— ¡¿Mássimo?!.
Solo mirarlo me hace sentir estúpida, frustrada, estresada y sobre todo engañada.
— ¡¿Que le has hecho Verónica?!— pregunto hecha una furia al verla tan contenta.
— Nada que el no allá querido. — dijo la pelinegra arreglandose —ahora si me permites debo irme a disfrutar de la fiesta.— finalizó y salió. Pero antes de que se fuera tomo de su brazo.
— Escucha, conocí a personas desagradables pero no tanto como tú, eres una pésima amiga, eres una persona horrible— apreté mi agarré y note como comienza a chillar de dolor.
— Ana me estas lastimando...
— ¿Acaso no es lo que tú querías hacerme?.
— Déjame y no diré nada — apreté más mi agarré — Ana por favor.
— Quiero que te vayas ahora de mi hogar y que no vuelvas a dirigirme la palabra nunca mas.— ella afirmó con la cabeza repetidas veces y se fue.
Entro a la habitación y lo veo, está durmiendo boca abajo su marcada espalda está descubierta con manchas corridas del labial de Verónica y su pantalon está desordenado, doy una última mirada y cierro la puerta.
Desilusionada por haber confiado en el bajo las escaleras y me encuentro con Isaac.
— ¿Estás bien Martínez?.
— Si Jennsen.
Me acerca hacia el y rodea mi hombro con su brazo.
— No se lo que te allá sucedido pero si se que hiciste una fiesta y hay que disfrutarla.
— Tienes razón.
_____
Me la estaba pasando genial con Isaac, era un chico muy divertido, gracioso y exelente bailarín todo marchaba bien hasta que sus ojos se pusieron en blanco y comenzó a alejarse, unas manos tomaron mi cintura y comenzaron a girarme.
— Ahora es mi turno— dijo todo sonriente.
— Déjame en paz Mássimo.
— ¿Que te sucede amor?.
— ¿Amor?, Me estás haciendo una broma ¿verdad?.
— No comprendo lo que dices.— golpeé su mejilla derecha.
— Vete de mi hogar y no vuelvas.— mi voz comenzó a quebrarse.
— No me iré, yo te amo Ana.
— No, no lo haces.
— De que hablas.
— ¡TE HAS ACOSTADO CON VERÓNICA IMBÉCIL!.— grito y las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.
— ¿De que hablas Ana?— preguntó secando mis lágrimas.
— ¿Como te encontraste?.
— ¿Que?
— ¡¿Cómo te encontraste?!
— En mi cama con un dolor de cabeza y… — hizo una pausa— No amor no es lo que creés.
— ¿Estás seguro?.— Tome su brazo y lo lleve hasta el interior de mi hogar.— Quítate la camisa.
— ¿Que?.
— ¡Que te la quites! — el lo hizo— mira mis labios — obedeció— ahora mira este recorrido de besos desde tu cuello hasta tu abdomen. No son del mismo tono ¿verdad?
— No, no, te juro que yo no hice nada Ana, créeme.— sus ojos se cristalizaron, ese acto estrujó mi corazón, deseaba perdonarle pero mi orgullo pudo más.
— Toma tus cosas y… vete Mássimo… por favor — dije sin mirarlo.
El tomo mi rostro entre sus manos y me miro — Yo no hice nada Ana créeme, te lo he dicho muchas veces yo te amo Ana, estoy enamorado de ti desde el primer día en que te vi.— junta sus labios con los míos y me besa siento su preocupación, su dolor y sobre todo la angustia que hay entre los dos.
Paso mi mano por su cabello rebelde pero la detengo cuando siento un líquido tocarla. Mássimo chilla de dolor y yo de horror.
— Mássimo es… sangre — las lágrimas amenazaban por salir nuevamente. — la perra te lastimo.
— Eres muy linda cuando estás celosa.— dijo aún con su cara de dolor.
— ¡MÁSSIMO! Acaso no mides las consecuencias, te puedes morir desangrado.
— Que exagerada solo es un rasponsito — ruedo los ojos.
— Iremos al hospital ahora.
— Ana, no quiero arruinarte la fiesta.
— Lo hiciste desde hace mucho,— noto como le duele que le dijera eso— ahora sube a tu auto que iremos al hospital.— finalizo intentando ser más amable.
El me obedece voy hasta el patio trasero y le pido a Melody que apartir de ahora se haga cargo de la fiesta que debo ir al hospital a lo que ella accede.
— Ahora debo ir por los papeles, confío en ti Melody.
Ella sonríe amigable y se aleja.
Llegó al auto veo a Mássimo con lágrimas en sus lindos ojos, dejo mi orgullo a un lado y lo abrazo.
— Ana no quiero perderte, te juro que no hice nada de lo que tu piensas, créeme por favor.
Tomo su mentón y lo levanto para poder ver esos hermosos grises ojos— Dime lo que sucedió y te creeré.— intento ser firme pero se me es difícil con tal escena.
— Estaba en mi habitación terminando de arreglarme cuando ví a Verónica entrar a esta, me preguntó si podíamos hablar a lo que yo conteste que si, que bajaba en unos minutos, ella cerró la puerta con seguro y se desnudo completamente, cerré mis ojos y le pedí que se vistiera, ella se opuso y se acerco peligrosamente hasta chocar su respiración con la mia, le di la espalda y comenzó a hablar, dijo que le gustó y que quiere que termine contigo porque tu no estás a mi nivel y que ella en cambio si lo estaba ya que ella es toda una mujer.
Le pedí que se fuera, que yo no quería ningún tipo de problemas contigo a lo que ella me contestó que sino terminaba nuestra relación por las buenas lo haría ella por las malás, le dije que no me amenazara pero mucha importancia no le dió, lo último que recuerdo es que sentí un gran dolor en mi cabeza.
— Todo eso es ¿cierto? — mi voz quebradiza se hace presente, el toma mi mentón.
— Nunca te mentiría a ti Ana.— bese su frente y comencé a conducir, si Mássimo también me enseñó a conducir.
Llegamos en unos minutos al hospital ya que según mi acompañante conduzco como Toretto de Rápidos y furiosos que por cierto es una de mis películas favoritas.
— Eres una Loca con nuestro hijo — no es tierno dijo que su auto es nuestro — pero así me gustas.
Sonrió— Y solo espera cuando me veas en mi motocicleta.
— La niña dulce ¿tiene una motocicleta?— sonrío.
— Ya vamos a qué te borden la cabeza antes de que se te salga el cerebro.