Mi Primer y Último Amor

Capitulo 20: “Luna bella muy tierna y primorosa”

Un misterio es la vida. La vida es como una cuerda la cual por dentro se va abriendo poco a poco mientras todos ven que por fuera se sostiene con fuerza, sin siquiera imaginar lo que en el fondo de cada individuo aproxima en su llegada, aquello que todos creen ver en dicha persona pero que le es oculta a cada quien, son los secretos más profundos donde caen como las gotas de lluvia, esos sentimientos ocultos en la cúpula de su alma los cuales van acabando de manera mortífera nuestro ser. A veces confundido pienso y reflexiono en todos estos momentos perentorios, algunas ocasiones son situaciones tristes o aburridas, tan placidas como la brisa, pasando frente a nuestros ojos con la calma en el viento, como se pasean las hojas de un árbol por el aire de otoño, mientras que en otros instantes son las opiniones que de nuevo nos martilla, así como ahora una espina de la rosa que en la palma de mi mano sostenía, ha clavado mi corazón antes de perder su color, dejando este dolor y vacío caótico en el frio mortuorio. No logro comprender como pueden suceder terribles situaciones en las que no queremos perder, pero la vida nos sorprende, una y otra vez. No podemos solucionar problemas tan difíciles los cuales no sabíamos que iban a tener que llegar, sin siquiera tener en cuenta algún plan de contingencia. Mi corazón va latiendo fuerte y sin rumbo fijo, va buscando un nuevo amor pero sin prisa, “¿Dónde está aquél que me dio la vida? ¡Vuelve! ¡Vuelve! O seguro me voy a morir”.

Mi vida, era esa mi vida, nada más. Me levante del lugar, aún con las lágrimas que salían sin cesar y, sin mencionar las pocas fuerzas que me quedaban, me sostuve del encabezado de la cama, a mi lado izquierdo Belén, sosteniendo mi brazo ayudó a ponerme en pie, literalmente, aunque de manera figurada también. Ella en el indicio de sus ojos, que en el momento, húmedos aun eran tan hermosos, ésta; “luna bella muy tierna y primorosa, lleva siempre una sonrisa que ilumina mi corazón, entre las estrellas me cautiva su belleza y con toda su motivación me hace fuerte como sansón”. Cada noche triste y sin consuelo, con una gota de lluvia cubre toda mi alma y corazón, así Belén me compaña en el momento más difícil de mi vida, es como decir, que tu pareja ideal es aquella que ilumina tu ser.

El tiempo pasaba lento, no faltaba mucho para la fiesta y, pensaba yo: “ahora ¿Qué les diré a mis invitados? ¿Será necesario suspenderla?”. Mi alma estaba destrozada, sentía un hueco en mí, como si algo hubiera arrebatado una parte de mí. Fui hasta afuera del hospital, no quería saber nada sobre la muerte de mi bella madre, no quería aceptar siquiera que esta batalla estaba perdiendo. Las lágrimas me habían dejado los ojos como si hubiera estado fumando un vareta, o quizás hasta podría decirse, que los vasos sanguíneos de las pupilas deseaban estallar en llanto de sangre, tan rojos como el tomate, pero un poco intenso, de color escarlata. Me subí a un taxi, tras mi camino salieron corriendo Arthur quien igual que yo se paseaba en una nube de lágrimas, detrás Miguel, Wilder y Belén, sin embargo, pude escuchar la voz del profesor Albert diciendo que él se encargaría del cuerpo, pude haber imaginado como si de un asesinato se tratara, de no ser la partida de mi madre, seguramente habría reído. A veces juzgamos mal el dolor que otras personas puedan sentir, como ignorantes no somos capaces de conmovernos por los demás, pero cuando llega tu turno, piensas que eres una víctima más del sufrimiento, pero en realidad, debes aceptar que lo mismo que sentiste por aquellas personas, es decir, “nada”, aunque algunos que tienen esa sensibilidad de ponerse en los zapatos de los demás, quizás pueden haber sufrido un poco más, a pesar de eso, nosotros los que no somos capaces de sentir un dolor mutuo y correspondido lo mismo que dimos a aquellas personas, las conociéramos o no, estamos condenados a crear la sensación de que en la batalla de forma cumula desde un indicio de la derrota, somos, de manera impetuosa, aún a veces con una ferviente devoción, la victima de la cual la soledad se alimenta de su dolor en el solaz que poco a poco va tomando poder, así como un canapé arrebatando una pequeña porción del sufrimiento que va acabando con tu vil y despreciable vida, como lo hace el comején en su refugio cada segundo que pasa.

Recuerdo que cuando llame a mi amiga la cual organizaría la fiesta le mande una lista de músicas, y así como me encuentro ahora escribiendo en mi escritorio con la tinta del bolígrafo derramando cada palabra sobre las páginas de mi diario o como yo la llamaría mi libreta, de esta misma manera de lo que en aquel momento sentí, así mismo, saque aquella mientras le pedía al conductor que nos llevara al terminal, es decir, al lugar donde encontraríamos el bus que nos llevaría a ciénaga, empecé a escribir las canciones que en ese momento identificaban mi dolor. Pude sentir como Dios estuvo siempre de mi lado, o por lo menos así ese sentimiento compartido, no paso mucho tiempo después de haber entrado al auto en el que las ventanas de aquel se comenzaron a empañar, los ángeles del cielo seguramente dejaron de tocar las arpas, mientras solo escuchábamos el silencio además de las gotas de tristeza que caían del cielo, esas que corrían por el vidrio que a mi lado se encontraba, de allí en el asiento delantero al lado del conductor, así como mis lágrimas recorrían las mejillas de mi cara, cada vez con menos frecuencia pues aquellas gotas de mí se estaban acabando, mientras que quizás Dios en el cielo igual compartía mi llanto, a través de la tormenta.

De manera paralela, podía ver cómo nos seguía, o mejor dicho, me seguía a mí aquella sombra tras los espejos de las calles, de cada local que en sí portaba aquella libre forma de vender mediante el cristal, era ésa la que desde mi niñez jamás me había abandonado, pero no lograba saber que era lo que sucedía entre aquella sombra que los vidrios de mí alrededor veían, y yo. La oscuridad cada vez más se apoderaba de mí, el dolor era su alimento, yo su manjar, y aquella mi depredador, pero ¿será por mucho tiempo? Esa sombra que me seguía tenía un vínculo conmigo, lo podía sentir, era como si pudiera sentir mis clemencias, el dolor y sufrimiento en sí. Los acreedores a los que tampoco faltaba poco para enfrentar ya habían logrado adelantar su primer golpe, el primer round era todo de ellos en este momento, por esto debía estar preparado para el gran momento de la transgresión, ese momento que en poco llegaba. Empecé a escribir versos para mi madre, allí en el auto, la tinta del bolígrafo chino que en mi mano cargaba, era el pincel que mis palabras pintaban. De repente se detuvo el carro, ya había llegado en cuestión de minutos al lugar, poco a poco tenía el deseo de derramar sangre culpable, al salir, no me era difícil identificar quienes habían dañado otras vidas, como si un detector de sangres frías me intuía.



#23902 en Fantasía

En el texto hay: aventura, el primer amor, transgresores

Editado: 12.09.2020

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