Mi profesor 2

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- Corta es la vida y largo el arte amigo mio.
- Un verano en Atenas y ya es una musa. - Rieron a carcajadas Andrés y Marc sentados en las butacas del avión a punto de despegar.
Mire por la ventana, oídos sordos. Los malditos no me dejaban disfrutar de nada. Bueno sí, de su empalagoso amor.
Grecia había sido y era mágica. Atenas una ciudad caótica total pero innegablemente maravillosa, no solo por la imponente Acrópolis o el monte Likavitos, de sus calles emanaba cultura y en sus mercados se respiraba un aire antiguo que te hacía recordar todo lo que en esa ciudad se vivió y te estremecías al entender porque algunos la llamaban la cuna de la civilización.

A la semana de visitar toda la ciudad decidimos alquilar un coche para descubrir las bellezas que según Demetrios, el hombre de la agencia, nos estábamos perdiendo. Era todo un personaje que sabía hablar español porque vivió durante años en Malága y al que Marcos muy en contra de lo que opinaba Andrés consideraba realmente guapo. Salimos dirección al Peloponeso y visitamos el canal de Corinto, Micenas y Nafplio, donde dormimos en una pensión con baño por 35 Euros en pleno casco antiguo que al parecer solo a mi me resultó que tenía mucho encanto. Pasamos por Mistras cruzando Esparta (que no tiene mayor interés que sacarte una foto con la estatua de Leónidas), Methoni, el puente de Patras (una maravilla arquitectónica), por Lepanto que tiene un puerto muy bonito rodeado de cafés y bares en los cuales nos hicimos miles de fotos y así durante dos increíbles meses en los que me di un merecido descanso.

Deje que mi mente se impregnara con esa gente y esa cultura y la llené de arte y vistas para que poco a poco fuera expulsando todos los pensamientos que cuando volviera a mi casa, me golpearían de lleno. Y sí, Alex era el protagonista de todos ellos. Después de leer la que era según Andrés y Marc, una auténtica declaración de amor decidí tomar el control. Lo nuestro, si es que algún día existió, fue simplemente una historia. Un capítulo más que prefería no tener que volver a leer nunca como aquél maldito libro. Me hizo daño, mucho daño. Tanto como para pasar semanas soñando con el, imaginando un final distinto, recordando cada palabra, cada mirada y cada momento hasta el punto de no reconocer que fue realmente real y que había añadido mi cabeza para hacerlo más bonito y menos triste. El se había ido y yo seguía ahí, con toda la vida por delante y dispuesta a no sufrir mas. Lo bueno de enamorarte así es que lo próximo no puede hacerte más daño. No me jodas destino.

Llegué a casa y todo seguía igual. Mis padres habían podido disfrutar de un tiempo a solas que creo que solo les sirvió para darse cuenta de que su matrimonio se basaba en la amistad y el compañerismo, cosa que yo ya sabía y que al parecer a ellos les servía. Mi hermana, como todos los veranos no había dado señales de vida más allá de sus publicaciones en Instagram, lo que me dejaba de un buen humor increíble. Tardé al menos tres horas para contarle a mi madre todo lo que había vivido en ese viaje. Creo que ni siquiera me escuchaba y solo intentaba indagar si había conocido a alguien especial. Pobrecilla, si supiera todo lo que había llovido (literalmente, yo de lágrimas). Alejé esos pensamientos de mi mente y me fui a dormir. Había vuelto, más fuerte y curada. Eso me repetiría día tras día hasta convertirlo en verdad. Esa noche seguro que soñaría con él.

El mes restante antes de empezar las clases fue un auténtico aburrimiento. El calor era insoportable y sin las playas Griegas asfixiante. Odiaba el verano tanto como tener que ir a tomar algo con la parejita feliz (Andrés y Marc) que caminaba por la calle cogida de la mano mientras yo solo cogía un helado, que ni me gustaba, solo para no tener las manos vacías. Triste pero cierto.
En el fondo estaba muy contenta por ellos. Se querían y durante estos años habían tenido que acumular las ganas de estar juntos que ahora había estallado muy empalagosamente. Cuanto más los veía más me volvía loca pensando como es posible que yo no me hubiese dado cuenta, como pude salir con Marc mientras Andrés sufría y como puede engañar un ego mal colocado. Les cogí un cariño casi maternal y solo esperaba que si algo saliese mal, no tuvieran que hacerme elegir, porque lo tendría difícil. Andrés se preocupaba en exceso por mí y sabía identificar en que momentos estaba pensando en Alex, el problema es que su solución era insultarlo y odiarlo para así hacer que yo lo insultara y odiara aún más. Marc en cambio me entendía más, sabía que eso no serviría de nada y que jamás podría odiarlo, por mucho daño que me hiciera, así que siempre cambiaba de tema cuando la conversación iba en esa dirección o cuando Andrés empezaba a repetir los insultos. Era mi salvador en secreto.

Poco antes de empezar las clases ya nos llegó un correo indicando nuestro horario y aula. Agradecí a todos los dioses conocidos y por conocer por haberme puesto en clase con la parejita feliz, quienes decidieron que no iban a tener muestras de cariño en clase para evitar comentarios ofensivos y bromas fáciles. A mi me daba pena por ellos pero creo que era algo sano, el amor en exceso también agobia. Yo estaba ilusionada con mi asignatura de historia del arte. Después de visitar Grecia y alucinar con sus obras descubrí que el arte me interesaba sobremanera. Ver esas maravillas que hace miles de años crearon sin necesidad de la tecnología que hoy en día tenemos me producía un cosquilleo emocionante. Y más que aprendería. No sabíamos quien sería el profesor pero eso poco importaba porque ni nuestro antiguo profesor de castellano (que por suerte no tendríamos este año) conseguiría destruirme esa clase. Decidí que el arte iba a ser mi vía de escape. Además no podía negar que el hecho de que este año no fuese a tener historia ni nada que se le pareciese, era un enorme alivio, aunque recordé sintiendo una punzada de dolor que él se había ido a otro pueblo con su increíble mujer y perfecto hijo.




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