Hasta que en esa noche tan perfectamente imperfecta, pude sentir en mis oídos el ritmo de aquella melodía, escuche una de mis canciones favoritas, “Perfect” todo un clásico de Ed Sheeran, ¡sí! eso fue lo que dije, dicen que no puede haber un chico al que le gusten sus canciones, pero si un hombre las canta, ¿Por qué un hombre no las podría escuchar?, al oírla los bellos de mi piel se pusieron de punta, sabía que este era el momento, mi cuerpo y corazón pedían a gritos bailar con Belén. De cierta forma, pude ver esa mirada llegar a mí, creo que no fui el único que sintió esa misma sensación, así que sin más preámbulo me acerque lentamente y entonces le pregunte.
- ¿Bailamos?... –Antes que ella respondiera, Miguel se acercó a mi oído y susurro: "Más te vale que no intentes jugar con mi hermana por qué ¡ya veraz!... –y luego se retiró.
- ¡Sí! claro. –Dijo Belén sonriendo mientras me daba su mano.
Sentí nuevamente en mí ese frio que recorría mi cuerpo, tan solo de palpar su mano, su suave piel me cautivaba, era como cargar en mi mano una rosa blanca, hasta incluso se podría decir como una Gardenia.
- ¿Vamos? –Insistió, tal vez había notado que estaba hipnotizado por ella ¿Quién sabe?
¿Era posible que fuera tan estúpido?, porque creo que solo eso me pasaba a mí, aunque era innegable que cualquiera podría quedar así ante tanta belleza. Respondí a su pregunta llevándola hasta aquel lugar, por fin fuimos a bailar, nos acercamos al centro de la plaza lo cual se podría decir en ese momento que era la pista de baile, sentir su cuerpo unirse al mío era algo mágico, cada vez que me encontraba cerca de ella mi corazón latía fuertemente pero esta vez, era algo diferente, sentía sus pequeños pechos rosando a el mío, su dulce calor. Cerré los ojos mientras colocaba las manos en su espalda, y sentir la melodía en todo mi cuerpo, su respiración agitándose, queriendo ésta expulsar por los poros toda la pasión contenida, mientras bailábamos susurraba la canción en su oído, así como si incrementara en ella pequeñas indirectas que al parecer pudo notar, pues la note sonreír. Bailamos al menos tres pistas, fue algo fantástico que nunca imagine vivir, de hecho todo fue como de película, tal vez yo el príncipe y ella la cenicienta que se me quería ir, pues luego que se terminó aquel bello momento, ella estaba a punto de huir. Sentí el deseo de confesarle eso que en mi pecho saltaba de prisa, pero tenía miedo de que me creyera loco, es decir, nos conocíamos hace mucho pero jamás habíamos tratado como amigos, no así como esa noche, de igual forma anhelaba ser capaz de decir todo lo que ella producía en mí.
- ¿Sabes algo?, -Dije antes que diera un paso. - ¡yo siempre quise conocerte!
- ¿porque lo dices? Si siempre hemos sido vecinos –Pregunto algo confundida.
- Tengo que decirte algo que desde hace mucho había pensado en decir –Intentaba decirle lo que pasaba por mi cabeza. – “Yo pues...” –Me puse un poco nervioso y nuevamente suspire, esta vez un poco más profundo y con seguridad.
- Lo que pasa es que... –Miguel me interrumpió antes que pudiera decir.
Justo a tiempo, cuando la hora de partir de la cenicienta había marcado, estuve a punto de decirle todo lo que sentía por ella, pero tenía que ser él quien arruinara el momento, nadie más que su hermano.
- Perdóname Andrew, Belén y yo nos tenemos que ir.
Pero antes ella se acercó a mí, eso no me lo esperaba, que la chica con la que quisieras pasar tu vida entera, no se fuera antes de despedirse de ti, con su dulce voz susurro a mi oído como una niña queriendo jugar un poco más.
- Sabes Andrew, yo también tengo algo que decir, y es que me encanto haberte conocido... Adiós, fue un placer - Se despidió con un beso en la mejilla.
Solo pude ver como se alejaban los tres, Raquel, Miguel y ella. Sobre todo ella, era lo que más me importaba en ese momento, se alejaba de mí otra vez. ¿Cuándo tendré la oportunidad de estar contigo?, no literalmente, en realidad quería estar con Belén ella como la bella y yo la bestia. A pesar de todo, fue nuestra noche, luciendo toda esa belleza mi bella dama y yo recitando melodías al ritmo de la música, pero sobre todo me encontraba allí parado solo, con la alegría de saber que por fin me logro conocer.
Al haberme dado cuenta que estaba allí parado solo como idiota, busque a mi vista a Wilder, no lo había visto de hace horas, alcé la mirada y apenas logre identificarlo, cuando lo vi mareado completamente mojado cerca de un basurero de la calle vomitando, salí corriendo de prisa, pues mi amigo estaba vuelto nada.
- ¡Pobrecito! –Dije en todo de burla. –Solo mírate cómo estás, pendejo ¡vamos! –Le agarre del brazo y me lo puse sobre el hombro.
La fiesta estaba a punto de acabar, por lo menos para quienes iban a dormir, pues eran alrededor de las 3:35 AM, ya no faltaba mucho para los que iban amanecer allí, ya había bailado y bebido, fue toda una hermosa noche, nuestra noche... Lleve a Wilder a su propio carro y tome sus llaves, antes de irme le dije a mi madre que llevaría a casa a un amigo, fue así como termine salvándole la vida, era irónico porque cuando de pequeño él era quien salvaba mi vida y ahora era yo quien buscaba cuidar de él, pues de cierta manera le debía muchos favores. Encendí el auto y conduje hasta mi casa, deje el carro allí afuera mientras llevaba a Wilder a mi habitación, le quite los zapatos y lo arrope, había quedado dormido en mi cama, y sin no poder haber hecho nada me acosté en el sofá de la casa, "hoy tengo clase, allí la podre ver" -Pensé.