Mi profesor 2

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El miedo es una reacción normal y, lejos de lo que podamos pensar, es positiva. Nos alerta de que nos encontramos frente a un peligro, ante el cual se activan unos mecanismos que nos protegen. De esta forma, gracias al temor podemos pensar más deprisa, correr o saber cómo reaccionar. Sin embargo, a veces paraliza.

Eso es lo que me hizo a mi en ese momento. Delante de mis ojos estaba la mujer que más he odiado, la cual solo vi una vez en mi vida, besando al hombre del que estaba enamorada. Julia era una mujer realmente atractiva, mucho más de lo que recordaba. Ante mi estaba una rubia de 1,7o aproximadamente con unos ojos verdes claros, unos labios rojos al estilo "femme fatale" y una melena rebelde que le dotaba de un aire sexy y misterioso. Toda mi autoestima en ese momento se escondió muy dentro de mi. Ahora entendía porque me dijo Alex una vez que yo no era tan mujer como Julia, si parecía una niña de 12 años a su lado.

-¿Que haces aquí?.- Tenía voz de arpía, o eso me pareció.

Alex tenía la voz entrecortada. Su cara de pánico era difícil de esconder y por primera vez desde que le había conocido pude ver temor en su mirada. Mientras procesaba tanta información no me di cuenta que habían pasado ya unos segundos desde que ella nos había sorprendido. Yo seguía sentada, con lo cual me sentía aún más inferior a ella. Dejé la copa en la mesa y me levanté.

- No recuerdo que esta haya dejado de ser mi casa en ningún momento.

Escuchándola más atentamente pude darme cuenta de que en su tono había también odio, una rabia que solo una mujer puede diferenciar. Estaba celosa.

- Ni la mia, podrías haberme avisado antes de venir.- Alex ya había recuperado su tono habitual.

- ¿Para que pudieras irte con tu zorrita a otra parte?

En ese momento la miré directamente a los ojos.

- ¿Que me has llamado?

- Lo que eres guapa, porque hay que ser muy baja para ir tirándote al marido de otras siendo prácticamente una niña.

Todo el pánico que había sentido se había convertido en una rabia que apenas podía controlar, estaba temblando y tenía ganas de agarrarla por los pelos y arrastrarla por todo el salón, si no me sacara una cabeza y no tuviera a un bebe en brazos ¿quien se creía que era?

- Creo que es mejor que te vayas.

Oír la voz de Alex me calmó por un segundo, hasta que me di cuenta de que era a mi a quien se dirigía. Le miré a los ojos con tal rabia que creo que incluso él pudo imaginarse todo lo que en ese momento le estaba gritando. ¿Se puede saber por qué cojones no me había defendido? Su mujer me estaba insultando de forma descarada y él apenas había mostrado que le importaba. Podía haberle gritado diciendo lo mal que me sentía por su actitud y por querer echarme de su casa, pero no le iba a dar ese gusto a la zorra de su mujer. Así que cogí mi chaqueta que gracias a dios seguía en el sofá y me dirigí a la puerta sin dirigirle la palabra. Una cosa es que no quisiera que Julia nos viera discutir y otra que no me doliera lo que estaba haciendo, pero ya tendría tiempo de reprochárselo, y mucho. Al llegar a la puerta Julia se me quedó mirando como si tuviera pena de mi, con una mirada de inferioridad y cierto placer por lo que estaba sucediendo y por el hecho de que el imbécil de Alex me estuviera echando, tal era su desprecio que me produjo un nudo en la garganta. Me sentía realmente mal pero no iba a apartar la mirada, quería demostrar la misma fuerza que ella aparentaba. Se apartó a un lado para dejarme salir y cuando cerré la puerta detrás de mi las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos como si llevaran años esperando. Esa mujer con tan solo dos frases y una mirada había conseguido que me sintiera como una mierda. ¿Como pudo Alex enamorarse de ella? O mejor dicho ¿Como podía estar tan enamorado de mi si ella y yo eramos completamente diferentes?

