De inmediato sentí una gran pasión que me acercaba, fue como dos imanes se unen de extremo a extremo, solo pude ver sus suaves labios acercarse a los míos para dar un paseo a la aventura de un gran beso comparado con fuegos artificiales, pues ambos brotábamos chispas de amor y pasión. Cerré mis ojos, y así como un niño lame su paleta, como si el sabor lo cautivara frente a él, así mismo me sentía yo, con su dulce sabor. Era incomparable aquel momento, nunca antes había probado unos labios así, era como volar en un mundo de emociones donde la alegría invadía mi corazón, sentía el sabor de sus dulces labios pasear por los míos, primeramente mis labios y los de ella realizaron dicha maniobra de un roce estimulando aquel lazo que nos unía. Algo mágico pasó ese día, sin pensar en tiempo y en lugar, desde ese día pude sentir que me robaste el corazón, algo en ese momento se fue de mí, el miedo y la tristeza ya no eran mis aliados pues ahora te pertenecía a ti. Mi vida ahora sería distinta y todo gracias a ti, era un momento que jamás podría olvidar, ese mejor beso que no necesitaba de más detalles, todo fue hermoso hasta que tuvimos que separarnos, ella se tenía que ir y yo pues quedarme a esperar en la soledad como ningún otro hombre podría pensar. Dicen que no existimos hombres con sentimientos, pero eso es algo relativo, hasta el momento que te das cuenta que ya no estará para ti, yo solo quería demostrarle a Belén que ella sería mi mujer, que lucharía por ganarme su amor hasta que volviéramos a estar juntos, que este caballero que llevaba dentro solo deseaba su amor.
Le di un último beso, esta vez uno como cualquiera para que supiera que allí estaría yo, a pesar de lo que pasara de allí en adelante sabia y confiaba en que el destino nos uniría otra vez. Y allí estaría yo, esperándola.
- No sabes la alegría que yo tengo al tenerte yo aquí. –Dije con los ojos lagunosos intentando no derramar una gota en el lugar.
- Lo sé, para mí es algo diferente, pero estoy dispuesta a esperarte hasta unirnos otra vez. –Dijo Belén dándome a entender que el sentimiento era mutuo. -¡Sabes! Estoy dispuesta a esperar tu amor pase lo que pase, siempre estaré pensando en ti...
Saque de mi bolsillo un pedazo de papel un poco ya arrugado y un bolígrafo que cargaba en mi bolso, y anote mi número de teléfono para que en cualquier momento me llamará, algo un poco irónico ya que ella no tenía celular pero quería que tuviéramos una manera de contactarnos, esa esperanza de creer que jamás perderíamos nuestro contacto, se lo entregue y se fue, me dolía verla partir pero sabía que en cualquier momento podría volver, aunque nuevamente parecía que la había perdido pero en su corazón llevaba en sí, siquiera un poco de amor por mí. Quería creer que para ella al igual que para mí ese mejor beso había significado algo, una ilusión que pronto se volvería tristeza.
Busque nuevamente un taxi de regreso a la escuela, mientras estaba en camino otra vez los recuerdos en forma de fotografía invadían mi mente. Todo parecía un sueño hecho realidad, aquellos que de noche me atormentaban haciéndome sentir su amor viviendo ese momento una y otra vez donde juntos escapábamos en el embarque ella con un ramo de calas blancas y un vestido hermoso, mientras yo como un simple caballero vestido de traje ocultándome entre la oscuridad, sin embargo, con respecto de que me atormentaba aquel sueño me refiero a que cada mañana tenía que aceptar que todo era un sueño, eso era una simple mentira que incluso se podría decir que parecía imposible de cumplir. Pero esta vez, parecía que en cierta parte se podría guardar las esperanzas de ver ese sueño cobrar vida. Solo de recordar minutos atrás me invadía las lágrimas de alegría, tristeza y al mismo tiempo de rabia. Todo por haber podido lograr meter un pie a la puerta de su corazón pero ahora se alejaría un poco más de mí, y sin mencionar que fue tarde ya para confesarle que la empezaba a amar cuando probablemente ya no podría estar.
El auto se detuvo, ya habíamos llegado a la escuela, algo incompresible que nunca entenderé, parece que el tiempo controlara nuestro destino, pues cuando el camino de ida se hace algo largo, al momento de venida siempre era un poco más corto, era como si nos tortura haciéndonos sentir el tiempo más largo o mejor dicho un poco más lento cuando en realidad necesitamos llegar un poco más rápido, más de prisa. Al bajar del taxi el celador casi no me deja entrar pero por suerte allí se encontraba mi maestro favorito de las Ciencias Sociales, Albert Angulo apodado como el profesor “A”, él más que un docente para mí era otro amigo más al que siempre pude valorar. Le dirige la palabra mencionándole que tuve un problema que resolver y él dándole la orden al portero que no me había dejado pasar, me dejo seguir el camino mientras me abrazaba de entre hombros, así me saludo, de igual manera me despedí de un buen apretón de manos y me dirige a clases nuevamente acordándome de ella, aunque tal vez la había perdido, me sentía feliz porque ahora ella probablemente me llevaba en su corazón.
Y allí estaba nuevamente, sentado en mi pupitre, el aula un poco silenciada esperando las palabras de la docente que en el momento se encontraba. Yo expuesto al mundo real, a la misma monotonía de cada año, la escuela, la búsqueda de trabajo, el mantenimiento de mi familia la cual ahora mismo había sido solo mi madre, dejando al azar el destino de mi vida. Mientras tanto la profesora se dirigía a dar su clase, y yo solo en mi cuadernillo dibujando lo primero que saldría de mi mente, ese beso que de allí salía de repente. Por un momento mientras los pensamientos invadían mi mente se me zafó de la mano el lápiz y al recogerlo volví de entre mis pensamientos al mundo real y pude escuchar a la profesora recitar una frase muy peculiar de Carmen Conde.