¿Se preguntan que hice?, bueno de todos modos lo diré. Lo abrace y le bese en la mejilla, ¿Cómo no podría hacerlo?, si se trataba de mi hermano, ¡Lo sé!, debí haberlo hecho mucho antes desde que él habría llegado al hospital, sin embargo, cuando de un orgulloso se trataba, necesitaba mucho más tiempo para asimilar todo. El amor no solo se trata de un romance, sino al igual de hermandad y/o amistad, en el cual, se sufre, se llora, pero sobre todo debe haber un pinche amor en armonía, dónde debería existir una hermosa amistad como conviven los pétalos de una rosa, juntos y cada día de su vida, con un bello amanecer.
Al pasar aquel momento de reconcilio nos dirigimos hacia las bancas donde se encontraban Wilder, Miguel y mi hermosa doncella, Belén. Mientras Arthur tomaba asiento en la parte izquierda al lado de Wilder, yo fui directamente hacia Belén, la tome de la mano para levantarla, así la agarré, sin decir nada, la lleve a donde mamá se encontraba, aun sintiendo aquel frio de muerto, me acerque a mi madre para presentarle debidamente a la mujer de mi sueños, a la cual infinitamente amé. Allí estaba mi madre placida y macilenta, pero aun con la más remota vehemencia, así giró a vernos, era esa la mujer en la camilla por la cual adquiría dicha existencia que poco a poco se me arrebataba, así como sí un pie tuviera en el otro mundo de las almas perdidas y el otro en este de perversión. Le tome la mano a mi madre y fue casi inevitable besar sus suaves y arrugadas palmas, era mi creadora y la reina de mi vida la que allí se encontraba, aquella aún hermosa que antes de su decrepitud en aquella juventud segura de sí misma como un esbelto clavel, ¿Quién sabe?, seguro la más hermosa chica en su virtud. No podía superar que estuviera pasando por este momento tan difícil, era como si el mundo por escombros encima de mí cayera.
- Mamá, esta bella doncella que ves a mi lado es la mujer con la que quiero formar mi familia, aunque yo sea oscuridad y ella luz, juntos cambiaremos esa forma de pensar del amor actual, es ella el arcoíris que pone mi vida de colores. –Dije esto último casi en un suspiro mientras acariciaba el cabello de Belén y, sin ser capaz de contener las lágrimas al sollozar por amor a mi madre.
- Es una hermosa chica, me encanta que vengas a presentármela antes de que llegue la hora…
- ¡No digas eso madre!
- Ya veo la luz mi niño, está cerca ya, sé que desearías que así no fuera, pero esta senectud en la que estoy no la puedo soportar más. –Aunque tuviera razón desearía que no fuese así.
- Madre, te amo, pase lo que pase en mi corazón vacío permanecerás.
A veces es necesario aceptar que has perdido la batalla, aun cuando la guerra apenas comienza. Sin embargo, este umbral en el que me encuentro va tomando fervor en su absoluta devoción, acabando con todo a mi alrededor, la soledad ahora cada vez llega estentórea hacia mí, así como la muerte llega a hacer su trabajo, a darle su vil descanso a quien lo merece, que cada vez que llega, la mayoría piensa en lo peor que pueda ocurrir, cuando en realidad viene a darle paz a esa persona a la cual la hora le ha llegado, pues es así como veo a la soledad, en su indicio tomando forma como mi enemiga, aquella que hace mucho tiempo se incrusto en ese vacío dentro de mí, fue lo único que obtuve, esa la cual se convirtió en mi gran amiga, de una manera remota aún en la sociedad. Fue justo cuando mi padre murió que ésta llego a llenar ese vacío en su versátil compañía, es imposible decir más, cuando sientes que frente a ti esta la muerte y consigo viene mi amiga la soledad. Hasta ahora en el solaz de este indescriptible pesar del momento, la oscuridad allí espera su turno dando paso a la muerte para declarar su trabajo como los reyes de las tinieblas así lo hubiesen ordenado, pero tomando de su mano la corona que hacia mí dirigía, postrado en la camilla yo estaba y, junto a mí, mi bella dama.
- Hijos, sigan su corazón, sigan su verdadero destino, juntos nadie los podrá vencer. –Mientras detrás de mí Arthur se encontraba observando, incluso con las lágrimas asomadas, mi madre dio un suspiro más con la poca fuerza que le quedaba. –Sé que no me necesitaran más… -Cortó sus palabras, nadie dijo nada por un breve momento.
- “¡Mirad! ¡Es una noche de gala tras los postreros años tristes! Una multitud de ángeles alados, adornados con velos y anegados en lágrimas, se sientan en un teatro, para ver una obra sobre esperanzas y miedos, mientras la orquesta exhala irregularmente la música de las esferas” –Así, él fue acercándose mientras secaba sus lágrimas y se arrodillaba frente a mi madre, recitando unos versos de un libro de Allan Poe <<narraciones de lo grotesco y lo arabesco>> que mi madre nos leía de pequeños, ¡sí! Para aquellos que conocen dichas escrituras creerían que no son historias infantiles las cuales producirían dicha sensación en nosotros, pero se equivocan, era la mejor emoción macabra que generaba en nosotros el comprender lo paranormal, esas mismas fantasías que recuerdo del tío Pedro Frank. - “Mimos, en la forma del Altísimo, murmuran y refunfuñan bajo, y vuelan de un lado para otro; simples marionetas son, que van y vienen siguiendo las órdenes de vastas cosas informes que cambian la escena a uno y otro lado, ¡sacudiendo con sus alas de cóndor el Dolor invisible!”… -Dejo mocho los versos mientras como cae a chorro las aguas de un manantial, así este empezó a llorar.
Yo no pude evitar asomar las lágrimas y como siempre asomando aquellas gotas, una tras otra caían en manos de mi madre, pero así como obra de arte en pintura, goteaban más recorriendo el lado derecho de mi mejilla al fruncir mi boca en cortos sollozos, Belén al igual, inevitablemente habiendo conmovido su alma, estremeciéndose en la melancolía buscando consolarme se arrimó a mi pecho, de no ser por aquel triste momento, quizás me reiría de las cosquillas que ella estaba causando en mí, además de tenerla tan cerca, sus manos frías rozaban mi pecho casi desnudo por la camisa de tela delgada que poseía, avanzando lentamente los minutos pude notar que alguien había llegado en aquella decrepitud de mamá poco a poco desvanecía, el profesor Albert ya había llegado para cuidar de ella. Estábamos alrededor de las 4 de la tarde, no faltaba mucho para las 5:00 Pm.