Mi profesor 2

16

Las palabras de Dereck seguían retumbando en mi cerebro. Todas y cada una de ellas. Yo no había hablado, no era capaz de articular palabra. Solo escuchaba. Ahora, en mi habitación, todo empezaba a dar vueltas. Me senté en la cama para no caerme y empecé a llorar. Un llanto descontrolado pero silencioso. Mi mundo se había venido abajo en apenas unos minutos.

Maria. Ese era el nombre de la alumna que se enamoró de Alex hacía ya unos años. Según Dereck, la caso acabó mal hasta el punto de que ella, una chica de 15 años, se suicidó tirándose de la ventana de su propia clase, dejando una nota que implicaba directamente a su profesor de Historia. No hubo ninguna prueba que confirmara su relación, por lo que solo salio de aquello con la reputación algo dañada. En el instituto ese tema jamas se tocaba.

Unas tremendas ganas de vomitar surgieron en mi interior. Necesitaba tranquilizarme si quería no llamar la atención de mis padres, pero yo me conocía y sabía que solo había una forma de conseguirlo. Tragué saliva y salí de nuevo de mi casa con el mayor sigilo, mis padres no me habían oído entrar por lo que quizás tampoco salir. Así evitaba las explicaciones. Con algo de dinero que había cogido de la cartera de mi madre pedí un taxi y me dirigí a su casa con la voz de Dereck aún en mi cabeza.

Era casi la una de la mañana cuando llegué a la puerta de la casa de Alex. Mi corazón latía tan rápido que en cualquier momento saldría de mi pecho y se iría corriendo. No se lo reprocharía. Toqué el timbre y al cabo de uno segundos la puerta se abrió. Gracias a Dios fue Alex quien abrió la puerta, había olvidado completamente que Julia también estaría dentro. A esas alturas me daba completamente igual. Mirarle fue lo más doloroso de todo. Su mirada pasó de la sorpresa a una leve alegría, que duró muy poco, seguramente porque mi expresión no era la mas amigable de todas.

-Alicia ¿Que haces aquí? ¿Pasa algo?

Y de pronto empece a llorar de nuevo. No podía hacerlo. No podía mirarle a los ojos y creer todo aquello. Solo podía ser una broma muy pesada. Alex agarró mi cara con sus manos y yo le di un manotazo involuntario.

- ¡No me toques! ¡No quiero que me toques!.- le grité mas fuerte de lo que pretendía.

- ¿Que dices? ¿Que te pasa? .-me contestó con desesperación.

- Maria.

Su postura se endureció. Su mirada era mas indescifrable que nunca, pero juraría que hubo un atisbo de tristeza. O quizás culpa. Supe al instante que todo era verdad.

- ¿Como lo has sabido?

¿ESO ERA LO ÚNICO QUE LE PREOCUPABA?

- ¿Como lo he sabido? Eres un capullo ¿Como has podido?.- le pregunté con la voz ahogada por el llanto.

Me agarró las manos y en ese momento una fuerza superior a mi se apoderó de mi cuerpo. Me solté y le di un bofetón en la cara sin ni siquiera darme cuenta. Solo una persona se sorprendió mas que yo y fue el mismo Alex. Su expresión desesperada se transformó en rabia. Me di la vuelta y huí lo más rápido posible sin mirar atrás.

Hacía ya media hora que había dejado la casa de Alex. Y llevaba ya media hora sentada en aquel banco intentando poner en orden mis pensamientos. El frío empezaba ya a notarse pero al menos había dejado de temblar. La ultima hora había sido una autentica locura. Fui a ver a Alex con la intención de recibir respuestas pero me equivoqué claramente. No estaba en condición de oír nada en ese momento y me dejé llevar por la rabia. Lo mas sorprendente es que no había un ápice de arrepentimiento en mi. Él me había mentido, me había mentido tanto que me sentía como una autentica estúpida. Alex ya había estado con otra alumna antes que conmigo, y le había hecho tanto daño que la pobre chica se quitó la vida. Ella mas que nadie sabia el efecto que producía ese profesor de Historia. Era como una droga, una maravillosa y destructiva droga. Lo acababas necesitando y deseando mas que a nada. A mi me había pasado exactamente lo mismo. Había caído como una tonta y ahora estaba enamorada de un asalta cunas de primera. Era como si su corazón se estuviera partiendo en dos, como si todo lo que hubiese pasado fuese un sueño. Un estúpido sueño de niña pequeña. Las lagrimas volvieron a recorrer mis mejillas. Hasta entonces no era consciente de lo enamorada que estaba de Alex.

Con un esfuerzo titánico logré llamar a otro taxi y volver a casa. Necesitaba el calor de mi cama para poder llorar durante lo que quedaba de noche y regodearme en mi miseria. Me merecía todo eso por lo imbécil que había sido. En esos momentos Julia estaría riéndose en mi cara y con razón. ¿Como era capaz de estar con un hombre así? Estaba claro que ambos eran tal para cual, de ahí que llevaran tanto tiempo juntos.

El día siguiente con mucha habilidad e ingenio, conseguí convencer a mi madre de que me encontraba muy enferma como para poder ir a clase. No sería capaz de verle y mucho menos de ver a la zorra de su mujer. Al menos durante ese día, me libraría. Fue peor de lo que pensaba. Estar el día entero en mi cama solo había servido para que todo aquello me diera mas asco y mas rabia. Estuve el día entero pensando en todos los momentos que había pasado con Alex, todos los planes que como una tonta había hecho. Yo le quería, le quería de verdad y llegué a creer que fuera posible que él también. ¿Hasta cuando iba a seguir haciéndome caso para luego partirme el corazón? ¿Que ganaba el con todo eso? Y esa chica. Pobre chica. Intenté buscar en internet noticias sobre lo sucedido en el instituto pero no encontré nada. Si no fuera por mi conversación con Alex (si es que se le podía llamar así) pensaría que era todo una mentira enorme. Pero no, por mucho que lo deseara no. También había algo que rondaba mi cabeza una y otra vez. ¿Porque Dereck había decidido contarme eso? ¿Que ganaba el con traicionar a su hermano? Puede que sintiera tanta pena de mi que decidiera decirme la verdad. Que patético todo.

No se me daba muy bien mentir, por lo que cuando se hizo de tarde mi madre se dio cuenta de que lo que tenia era mas cuento que otra cosa. Mejor, así al menos podría dar una vuelta y despejar mi cabeza, ver a Andres y contarle todo. Tenía que contarle algo a alguien o acabaría perdiendo la cabeza. Me vestí rápidamente y de cualquier forma, y después de oír la riña de mi madre por faltar a clase sin necesidad, salí sin saber muy bien en que dirección tirar.
Allí de pie en mi puerta me imagine contándole todo a Andrés o a Marcos y lo ridículo que sonaría, las veces que me dirían que "ellos me avisaron" y lo mucho que acabaría llorando, o peor aún, estar dando vueltas por las calles sin una dirección fija y corriendo el riesgo de encontrarme con ÉL. El miedo a que eso ultimo pasara me invadió. No había sido una buena idea eso de salir. Me giré, aun en la puerta de mi casa y antes de poder meter la llave una voz detrás de mi me sobresaltó. No necesitaba darme la vuelta para saber de quien se trataba, pero aún así lo hice.




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