2018.
Siempre amé mirar por la ventana. Ver el mundo que estaba afuera, tenerlo tan cerca pero tan lejos, la perspectiva siempre me pareció hermosa. Incluso de joven, solía cerrar los ojos y dejarme llevar por el sonido del mundo que me rodeaba, una sensación de calma inimaginable. En el campo donde crecí, solía oír a los grillos, a los pájaros, incluso a veces a una que otra gallina, cuando me mudé a la ciudad eran los carros, las calles, la gente, a veces oía a los animales, a veces como la gente era un animal hambriento viéndote desde las sombras esperando que te distraigas para comerte con vida. Aún así, el sonido siempre me gustó, irónicamente le daba silencio a mi mente, tal vez por ello siempre veía la ventana por horas antes de tomar una importante decisión. Incluso ahora, teniendo casi cuarenta años de edad no he perdido ese amor por mirar por la ventana. Pero hoy es diferente, el cielo está nublado, la ciudad se ve impaciente, preparandose para una tormenta, una camioneta se detiene enfrente del edificio en el que trabajo de la que bajan un chico y una chica. Desde la altitud de mi ventana puedo percartarme de sus gafetes. Suspiro cansada.
Han llegado.
Bebo mi café, casi impaciente, no recuerdo el porqué accedí a esta entrevista, hablar de mi carrera siempre ha sido un tema un tanto incómodo para mí, la gente sabe a que me dedico, sabe en donde estudié, sabe lo que he hecho, simplemente no entiendo el afán de todos de hacerme las mismas preguntas. Las respuestas no cambian, el pasado tampoco, por más que yo quisiera que así fuese. Soy Verónica Cruz, soy aspirante a presidente municipal, estudié en la universidad de esta ciudad, no estoy casada. Deberían elegirme porque soy el futuro de esta ciudad, tan grande, tan sola y tan misteriosa.
Dejo mi taza de café en mi escritorio, mientras muevo unos papeles para ocultar mis nervios, no debería sentirme así, después de todo soy una figura pública, aunque sé que clase de preguntas me harán estos jóvenes, sé que no debí acceer a esto, pero mi director de campaña dijo que sería buena idea si veían mi lado "humano" los votantes. En su mom ento me pareció absurdo y sencillo de hacer, ahora estoy aterrada por lo que puedan llegar a preguntarme, no tengo una vida personal muy activa, nunca la he tenido desde que me gradúe de la universidad, no he tenido tiempo realmente.
Tocan la puerta de mi oficina, maldigo en silencio, la hora ha llegado. Una chica regordeta con algunos granos en la cara y un traje un poco arrugado entra a la habitación mi pasante, mi querida Frida, la cual es tan nerviosa como un venado e inocente como uno. Tan justa, tan pura, temo por ella todas las noches, temo que le suceda algo en este mundo tan cruel y peligroso.
—Licenciada, llegaron las personas que vienen a entrevistarla —me dice balbuceando y sonrío de lado.
—Gracias, Frida —le agradezco a mi asistente—. Diles que pasen.
Una pareja, un chico y una chica entran, frunzo el ceño al recordar brevemente cuando tenía su edad. Ambos miran a su alrededor con admiración, es obvio que es la primera vez que entrevistan a alguien. Ellos me miran y sonríen amables para mirarse entre ellos, sonrío para mis adentros, algo de su nerviosismo me causa ternura, los entiendo, he estado en su lugar.
—Tomen asiento —les digo en tono amable y ambos asienten emocionados para sentarse en las sillas frente a mi escritorio.
—Hola, soy Andrea Ramirez —se presenta la chica en tono más formal que puede, aunque no puede ocultar el entusiasmo que brilla en sus ojos me señala a su compañero en un gesto elegante para presentarlo—. Él es mi compañero, Fabián Muñoz.
—¿Muñoz? —pregunto casi por impulso con una pizca de curiosidad, un apellido familiar, inclusive ahora, mirándolo con atención, podría jurar que tiene un cierto parecido con alguien que solía conocer.
Niego con la cabeza, no debería estar pensando en ello, no ahora, no hay tiempo para pensar en él. Nunca lo ha habido.
—Sí —contesta él un tanto incómodo, supongo que la pregunta le ha tomado por sorpresa, después de todo, su apellido es de lo más común.
—Cuando tenía más o menos su edad, tuve un compañero de cuarto, se apellida Muñoz —comento con una pequeña sonrisa que pronto se esfuma.
El café me hace un sabor amargo en la boca en el momento que cierta sonrisa regresa a mi memoria, siento que puedo oír su risa tan claramente a pesar del tiempo que ha pasado, ver sus ojos tan brillantes, su simple recuerdo me hace sentir de pronto malhumorada, este es el peor momento para pensar en él, tengo que controlar mis emociones mejor que esto. El par de chicos notan mi cambio de humor para intercambiar una mirada entre ellos, entonces Andrea se aclara la garganta.
—Bien, ya le habíamos dicho a su asistente que le haríamos una entrevista —dice ella y saca su bloc de notas—. ¿Qué le parece si iniciamos?
—Me parece excelente —comento mientras suelto un largo suspiro.
Andrea empieza a hacer las mismas preguntas de siempre y al contestarlas me siento como un robot, dónde estudié, qué me llevó a estudiar derecho, cómo me siento al ser la siguiente posible presidente de la ciudad, qué haré si ganó, un mensaje que quiera dejar a los jóvenes, ese tipo de preguntas genéricas. Nada fuera de lo ordinario, festejo en mi interior, a pesar de lo aburrido que es contestar todas estas preguntas, me siento aliviada que no sean nada que me cause conflicto contestar.