la sonrisa, y antes de volver a salir corriendo ambas, chocamos los puños soltando una risita.
Me adentré por el pasillo, observando la parte de afuera que da con el inmenso campus. Me detuve al darme cuenta que hay dos caminos, la derecha y la izquierda. Recordando lo que Anna me dijo, doblo por la izquierda y me comienzo a encontrar con puertas y números.
»número veintitrés, número veintitrés«
Apresuro el paso cuando me encuentro con la número veinte. Cuando me encuentro enfrente de la puerta veintitrés, intento que mi cuerpo absorba toda la confianza del mundo para entrar y plantar cara para decir que llegué tarde y aguantar las miradas curiosas y de desaprobación. Golpeo con sutileza mis nudillos contra la madera y espero. Oigo varias voces hasta que la puerta es abierta en par.