Mi profesor 2

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La casa de Alex no se parecía en nada a él. Nada más cruzar el umbral de la puerta te dabas de cara con un amplio espacio, sin ninguna especie de recibidor, eso sí, muy luminoso para ser un piso. Era un salón comedor completamente unicolor, los sofás, las estanterías, los marcos e incluso los sillones eran de un color crema que a pesar de ser muy bonito, acababa cansando un poco. Solo rompían esa monotonía el piano, negro y reluciente a un lado de la habitación y la chimenea, que era de un mármol rojizo que a pesar de dar un toque elegante, distaba mucho con el resto de la casa. Eso sí, los muebles eran muy delicados. Tenía estanterías de estilo rococó llenas de libros y diferentes objetos, la mayoría antiguos, que daban un aire romántico a la casa, y los cuadros, que no eran pocos, mostraban paisajes de mar o puerto que transmitían una tranquilidad y una comodidad que se agradecía. Las alfombras, hasta tres conté solo en el salón, eran persas y parecían estar hechas a mano y costar mucho dinero, incluso viéndolas a distancia. Era una casa simple pero a la vez con extravagancias, como si hubiera sido decorada por dos personalidades completamente opuestas. Aún así, nada más entrar pude impregnarme con el olor de Alex, ese aroma que solo él tiene y activa cada célula de mi cuerpo, el que pocas veces había sentido de cerca y al que me tendría, gustosamente, que acostumbrar.

Me quiso enseñar el resto de la casa pero preferí verla otro día, teníamos poco tiempo y muchas cosas de las que hablar.

– Ponte cómoda ¿Quieres beber algo? – Parecía más nervioso que yo.

– Quiero que te sientes aquí conmigo ya – Contesté señalando su propio sofá. Pensar que ahí se había sentado, por no decir otras cosas, con su querida mujer me provocó cierta repulsión, pero yo sabía donde venía así que no podía quejarme.

Se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo. Ese era mi lugar favorito del mundo entero. Me besó la frente.

– Estas muy guapa, como casi siempre.

– ¿Casi?

– Cuando te comportas como una niña no estas nada guapa, reina.

Me daba mucho rabia que siempre me echara eso en cara y justo en el momento en el que mejor estábamos, como si él fuese maduro las 24 horas al día. Preferí dejar el tema, otros me interesaban mucho más.

– Lo que tu digas. Cuéntame pues.

– ¿Contarte el que?

– Hombre no hemos venido aquí para que vea tu mal gusto decorando casas.

Rió. Menos mal que no se lo había tomado mal.

– La mayoría de la casa está decorada por Julia.

¡Bingo! Primer descubrimiento: la susodicha se llamaba Julia.

– Vaya ya no podré llamar a mi futura hija Julia, que pena.

Me miró fijamente

– Te tomas pocas cosas en serio ¿verdad? – quiso saber.

– Tu te tomas demasiadas.

– Lleguemos a un punto intermedio.- sonaba como un profesor más que nunca.

– Señor, sí señor.

– Alicia...

– Alex que si, relax. Ahora sigue contándome, tengo curiosidad, dónde nació, a qué se dedica, como es, donde trabaja, ya sabes.

– ¿Acaso planeas matarla?

– Anda pero si sabes hacer chistes.

Me pellizcó.

– Vengaaaaa, no soy muy paciente.

– Se llama Julia y es profesora, igual que yo. Así nos conocimos, estudiábamos en la misma universidad.

No sé porque no me extrañaba que fuera profesora. Ahora tenía más curiosidad por saber cómo era físicamente, y para qué negarlo, esperaba ser mucho más atractiva, aunque el físico no lo fuera todo y bla. Solo la ví una vez el día del autobús y el bendito viaje a valencia, pero ni siquiera recordaba su aspecto, estaba muy ocupada odiándola.

– Qué más.

– Sinceramente no tengo nada más que decir. Mira sé que tienes curiosidad Ali pero tampoco me siento cómodo hablando de mi mujer y no pretendo que os conozcáis nunca, con lo que sabes ya es suficiente, a ella tampoco le haría gracia que te contara hasta el último detalle de su vida.

Me produjo cierta rabia que Alex defendiera o le importara la privacidad de esa mujer, pero claro, era su mujer y hasta cierto punto comprensible.

– Sólo algún detallito venga, ¿es rubia o morena?

– ¿Eso importa? Ya sabes mucho más que ella de ti, no te quejes.

¿Perdón?

– Espera, ¿no sabe que estamos juntos?

Alex me miraba como si le hubiese preguntado la tontería más grande del mundo.

– Alicia, obviamente no.

– Para mi no es tan obvio.

– Como le voy a decir que no quiero estar con ella porque me he enamorada de una alumna mía mientras estábamos intentando tener un hijo.

– Pues siendo sincero Alex.

– Y lo he sido. Ella sabe lo que ocurrió en Valencia, bueno, sabe que pasó algo con una chica y que eso es el motivo de nuestra separación pero no sabe quién eres tú. Créeme te ahorro a ti un problema.

– ¿Un problema a mí? No soy yo la que se está librando del marrón.

– No le voy a hacer sufrir diciéndole que me he enamorado de una chica 20 años menor que ella si no es necesario, Julia siempre ha tenido un complejo enorme solo porque tiene 10 años más que yo. Incluso me hacía prometerle que no le dejaría por eso.

En ese momento debería sentir pena hacia ella, porque yo estaba sintiendo en primera persona lo que era el hecho de que la edad supusiera un problema para estar con quien amas, aunque en mi situación fuese algo más bien al contrario. Pero no, cada vez que él hablaba de ella o se preocupada los celos que tenía dentro se mezclaban con mi inmadurez haciendo un cóctel explosivo y muy difícil de controlar.

– Hablas de ella como si aún la quisieras.

– Y la quiero, de una forma distinta a como la quería. Hemos pasado años maravillosos juntos y actualmente es la persona que mejor me conoce, prácticamente mi mejor amiga.

No sabía si Alex lo estaba diciendo a posta o no, pero si su intención era que me enfadara, estaba a punto de conseguirlo. Lo único que mantenía mi boca cerrada era el hecho de que me hubiese llamado niña minutos atrás, tenía que mostrar madurez.




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