Mi Princesa Omega (trilogía trillizos, Libro #2)

Capítulo 27

No quiero dañarte.

P.O.V. EMELY SCOTT. 

Félix no ha vuelto, vino en la tarde pero sólo terminamos discutió otra vez y lo eche de mi habitación… ni la noche se apareció ya son las 1:59 de la madrugada, todos ya están dormidos menos yo, que estoy sentada en el penúltimo escalón de la escalera abrazada a mis piernas y con la mira puesta en la puerta.

Chris vino un rato, me dijo que estaba con unos guerreros y qué no debía de preocuparme pero no funcionó, se quedó sentado junto a mi hasta que lo mande a dormir.

Nethan está durmiendo en el sofá como castigo de Joseline, me rie un rato eso ayudó a despejarme pero no fue mucho porque de nuevo me invadió el miedo y la preocupación.

Suspiro sin quitar para nada la vista de la puerta, quiero que regrese, la última vez no lo vi durante un año y no quiero que de nuevo pase eso.

Cierro mis ojos, tengo sueño pero no quiero ir a mi cama sin saber si Félix está bien. Escucho que la puerta es abierta y abro los ojos.

Felix se queda ahí parado, tiene la mejilla manchado de sangre al igual que su camiseta, asustada me levanto del escalón sin acercarme a él. 

-- ¡¿Pero qué te pasó?!

Él me mira por unos segundos -- No es mi sangre -- dice y cierra la puerta detrás de él pero no se mueve, se queda ahí parado sin saber qué hacer.

-- ¿Cómo que no es tu sangre? ¿Dónde estuviste?

Abre y cierra la boca sin saber qué decir exactamente, lo piensa unos segundos.

-- Sacado información.

A lo que se traduce, torturado a personas hasta llegar a matarlas si no dicen lo que quiere escuchar, papá le llama a eso buscando información.

-- ¿Y para eso te manchas tanto de sangre?

Vuelve a abrir y cerrar la boca buscando qué decir, nunca lo había visto así, manchado de sangre y eso apesta mucho.

-- Sube y bañate -- me hago a un lado y señaló las escaleras.

Él me mira y repasa mis expresiones, termina asintiendo con la cabeza y subiendo las escaleras con la cabeza gacha. Suspiro y vuelvo a sentarme en el escalón.

Me quedo ahí hasta que escucho como baja los escalones y de reojo veo como se sienta a mi lado, su cabello está mojado y la mejilla ya no la tiene manchada.

-- Perdón… -- dice finamente con la cabeza baja -- mi lobo no para de decir cosas… a veces es difícil callarlo.

Lo miró confundida -- ¿Qué cosas?

Feliz levanta la cabeza pero la vuelve a bajar como si estuviera avergonzado de lo que va a confesar.

-- Quiere que tome venganza, no para de hablar sobre cómo quiere matarlos, no para de repetir las mismas imágenes sangrientas que piensa recrear -- me mira y lo notó asustado -- me da miedo a que no me controle y te haga algo pero a veces se calma a poder olerte por eso no te quiero marcar todavía. Él es capaz de hacer cualquier cosa sin pensar y lo menos que quiero es que te dañe sin querer. No quiero dañarte, Emely.

-- No lo harás, tú sabes quién soy, lo has sabido toda mi vida, tu puedes controlar a tu lobo, él no es tan superior que ti. Félix, se que tu lobo es peligroso desde antes, lo pudiste controlar ¿Qué te hace pensar que ahora no? Eres lo suficiente fuerte para hacerlo, no sólo físicamente, luchar contra tu lobo es una lucha mental y yo te apoyaré, si quieres que me quedé a tu lado hasta que se calme, lo haré aunque sea tan tarde, no estás sólo, nunca lo estuviste. Siempre me has tenido, has tenido a Oscar, tu mejor amigo, a mi padre aunque diga que te odie por que eres mi pareja -- sonríe un poco -- puedes contar con él, con mis dos hermanos. Nunca has estado sólo y nunca lo estarás.

A siete con la cabeza pero aún se mantiene sentado y con la cabeza gacha, sus manos las mantiene en sus rodillas. Me levanto y me pongo entre sus piernas, él me rodea la cintura y dejó que pase su nariz por mi cuello.

Si eso lo calma, estoy dispuesta a estar siempre presente para calmarlo. Félix me aprieta a él.

-- Te quiero mucho, princesa -- sonrió y volteo la cabeza para mirarlo, levanto mi mano y acarició su mejilla, un rastro de barba se comienza a hacer.

Desde los 16 años me pregunté cómo se vería con la barba.

-- Te quiero mi príncipe -- él ríe -- ¿Te dejarías la barba? -- pregunto y me mira extrañado.

-- ¿Por qué me dejaría la barba? Es picosa.

-- ¿Ya te las ha dejado?

Vuelve a reír -- Años antes de saber de ti.

-- ¿Y eras guapo?

-- Siempre he sido guapo -- dice seguro de sí mismo y yo rio.

-- Claro y por eso los niños tenías piojos -- él rueda los ojos -- ¿Esa era tu única excusa?

-- En mi defensa tu padre apoyó esa idea y tú nunca quisiste piojos -- río.

-- Nadie quiere piojos, Félix.

-- Por eso la excusa era perfecta -- río.

-- Ya me imagino como serás si tenemos una hija -- sus ojos brillan ante la mención de tener una hija.

-- Bueno, mi hija será muy hermosa.

-- Claro, tendrá mi belleza y esperemos que no tu arrogancia -- sonrío y él ríe.

-- Nustros hijos serán únicos.

-- Como yo -- vuelve a reír y yo beso su mejilla.

-- Ya es hora de dormir, mañana tengo que salir con tu padre y tu debes descansar.

Se levanta al igual que yo pero antes que de la vuelta para subir los escalones extiendo mi brazos y sonríe al saber que es lo que quiero, tengo toda una vida para hacerlo.

Me toma de la cintura y me levantó, enrollo mis piernas en su torso y él deja sus manos en mi espalda.

-- ¿Desde cuándo querías que te cargue? -- pregunta subiendo los escalones con curiosidad.

-- Toda la vida, y lo haré siempre -- sonrió y dejó un beso en su mejilla -- tengo mucho sueño.

-- Debiste haberte dormido -- recuesto mi cabeza en su hombro -- debes descansar más.

-- No podía, no sabía dónde estabas y eso me preocupaba.

Suspira -- Lo siento, pero si venía haría algo de lo que me iba a arrepentir y ya he hecho suficiente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.