Mi profesor 2

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Alex y yo seguimos viéndonos durante un mes entero cada tarde de mi "castigo" en su casa y poco a poco le fui conociendo aún más que en clase y de una manera especial, diferente. No era mucho el tiempo que teníamos pero lo pasábamos hablando, preguntando, conociendo cada detalle del otro y eso se agradecía. No podíamos salir como todas las parejas a tomar algo o al cine porque de seguro alguien conocido nos vería así que convertimos su casa, muy a mi pesar, en nuestro nidito de amor provisional, en el que también aprovechábamos para besarnos una y mil veces y acariciar cada rincón (no demasiado sexual) de su cuerpo. Queríamos esperar a estar en un lugar más nuestro y menos de Julia para poder entregarnos del todo. Eso era lo más puñeteramente difícil del mundo. Con un hombre como Alex y con unos ojos azulados-grises retener las ganas de arrancarle la ropa era un esfuerzo titánico. Cuanto más lo conocía más me enamoraba, más sexy me parecía y más le admiraba. Era un cabezón al que le gustaba tanto mandar como que le obedeciera, cosa que pocas veces pasaba pero que siempre resultaba en besos para mí. Era autoritario y su cariño lo daba a cuenta gotas, pero cuando se quitaba esa coraza dejaba entrever un Alex tierno que era el que más me enamoraba, aunque lo tuviera pocas veces.

Era feliz. Sí. Muy feliz. Estaba en un de esos momentos en la vida en los que te pasan tantas cosas buenas que temes que algo muy malo vaya a pasar, y yo lo temía a diario porque el destino nunca era tan complaciente conmigo. Era consciente de que en un momento dado mi relación con Alex tendría que ser reconocida y la gente acabaría por saberla. Mis padres, su mujer, su familia, el instituto, el pueblo entero. Decidimos que solo "saldríamos a la luz" cuando yo empezara la universidad porque según Alex le hacía parecer menos profesor asaltacunas. Yo siempre le picaba con eso y me reía aunque sabía de sobra que de saberse todo realmente su imagen quedaría un tanto dañada, además iba a meterse en un divorcio que por lo que me contaba no sería fácil y lo último que necesitaba era que su mujer me usara para quedarse con la guarda de su hijo, el cual aún no había conocido. Yo tenía ganas de conocerlo, porque sí, odiaba a Julia aunque apenas supiera de ella, pero no, no tenía la culpa de ser hijo de esa madre, y no podía olvidar que ese pequeño era mitad de mi maravilloso profesor.

En cuanto a mis amigos (los únicos que conocían esa relación) ambos seguían igual. Andrés cada vez iba aceptando más y más que lo mío con Alex no era un juego y que sus sentimientos eran reales mientras que Marc cada vez odiaba más a Alex y no perdía ni un día sin decirme que estaba cometiendo un error y que al final, saldría perjudicada. Empecé a sospechar un poco de tanto odio hacia una persona que apenas conocía, pero no quería preguntarle a Andrés nada y ponerle la mosca detrás de la oreja porque insistiría a Marc para que se lo contase e incluso acabarían discutiendo, Sin contar que si Marc sabía algo de Alex o había vivido alguna situación que le hiciera odiarle yo prefería no saberlo y sé que Andrés también no, era mejor dejar el tema y con el tiempo o bien se le pasaría o bien terminaría confesando, fuera lo que fuera que tuviera que confesar.

- Así que mañana serás una chica libre.- Su expresión de euforia me sorprendió. Alex solía ponerse contento por muy pocas cosas.

Era un jueves y para mi felicidad, el último día del castigo que sabiamente me había impuesto mi madre, lo que quería decir que era libre para salir por la noche, claro está, con mis amigas y más si era un viernes. Después de un mes entero sin salir y cumpliendo mi castigo escolar, mi madre sería muy benévola en cuanto a la hora que podría volver a casa.

- Pues si querido profesor, ¿acaso tiene algo en mente?.- le guiñé un ojo.

Estábamos en el sofá que yo había apodado como celestial por lo blanco y limpio que se veía siempre. El me rodeaba con sus brazos mientras entrelazábamos nuestras manos, yo estaba en la gloria, como siempre.

- Alguna que otra cosa me viene a la mente...- Me devolvió el guiño.

¿Estaría yo igual de sexy guiñando un simple ojo?

- A mi también.

Su expresión de sorpresa me hizo reír, Alex aún no se había acostumbrado a que yo le devolviera el flirteo, tiempo atrás cada vez que me soltaba algo así yo le respondía con una sonrisa enamorada tonta, pero cada vez controlaba mejor mi reacción ante sus encantos.

- Oh reina, lo mío te gustará más.- contestó acompañando sus palabras con un suave beso.

Que cabrón, él también había perfeccionado sus puñeteros encantos. Así no había manera de controlar nada.

Quedamos en que la noche siguiente sería especial, él no me quiso dar muchas pistas pero tampoco me iba a hacer muchas ilusiones, era consciente de que no podíamos salir y eso limitaba bastante las posibilidades. Me daba igual, yo solo lo necesitaba a él. Como siempre, vaya novedad.

Las horas no pasaban, los segundos eran eternos. Por fin iba a tener mi día especial con Alex, bueno, o eso quería, quizás él tenía un plan muy distinto al mio y solo quería mimos y abrazos. Voy a ser sincera, tenía ganas de entregarme completamente a él, desde que le vi supe que era a quien le quería dar algo tan especial, tenía que ser con él, con su olor, con su tacto. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, tan solo pensar en la posibilidad me producía una especie de miedo, excitación y ansias.

Llevaba un vestido corto, negro y ajustado. Estaba realmente sexy, tanto que hasta mis padres se sorprendieron y casi no me dejan salir. Pero lo conseguí, esa noche nada iba a fastidiar nuestros planos. No lo permitiría.

Y ahí estaba él, delante de mi, increíblemente guapo, más alto, más rubio y con esos ojazos aún más azulados que de costumbre. Llevaba una camisa blanca impoluta y unos sencillos pantalones negros de corte recto, que en él no tenían nada de sencillos. Dios era verdaderamente guapo ¿Cómo podría tener yo tanta suerte?




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