Llegué a casa mucho mas tarde de lo que debería haber llegado. Cuando salí de la casa de Alex estaba demasiado afectada para pensar con claridad y pedir un taxi de vuelta a mi casa inmediatamente, por lo que decidí sentarme en el banco de un parque cercano por lo que al parecer habían sido horas. Mi cabeza estaba dando vueltas y vueltas, era tanta la información que había recibido en apenas unos minutos que no sabía ni por donde empezar. Julia era completamente diferente a como me la había imaginado. Era como ver a Alex pero en mujer, con esa mirada poderosa y esa forma de hacer daño con las palabras cuando se lo proponía. Aún con todos sus esfuerzos para esconderlo y la entereza que había mostrado no se me olvidaba su cara de celos que juraría que había visto. ¿Celosa de mí? ¿Como es posible? Ella era mil veces más atractiva, más mujer y aparentemente más lista que yo, aunque fuera un bicho de cuidado, al menos para mi. Me había quedado tan paralizada que ni siquiera recordaba como era su hijo, era la primera vez que veía a su amado bebé y no recordaba su cara. Normal, con esa bruja como para acordarme de algo más. Es como si hubiese sido un sueño del cual aún no me había despertado. Y luego estaba Alex, su reacción era de lejos la que me había esperado, su mujer me había atacado abiertamente y de una forma muy sucia, y él no había sido capaz de decirle absolutamente nada. ¿Sería siempre así? ¿Dejaría que Julia pasara por encima de mi todas las veces que quisiera? Porque yo no lo iba a permitir.

Para cuando llegué a mi casa estaba demasiado cansada y opté por irme directamente a dormir, hasta el lunes no iba a ver a Alex por lo que sería un fin de semana bastante largo. Podría llamarle o mandarle algún mensaje, pero nunca nos comunicábamos por teléfono a petición mía, ya que mi madre era muy cotilla y no quería arriesgarme, además no era yo quien tenía que buscarle sino al revés, y más le valía arrastrarse bien, porque el enfado que llevaba encima no era poca cosa.

Los sábados habían dejado de ser mis días favoritos en cuanto empecé a estar con Alex. Era el día de descanso y el preferido por la gran mayoría de personas, pero para mi suponía estar lejos de él y no verle hasta el lunes, por lo que acabé cogiéndole un poco de odio. Ese sábado era distinto. Después de la noche anterior era un soplo de aire fresco saber que no me tendría que enfrentar a toda esa situación todavía. Decidí poner al día mis deberes y todo lo relacionado a clase, sin pensar demasiado en lo obvio pero acabé dándome cuenta de que era imposible, así que me puse mi mejor chándal de los momentos frustrantes y salí a correr para despejar la mente, sudar un poco y huir, literalmente, de mis pensamientos.
Decidí tomar el camino más rápido para rodear el pueblo entero. Yo no era una chica de hacer mucho ejercicio, es más, no hacía nunca. Con todo, siempre se me dio de lujo correr, en los retos de running de clase siempre salia victoriosa e incluso mis profesores de educación física me preguntaban si me dedicaba profesionalmente. Supongo que tenía una especie de talento, aunque pensándolo bien correr era la cosa más sencilla que un humano podía hacer. Se notaba que estaba intentando sacar cualidades mías por doquier, seguramente no tenía nada que ver con el sentimiento de inferioridad por el que pasé la noche anterior. Nunca había tenido problemas en eso de sentirme guapa, atractiva o lo como se llamara. No me consideraba fea o poco agraciada, pero desde que había empezado todo con Alex incluso la forma de verme a mi misma había cambiado. A decir verdad desde que empezó todo muchas cosas en mi habían cambiado y me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no me paraba a pensar en todo eso. Estaba tan empeñada en vivir mi cuento de hadas que olvidé que en la vida real, después del comieron perdices el cuento continuaba, y el mio pintaba muy mal.




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