Como la mayor parte de las historias interesantes que conozco, esta inició con una coincidencia.
Me había mudado de ciudad para estudiar, venía huyendo de casa y a pesar de los tabúes que había al respecto, me había podido instalar viviendo sola en un apartamento en una ciudad. Era la primera vez que veía una ciudad tan grande, todos parecían ser de otra era, cosas que solo había visto en la pequeña televisión que teníamos en casa.
Estaba sola, pero era libre, era feliz. Aunque, esa felicidad no duró mucho en realidad. Poco tiempo después necesitaba dinero; entre pagar mi universidad, la renta, mi comida, los recibos y que sólo podía acceder a un trabajo de medio tiempo, pronto yo estaba agotada. Las cuentas no salían y me di cuenta de lo innegable, yo necesitaba una compañera de cuarto.
En ese entonces, era un poco más difícil hacer anuncios, no podía pagar teléfono y mucho menos un anuncio en el periódico, así que decidí poner un par de letreros cerca de mi apartamento. Lo único que me quedaba hacer era esperar. Una semana de búsquedas sin éxito y entrevistas fallidas me habían dejado agotada, la carrera consumía gran cantidad de mi tiempo, así como mi trabajo de medio tiempo. Estaba desesperada por una compañera.
Estando en la universidad, actuaba como si los gastos no me consumieran internamente, era dedicada y aplicada. Siempre asistía a clases determinada a ser la mejor, ya que sabía que saldría de este enredo y sería por dedicación y determinación. Pero, a pesar de todo, era humana, así que eventualmente estaba agotada. Caminaba con libros de derecho mientras dormía, causando que chocara varias veces con una pared. En una ocasión, no choqué con un poste de luz, pero si con un chico alto.
—Espero que tengas seguro —me dijo serio y yo tenía tanto sueño que no podía entender que era una broma.
Yo empecé a balbucear que no lo entendía y bostece. Estaba realmente cansada y hoy tenía que trabajar en un par de horas, no sabía cómo iba a hacerle.
—Te ves terriblemente cansada —me dijo horrorizado tomando mi cara entre sus manos para ver mis ojeras.
—El cansancio es temporal —dije y me dejé caer, los brazos de un chico cuyo nombre sabía me agarraron y escuché mis libros cayendo al suelo.
Aún así, sus brazos eran tan cálidos y cómodos, que no pude evitar quedarme brevemente dormida... y babear sobre su camisa.
De haber sido otra persona, me hubiera despreciado, pero él era diferente, él fue amable y no le dio la importancia que cualquier otra persona le daría, solo me aparto con suavidad haciendo que reaccionara. No estaba soñando, me dije, de verdad seguía en la universidad.
Parpadee un par de veces y tallé mis ojos para ver con claridad, era un chico de aproximadamente mi edad, tenía el cabello castaño oscuro, como el café recién hecho, sus ojos eran oscuros, cautivadores, pero lo que más me llamó la atención fue la amplia sonrisa que me dedicaba. Me quedé observándolo muda hasta que me percaté que tenía la camisa babeada y yo aún tenía saliva fresca en mi mentón.
—Oh, lo siento tanto —le dije balbuceando y él me sonrió amable.
—No te preocupes, eres la primera chica que babea por mí —bromeó y me reí, en parte por los nervios, en parte porque era gracioso.
Él se ofreció a ayudarme con mis libros, cosa que agradecí, le pedí que me acompañara a la parada del autobús para que pudiera irme a casa pero él se ofreció a llevarme en su coche.
Debo aclarar que de haber estar realmente despierta, me habría negado sin siquiera dudarlo, pero supongo que estar agotada era parte de la coincidencia.
Él me llevó a mi casa sin que yo supiera su nombre. No es que me importara en ese momento, allí solo podía pensar en como iba a atender un restaurante de hamburguesas sin quedarme dormida y vivir para contarlo. Cuando llegamos a casa, me metí a casa y él pudo notar la cantidad de cárteles que habían en el suelo, en la basura y en todas partes.
Entre la universidad y mi trabajo, las tareas domésticas estaban bastante descuidadas. Necesitaba aprender a administrar mi tiempo, pero estaba muy ocupada manteniéndome con vida como para hacerlo.
—Supongo que buscas con quien compartir renta —dijo él riendo y yo asentí mientras bostezaba.
—Muchas gracias por traerme —le dije parpadeando para no quedarme dormida allí de pie en la puerta de mi apartamento.
El chico solo sonrió de regreso y se dio la vuelta para irse a su auto, cerré la puerta dispuesta a dormir un par de horas cuando tocaron la puerta. La abrí para encontrarme con el chico sonriendo apenado.