Mi profesor I

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No podía ser verdad. ¿Me iba a contar que le había tirado los tejos a su mujer? ¿Por qué ahora? ¿Me había notado rara?

Silas era listo y sabía que al no obtener una respuesta clara por su parte, buscaría mis propias fuentes. Pero, ¿Y si estaba diciendo la verdad? Teníamos mucha confianza y no sería raro que él me lo confesara. Con todas esas preguntas pasé el resto del día de clases, ansiosa y preocupada por partes iguales. No quería tener que cortar mi relación con él y si me mentía era lo que iba a hacer, vale que le tire a quien quiera pero que intente engañarme no.

Cuando por fin llegué a su departamento vi que no estaba solo, así que tuve que esperar unos minutos más hasta que su compañero decidió que ya era hora de irse a casa.

- Pasa, que ya no queda nadie. ¿Qué tal con Marga? Seguro que te ha dicho que tenías algo mal.- Rió

- Jaja, que va. No estaba y se lo dejé encima de la mesa.

HABLAME DE ALEX. HABLAME DE ALEX.

- Has tenido suerte ¿el resto del día qué tal?

- ¿Qué te pasó con Alex? - Soné más ansiosa de lo que me hubiera gustado.

- Vaya, si que sientes curiosidad.

- Es que ambos me caéis muy bien.- Vi en su mirada que eso no le gustó demasiado.

- Pues no deberías fiarte de el Alicia. Sabes el aprecio que te tengo y te cuento esto porque no quiero que confundas las cosas. Alex no es tan buena persona como tu te crees.

¿Acaso sabía lo que sentía por él o solo me alertaba como alumna? En ambos casos, no me gustaba por donde estaba yendo la conversación. Silas me iba a mentir y eso me dolería mucho.

- Bueno, no tienes de que preocuparte. Es más, ni necesito sabes que ha pasado.

- Alex le tiró los tejos a mi mujer.

No pude dejar de soltar una carcajada. Era demasiado para mí.

- Me alegro de que te parezca gracioso.

De todas las excusas habidas y por haber ¿solo se le había ocurrido esa? Era mala hasta para mí. De repente caí en la cuenta de que me había dado un dato que yo desconocía por completo.

- ¿Estás casado?

- Pensé que ya lo sabias, desde hace unos 10 años.

- Pero si no tienes anillo y nunca me has hablado de ella.

- ¿Tengo que hablarte de mi mujer?

- Bueno, sí. Quiero decir, jamás la has mencionado.

- Supongo que nunca hemos hablado de mi vida personal, el anillo lo llevo colgado al cuello.- Sacó una cadena que yo jamás le había visto puesta dejando a la vista un reluciente anillo de casado.- No entiendo que eso sea lo único que te sorprende de lo que te he dicho.

En eso tenía razón. Lo que me acababa de decir era mil veces más importante. Alex tirándole los tejos a una mujer casada. ¿Me lo creía? Yo ya tenía en mente que Silas me podía mentir, pero solo un estúpido lo haría con esa misma excusa y ninguno de los dos parecía serlo. Algo en mi interior me hacía pensar que Silas no mentía, quizás porque lo conocía de más tiempo y no quería aceptar que él me podía engañar con tal de mantener su reputación, a fin de cuentas era mi profesor y no tenia que darme explicaciones. Aún así confiaba aún más en Alex. Él no tenía porque mentirme, es más, él solo tenía que contestarme mal y bruto advirtiéndome que no me metiera en su vida privada, en cambio me dio una explicación que yo gustosamente creí y acepté. Ahora necesitaba saber cual de los dos mentía y si perdía a un verdadero amigo y mentor o a un hombre que me atraía como nunca antes había experimentado. Dicho así, estaba claro cual me dolería más.

- No sé muy bien que contestarte, es que me ha pillado por sorpresa.- fue lo único que salió de mi boca.

- Lo suponía, no sabía que teníais tan buena relación.

Que irónico, en realidad ahora mismo no teníamos relación, pero ves y díselo tú a mi corazón.
- No es eso, es que parecía tan formal y serio.

Ahora quien soltó una carcajada fue él.

- No puedo culparte por ello, de todas formas no fue nada tan relevante, solo me desagrada su presencia y listo, no tiene porque afectarte.

Y una mierda. Claro que me afectaba, no iba a intentar conquistar a un traidor mentiroso.

- Ya pero aún así me sabe mal. Mejor lo dejamos de lado, no quiero saber mas del tema.

-¿Me crees?- La pregunta me cogió por sorpresa.

- Si.

Ni yo podía saber si le había mentido o no porque ni yo sabía si le creía o no, así que una respuesta/mentira piadosa hace menos daño.

- Entonces me vale, ahora sí. ¿Qué tal tu día?

Al instante recuperó su tono de siempre y su habitual sonrisa, el tema con él había acabado. Ahora tocaba preguntar al otro implicado. De repente unas cosquillas me empezaron a subir por el cuerpo.

Ni la tarde, ni la noche, ni la madrugada fueran suficientes para disipar las dudas crueles que se habían creado en mi cabeza. No lograba entender porque esa historia era tan rara. Se llevaban mal, vale eso era capaz de aceptarlo pero ¿Para qué decirme el motivo? ¿Era para quedar por encima del otro? Y encima, si me iban a mentir ¿Por qué no se callaron y punto?. Estaba claro. Tenía que hablar con Alex y aclarar las cosas. Sonreí.




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