Mi profesor I

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Con el paso del tiempo podía afirmar 4 cosas: El bachillerato no era tan difícil como lo pintaban, Marc me caía bien y no era tan tonto como pensaba, me lo pasaba muy bien en las clases con mis amigas y Alex era el mejor profesor que había tenido. La promesa de respetarlo la seguía a rajatabla, le admiraba de verdad porque me explicó, en una de nuestras tantas conversaciones, como llegó a estudiar Historia.

- Yo diría que es porque como en tu época vivías tantas guerras, pues dijiste; tendré que estudiarlas.

- Más que política yo te veo en el club de la comedia. Ah no, que hace falta carisma.

- Jaja, muy gracioso. Va, dime como es que he llegado a tenerte como torturador de historia.

- Obviando que te encantan mis clases y que lo sé de sobra te lo diré. Yo había empezado a estudiar medicina porque era lo que mis padres siempre habían querido.

- Espera ¿Eras de ciencias entonces?

- Exacto. Pero siempre me apasionaron las letras y sobretodo historia. Así que cuando estaba en el segundo año de medicina decidí dejarlo todo. Estaba cansado de tener que hacer una carrera que a mi no me gustaba porque mis padres fueran felices, vale que se sacrificaron mucho por hacer que yo llegara hasta ahí, pero tenía que vivir mi vida como yo quería. Me metí en la carrera de Historia y mis padres dejaron de hablarme. Me echaron de casa y me tuve que buscar la vida.
Acabé trabajando por las noches y estudiando durante todo el día.

- ¿De gigoló?

- No sé para que te cuento las cosas.

- Que es bromaaaaaaa. En serio, tus padres son muy exagerados y tu eres un valiente.

- Vaya, mi pesadilla de alumna diciéndome un cumplido. ¿Puedo tenerlo por escrito?

- Que sepas que lo de pesadilla me ha dolido.

- Es broma reina, no te preocupes.

Había empezado a llamarme "reina" cuando estábamos solos porque decía que se me quedaba pequeña la política. Que yo nací para ser monarca, con Isabel II. Ese día casi le pego.

- ¿Y ahora te hablas con ellos?.- Devolví mi atención a la conversación.

- Bueno, un poco más que antes porque han visto que me lo he tomado en serio y que me ha dado frutos. Soy feliz y eso es lo que más les importa.

- Vaya quien diría que eres feliz.

- Pues mi vida está llena de paz. Para que lo sepas. Excepto cuando hablo contigo.

No pude ocultar mi risa.

- Enhorabuena Dalai Lama.

Ahora fue él quien no pudo evitar sonreír.
Realmente había acertado dedicándose a enseñar, porque se le daba increíblemente bien, recordaba nombre de ríos en países que no sabia que existían y eso, por tonto que fuera, me fascinaba. Le admiraba, estaba claro. Me enseñaba Historia de una manera que hacía que me encantara más aún. Sus clases siempre se me hacían cortas y el día que no tenía Historia, muy largo. Con todo ello, no conseguía sentirme completamente cómoda en sus clases, porque en cuanto me miraba directamente a los ojos desviaba la mirada, no era capaz. Esos enormes ojos azulados-grises era un reto que no quería superar. Me ponía nerviosa a pesar de que los dos teníamos una gran amistad y cierta confianza.

Además descubrí con el invierno que vestía muy, pero que muy bien. Con unas camisas elegantes y unos polos modernos. El hombre tenía buena planta, para que negarlo. No es que fuera guapo, era del montón pero con una personalidad mucho más que atractiva. A los dos meses ya tenía un grupito de chicas de clase (las amiguis de toda la life) que con perdón por la palabra "se lo follarían".Yo no pertenecía a ese grupo, solamente me gustaba como profesor y le admiraba mucho.

- ¿Y cuántas veces te ha mirado hoy el séquito?

Indagué nada más acabar un viernes de clase.

- ¿Estás celosa?

- Si mucho.- contesté lo más irónica que pude.- No me digas que no te das cuenta.

- Pues que quieres que te diga, son mis alumnas y punto, no tengo apenas relación con ellas. No me interesa nada de eso y además es una situación muy poco cómoda.

- Yo también soy una de tus alumnas y te caigo increíblemente bien.

- Claro, si tu misma te lo dices.

- ¿Me vas a decir que soy una alumna más?

- Eres una reina, ya lo sabes.- Y me guiño unos de esos enormes ojos.

Ese día me gustó más que ninguno que me llamara así, y mas acompañado de ese guiño.
En cuanto al resto de mi vida, sí, me llevaba bien con Marc. Lo de si dos ex pueden o no ser amigos es muy relativo, algunos dirán que sí y otros que no, Marc y yo como descubriríamos un tiempo después no podíamos. Pero no adelantemos acontecimientos.
Ese día llegué algo tarde a casa porque tuve que acompañar a Andrés a su aburrida clase de flauta, instrumento que él odiaba y que servía de pretexto para las burlas de Marcos. Pero Andrés era así, si empezaba algo, tenía que seguir con ello hasta acabar y solo le quedaba 1 año. De camino a casa, pudimos hablar más tranquilamente.

- ¿Qué te parecen los chicos de clase?- Me sorprendió su pregunta.

-Pues no sé, algunos muy retrasados y otros simpáticos, Carlos es muy majo y me está empezando a caer bien.

- Digo si te gusta alguno Ali.- A esas alturas ya había captado la pregunta.

- Pues no lo he pensado, pero por ahora no.- No vayas por ahí Andrés.

- ¿Por ahora? Bueno...¿ Y Marc?.- Esta vez su voz sonó más ansiosa.
Puse los ojos en blanco.

- Sabes de sobra que ocurre con Marc, no entiendo a que vienen tus celos

- No son celos, es que conozco bien tu gustó por tropezar dos veces en la misma piedra, encariñarte con ella y llevártela a casa.- En el instante que soltó la última palabra supo que se había equivocado.

- ¿Tú eres tonto o la flauta te quita neuronas?

- Lo siento, sabes a que me refiero.

- No, no lo sé ni quiero saberlo. A partir de aquí ya puedes ir solo a tu casa que yo tengo que ir a buscar piedras.- Y me fui sin prestar atención a su gesto de indignación.

Esa noche me fui a dormir sin mirar el móvil para no tener que aceptar el perdón que sabía que me mandaría Andrés, que sufriera un poco más.




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