─Ya puedes bajarme —Matías sostenía con un poco de fuerza mis piernas—. Ya me siento mejor, puedo continuar caminando yo.
—Estoy bien, no pesas mucho —La voz dulce de Matías me dice que podría resistir más pero no es por eso que quiero bajar.
—Acorde con el mapa estamos ya a unos cuantos metros de llegar al puente que cruza el río —Le señaló—. Pero me gustaría llegar caminando para volver a sentirme estable.
Hay un momento de silencio. Duda en bajarme pero al final lo consigue. Y empiezo a dar brinquitos pequeños sobre la superficie de tierra, como si no me fuera a caer de nuevo. Cuando siento que todo está estable suspiro y continuo caminando. Matías se encuentra junto conmigo y va caminando del lado del Río como si tratara de prevenir otra de mis caídas.
Se que tengo la peor suerte del mundo y nunca me había importado tanto, pero estar a punto de caer me sirvió para saber que no puedo desaprovechar mi vida en ningún instante, no se sabe cuando no estaré de un momento a otro.
A lo lejos empezamos a ver el puente, no es muy grande y está hecho de madera que de podría decir que está viejo pero al parecer en condiciones para que los excursionistas puedan seguir pasando.
Cuando estamos más cerca del puente al otro lado todavía más al fondo del lado derecho no muy lejos del Río hay varias personas, nuestros compañeros lo más seguro. Está oscureciendo un poco, nos atrasamos mucho por el accidente que provoque.
—Cuando tenía doce me perdí una vez en el bosque, veníamos a un picnic u fui a dar una vuelta se empezó a hacer de noche y ya no supe cómo regresar, di vueltas por lo que parecieron varias horas —Le confieso, nadie aparte de mi mamá conoce esta historia—. Empecé a correr desesperada por todo el lugar, pero solo parecía escucharse ecos y ruidos de animales, estaba muy asustada. Me encontraba perdida, sin saber a donde ir y con hambre habían pasado muchas horas. Tenía tanto miedo y el ruido de los animales en el bosque no ayudaba. Probablemente fue de las veces que más llore en toda mi vida. Me encontraron en la madrugada, mi mamá estaba muy asustada. Se que hoy llore de nuevo demasiado pero lo que te quiero contar o tratar de decir con esta historia es que lo supere, jamás le tuve miedo al bosque. Simplemente supere eso, así que no te debes de preocupar por mi por lo de hoy, todo estará bien, lo superaré como siempre lo hago.
Le tomo la mano a Matías y se la aprieto tratando de transmitir que todo estará bien. Y que estaré bien y que tiene que tranquilizarse.
Nos acercamos al grupo donde ya la mayoría han acampado, Alexa sale corriendo a hacia a mi al instante que me ve, me toma del cuello con un brazo y me empieza a contar lo fastidioso que ha sido el viaje con mi mejor amigo. Sonrió, la final de todo, todo sigue estando como en la mañana.
La abrazo.
A veces no sabes lo que tienes, hasta que estás apunto de perderlo. Matías me salvo.
—¡Hey! —Me empuja un poco y rio por eso, no soy muy afectuosa normalmente—. ¿Está todo bien?
Pasa sus manos por mi cara, y trato de asentir pero no puedo evitar que mis ojos tengan lágrimas. Al final de todo sigo en shock, pero como se lo dije a Matías, lo superare como he superado otras cosas, y como quien dice fue un susto de muerte pero ahora estoy bien. Me encuentro viva.
—¿Que le has hecho Pond? —Apunta con su dedo en dirección de él, tomo un mano al instante y la bajo—. ¿Que te hizo?
—Te cuento al rato —Es lo único que puedo murmurar.
Alexa me observa detenidamente, suspira y asiente mientras observa con ojos de asesina a Matías, como él fuera el responsable de todo. Lo cierto es que yo soy la única responsable de mi accidente.
—El profesor nos dijo que hiciéramos casas de campaña entre dos personas, claramente del mismo sexo —Río por eso—. Así que empecé a hacer las cosas, por mientras los chicos fueron a buscar leña para la fogata que tendremos en la noche, traje bombones y galletas.
Simplemente asiento mientras me guía a donde empezó a hacer la casa, pero Alexa se da cuenta casi al instante que algo no está bien conmigo, que algo me paso. Y lo más seguro ha de pensar que Matías provocó algo en mi para que me pusiera en ese estado. Ojalá no piense cosas tan negativas de él.
Hay otras chicas cerca de nuestra casa, la nuestra no es muy grande pero Alexa y yo cabemos a la perfección.
En cuanto entro lanzo mi mochila y me acuesto en ella, unas cuantas lagrimas me sales. No lo puedo evitar.
—Ahora si, suelta lo que sucedió entre ustedes dos, te ves muy mal —Alexa está acostada junto a mi—. Si no lo haces le iré a gritar al tonto de Matías por sus fechorías.
Suspiro cansada, porque realmente me encuentro cansadas del viaje, me gustaría dormirme por una semana y que toda la tristeza y miedo que siento todavía se fuera con ese sueño reparador. Pero no puedo dormir por toda una semana, necesito estar con los pies en la tierra.
Me levanto un poco y me acuesto quedando cara a cara con mi amiga, observo su cara de preocupación al instante que ve mi cara, ha de ser todo un desastre.
Suspiro de nuevo mientras cierro los ojos por varios segundos. Sin más al momento de abrirlos le empiezo a contar desde el inicio desde que su apellido empezó a sonar muy profundo en mi cabeza como si fuera una pieza que faltara para saber quien era Matías, le conté de la platica sobre tu apellido, el como corrí ante aquella revelación y como no sabía como reaccionar estando el cerca de mi, él como resbalé y pensé que iba a morir y el como no me dejo caer Matías.
Cuando termine Alexa me abrazo y me dijo que ahora entendía porque la había abrazado tan de repente cuando llegamos.
Para al final de la historia podíamos empezar a oler la fogata.
—Me alegra que te encuentres bien —Dice mi amiga sin todavía soltarme.
—Me encuentro completamente cansada, aunque me quede dormida después del accidente y por eso llegamos tarde —Bostezo—. No creo que pueda ir a la fogata.