Al acercarme hacia ellos me sentí congratulado y orgulloso de mí mismo, cada minuto de espera al ver pasar cada categoría de la olimpiada individualmente entre las materias básicas, donde las matemáticas eran las penúltimas a esperar, la última fue breve y era inglés. Esos minutos en los que estuve parado frente al micrófono y el público, aunque largos, fueron pasando rápidamente como una carrera la cual debía ganar. Con esa medalla en el cuello después de una sesión de fotos que acababa de hacer, medalla al pecho y cartón en mano, así mismo junto con el director de la escuela, los participantes de la olimpiada de matemáticas, los ganadores de todas las categorías, además de los organizadores de la gran olimpiada de conocimientos, como al igual y no podía faltar, con estos que entre abrazos y palabras me alentaban dándome como inyección de proteína al espíritu egocéntrico en mí. ¿Qué si quede de primer puesto? Vamos acaso ¿Eso realmente importa?
Al principio tenía tantas ganas de ganar y ser el primero en la lista, restregarle en la cara a todos aquellos entre tanto a mis familiares que no creyeron ni un solo segundo en mí, por los que no tuve el apoyo suficiente para lograr mis metas, pero era aquí donde me daba cuenta que solo quisiera salir en un auto ahora mismo y llevar a todos conmigo, Wilder, Arthur, Miguel, mi hermosa Belén, ella de mi mano y todos con nosotros, ¡Ah! Sí, el profesor no podía faltar, allí estaba dándome aliento desde el primer minuto de la olimpiada, desde el fondo, observando cada rasgo de su rostro al verme participar, donde, si estaba nervioso, él con cara de preocupación, si hablaba con seguridad en cada respuesta que daba, él con cara de orgullo como queriendo gritar “ese es mi chico”.
Y sí, aunque no esperaba una celebración, el logro fue grande tanto para mí como para la escuela que el director entrego en mis manos 50 mil pesos por llevar el nombre después de tantos años, a la escuela en alto, fue en ese momento en el que todos se enfocaron en “esto hay que celebrarlo”, aunque entre esos pensamientos estábamos Arthur, Wilder y yo, habríamos dejado de lado todo tipo de precaución atrás, sin tener en cuenta que ya habría estado haciéndose de tarde y conociendo como terminan estas celebraciones, podría agarrarnos la noche. Sin embargo, Salimos en dos taxis, en uno Wilder, Belén y yo, y en el otro, el Sr Albert, Arthur y Miguel, llegamos a un punto muy reconocido de la ciudad, una pizzería a la cual creo que todos aquí hemos terminado a parar.
- Andrew, ¿Sabes?
- ¿Sí? Hermosa… -Mire sus ojos brillar y esa dulce sonrisa coquetear.
- Pudiste haber quedado en segundo lugar, pero en mí desde, siempre serás el primero.
Quedé mirándola fijamente y sin poder decir nada solo le aplique un dulce y sagas beso, contemplando su belleza y tierna mirada hacia mí, ignorando completamente lo que en nuestro alrededor sucedía, todos en la mesa charlando y contando anécdotas concurrentes, pidiendo bebidas para pasar el rato, esperábamos dos pizzas familiares para empezar a celebrar, mientras en otras mesas más, se podía ver la alegría de familias y amigos que venían al lugar a celebrar. Era una costumbre que ya se veía común en la sociedad, recuerdo que antes, se celebraba desde casa con invitados y comida preparada en aquella, bebidas en quienes así lo apetecían, pero ahora en estos primeros años del siglo XXI, las cosas han cambiado un poco, las costumbres van siendo algo variables, donde cada quien decide si estar de moda, o actuar por sí mismo y con naturalidad, donde incluso eso, se convertía en moda, por lo cual aunque inconscientes aquí estábamos todos en la mesa, actuando naturalmente y a la moda.
- ¡Oh, pero que sorpresa!, si son nada más y nada menos que los hermanos Rodríguez.
Y fue desde ese momento donde la diversión se acabó, una vieja amiga de la familia de Belén habría llegado con todo el ánimo a saludar a éstos, sin embargo, no se notaba en sus rostros la misma sonrisa hipócrita que esta emitía, al principio se portó amable y carismática, empezó a entablar conversación de manera súbita en la que después de romper el hielo, entre todos, la recibimos como una invitada más, ya habríamos hasta entonces comido la primera pizza, deliciosa ¡Por cierto! ya habría oscurecido y la hora más oscura de la noche se acercaba, luego de un rato ver como esta chica después de unos tragos amargos de alcohol fue desviando cada tema de conversación en una crónica desenfrenada y humillante por la que habría pasado la pobre buscando como culpables a Miguel y Belén de lo que ahora estaría siendo el origen su vida actual. Está bien que nos rijamos a nuestros padres, de que obedezcamos sumisamente ante ellos, pero lo que no está bien es culparnos de las decisiones que estos vagamente para sus beneficios toman.
Al parecer la madre de la desconocida mujer que había estado interrumpiendo mi felicidad, en un incidente laboral fue despedida de la colaboración en la compañía y sobre proyectos muy importantes de los padres de Belén los cuales, se vieron obligados a cortar cualquier lapso de amistad con ellos, sin tener en cuenta la relación que esta niña tenía cuando su madre la llevaba a casa de los ricos subordinados, mientras juntos jugaban charlaban, eran niños, y muchas amistades de niños al crecer ya no existen, sin embargo, el resentimiento de ésta sobre aquellos es porque no impidieron la infelicidad que esa ruptura habría provocado, donde después de haberlo tenido todo, su madre decayó en depresión y en ruina, acabando así con el futuro oportunista que aquella pudo haber tenido si tan solo se hubiera esperado unos años más.
Definitivamente olvidamos completamente quien era yo. Llegando al tope de ser las 9 pm, cuando cada vez más ésta ya colmaba mi paciencia, mi cuerpo poco a poco hervía en sudor frío, mientras que por dentro sentía las llamas de un duro corazón en fuego que iba más allá de hacerse polvo, desde el otro lado del lugar se podía ver como en los cristales muy claramente mis ojos tornados como un tono de color escarlata, así como un foco prende y apaga, mis ojos naturales cambiaban de su estado normal al de un demonio que con fervor tomaba en sí mi razón. Sentí como esa furia me levantaba del asiento, mientras Arthur y Wilder se percataron de ello, pero atónitos no supieron como detenerme. La tomé del brazo fuertemente, mientras con la mano derecha, la levanté del cuello y recosté su débil cuerpo al muro que cerca se encontraba, y con una voz poco atenuante, grave e infernal, capaz de escucharse en todo el lugar, dije: “¡Ya, lárgate de mí vista!”.