Mi profesor 2

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- Estas fabulosa.- exclamó Andrés nada mas verme.

Le contesté con una leve sonrisa algo falsa. No estaba de humor para nada. Mucho menos para salir de fiesta.
Después de una hora dándome innumerables argumentos para convencerme de que en mi situación lo mejor era distraerme, accedí a una noche "loca" de fiesta con mis dos amigos. Desde el momento en que acepté supe que era una mala idea.
A pesar de todo, hasta yo misma tenía que admitir que estaba fabulosa. Llevaba un vestido ajustado rojo pasión y una coleta alta un tanto despeinada, que me daba un aire divertido y sexy. Hacia mucho que no me arreglaba y verme tan atractiva me animo un poco. Alex no tenía ni idea de que se había perdido. Otra vez sus ojos azulados-grises me vinieron a la cabeza y la tristeza me inundó el corazón. Joder que difícil iba a ser aquello.

- Venga, como lleguemos mas tarde lo único que vas a encontrar son borrachos desesperados.- gritó Marc viniendo desde el salón.

- No quiero salir para encontrar nada.

- Oye un dulce no mata a nadie.- me susurró Andrés mientras ambos me guiñaban el ojo.

Eran tal para cual. Que bonito cuando el amor si funciona.

- Os aviso a los dos, quiero salir para distraerme, bailar y pasarlo bien. ¿Puede una chica guapa salir a bailar con sus amigos sin necesidad de nada más? ¿Es mucho pedir? Porque si lo es me quedo en casa.- contesté rotunda.

Por sus miradas lo habían entendido. Gracias a dios. No aguantaría una noche de como mis dos amigos con su perfecta relación me intentaban buscar un ligue. Además, no me gustaba los ligues. Yo quería a una sola persona, y aunque no fuera a estar con él, no estaba ni de lejos preparada para nada ni nadie.

Tardamos una media hora más en salir hacia la discoteca, a mi ya me había entrado el sueño, pero con esos dos como compañía, era imposible dormirse. Andrés y Marc estaban en un punto crucial de su relación, tenían la confianza de una pareja que lleva mucho tiempo saliendo pero al mismo tiempo también la monotonía. Siempre estaban juntos, hacían lo mismo y la emoción de las primeras veces era casi inexistente. O salían de ese bucle y le daban mas emoción a su relación o acabarían muy mal. Deseaba con todas mis fuerzas que lo suyo acabara bien. Solo por ellos aún creía en el amor.

En un pueblo tan pequeño como el nuestro, la única discoteca que valía la pena era La Sala. Lo sé, un nombre muy cutre para una discoteca, pero no había nada mejor. Era pequeña y un poco fea, sus paredes estaban cubiertas de mini cristalitos transparentes y trozos de pared pintadas de rojo. La barra era mitad plateada mitad negra como el suelo y tan larga como la pista de baile. En resumen, era una habitación rectangular llena de gente. A la mayoría le encantaba, a mi me acababa agobiando.
Nada más entrar el ambiente de música alta y gente bailando hizo que quisiera volver a mi casa lo antes posible, pero después de mi primer cubata esa sensación dio paso a cierta alegría, provocada evidentemente por el alcohol. Era agradable no pensar, era agradable oír la música y dejar que mi cuerpo bailara a su ritmo. Reggaeton del tipico de discoteca era suficiente para que los tres estuviéramos dándolo todo a la hora de haber llegado.

Me lo estaba pasando realmente bien, por primera vez en mucho tiempo me lo estaba pasando bien. Estaba sudando de tanto bailar y probablemente muy despeinada. Me daba igual, todo en ese momento me daba igual. Andrés me traía mi tercer cubata y aunque me advirtió que sería el ultimo, no pensaba hacerle caso. Mi cabeza había dejado de pensar en profesores y ojos azules y eso me producía una infinita felicidad.
De pronto una idea invadió mi mente. Una idea peligrosa que me sacó una sonrisa. Cogí el teléfono decidida y busqué entre mis contactos un nombre. Me costó unos instantes escribir el mensaje ya que el alcohol y la iluminación de local me produjeron un ligero mareo, aun así conseguí enviarlo con éxito. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo, como cuando era pequeña y había acabado de cometer una travesura. La vibración del teléfono me devolvió a la realidad. Vaya que rápido. Leí el mensaje con incredulidad y alegría. Sin pensarlo dos veces, busqué a Andrés que aun estaba a mi lado y me acerqué a el para que me oyera.

- Oye yo me voy.- le grité casi en el oído.

- ¿Qué? ¿A donde? Espera que te acompañamos.

- No, no, no hace falta.

- Alicia has bebido ¿Donde se supone que te vas?.- me miró preocupado.

- No te preocupes, ya os contaré, esta todo bien.- le respondí yéndome.

Y tanto que estaba todo bien, estaba todo genial. Si era cierto que había bebido pero no tanto como para no darme cuenta de lo que hacía. Simplemente estaba mas valiente. No podía negar que lo que tenía en mente era un error, pero estaba harta de hacer siempre lo correcto y recibir palos y mas palos. Iba a hacer lo que me dieras la gana. Me repetí esa frase una y otra vez. Me la repetí al salir de la discoteca, me la repetí mientras subía al taxi y me la repetí una vez más plantada en el portal del apartamento de Silas.

Antes de tocar el timbre me paré unos instantes a pensar en como había llegado hasta ahí. En un segundo estaba bailando con mis amigos y siendo feliz y ahora estaba en la puerta del apartamento de Silas. Le envié un mensaje pidiéndole que nos viéramos algún día para despedirnos, y el me contestó con un "ahora estoy disponible" y al dirección de su casa. Probablemente impulsada por el alcohol no dudé un segundo. Ahora, delante de esa puerta y mas serena tuve dudas. Mi teléfono tocó y pensé que sería él, pero en la pantalla, para mi alivio, apareció el nombre de Marc.

- Oye ¿donde coño estas?.- Sonaba muy borracho.

- Marc tranquilo, he venido a ver a un amigo. Estoy bien, es más, creo que me voy a casa.

- ¿Un amigo?.- Hablaba arrastrando las palabras mientras al fondo oía como Andrés intentaba quitarle el teléfono. Algo pasaba.

- Sí, un amigo y no es Alex, no os preocupéis.




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