Mi profesor I

19

Y de repente volvió. De repente esos nervios y ese calor que juré haber olvidado volvieron como un latigazo y me recorrieron de nuevo todo el cuerpo. Que cojones quería este hombre ahora.

- Creo que si, gracias.

Y tanto que sí, como para olvidar uno de los momentos mas humillantes de mi vida. A medida que avanzaba la rabia inundaba todo mi cuerpo. Como si lo hiciese a propósito, citarme en su departamento para recordarme que él era mi profesor FELIZMENTE casado. Quizás debería haberme tranquilizado un poco antes de entrar, pero con él había decidido citarme donde le había dado la gana, yo tenía el derecho de entrar como a mi me daba la gana.

- Gracias por venir, puedes entrar. Cierra la puerta.

Antes de darme cuenta ya estaba otra vez en la puerta, en esa puerta que tanto quería olvidar. Él estaba sentado en una silla apoyado en la mesa, sin hacer nada, esperándome. Que considerado. Había una silla a su lado que entendí que era para mí y me senté sin pedir permiso.

- ¿Qué se le ofrece?.- Soné hasta formal.

- Me gustaría hablar sobre los hechos sucedidos ayer en el patio, de los cuales tengo entendido que tienes parte de culpa.

-¿Disculpa?

¿Me estaba tomando el pelo?

- Según he oído, fuiste la causante del enfrentamiento entre dos amigos.

No pude reprimir una gran carcajada, era la primera vez que me reía delante de él, o más bien, en su cara.

- Me gustaría que esto te lo tomarás en...

- Disculpa que te interrumpa pero es que esto es surrealista. Me haces venir aquí para escuchar como me echas la culpa de que dos amigos míos se peguen. No tienes nada que ver ni presenciaste el "enfrentamiento" y caso quieras saber del tema, llama a los dos protagonistas e implicados, a mi me dejas en paz.

En su cara noté cierta vergüenza, se había dado cuenta de la enorme estupidez que acababa de decirme.

- No te echo la culpa de nada, pero tus líos están afectando a dos buenos alumnos.

- ¿Mis qué?

¿Pero quién narices se creía Alex que era?

- Pues tus líos amorosos, creo que he sido muy claro.

- Alex ¿Te crees que me puedes faltar al respeto por ser mi profesor? No soy ninguna niñata a la que puedes hacer venir para echar la bronca como si estuviera zorreando a diestro y siniestro y distrayendo a los "buenos alumnos". A mi me respetas.

- No pienso eso de ti para nada, lo siento si lo ha parecido.- S le notaba realmente arrepentido
No era capaz de entender que estaba ocurriendo, ¿A qué venía todo esto? Solo tenía claro que ese no era mi sitio y que esa conversación no me haría bien, así que me levanté para irme.

- Espera un momento.

De repente Alex también se levantó y me di cuenta de lo cerca que estábamos el uno del otro, sentados la distancia parecía menor. De repente solo podía mirarle a esos ojos azulados-grises que tanto echaba de menos. Dios, los echaba mucho de menos. No quería decir nada, no quería irme, solo quería seguir allí mirándolo durante horas. Recordé la montaña, sus ojos y su mano tan suave.

- Lo siento, de verdad.- Su tono era cálido, casi me lo había susurrado.

Sentí que me pedía perdón por algo más que por esa estúpida acusación, sentía que su perdón lo llevaba guardado durante mucho tiempo.
Mi vista se fue directa a sus labios. Nunca unos labios me parecieron tan preciosos, carnosos y rositas. Sabía que tenía que contestarle pero eso supondría dar por terminada la conversación y no quería hacerlo. Al instante noté que levanta su brazo y como su mano iba directa a mi mejilla, noté como me acariciaba con la yema de su suave dedo y como eso elevaba considerablemente el calor que ya se había instalado en todo mi cuerpo. Con ese gesto supe que estaba perdida. Que todo lo que había avanzado este tiempo era una falsa ilusión, una mentira que me decía una y otra vez. Quería estar allí, sintiendo su tacto, su olor, su calor. Quería que todo eso fuera mio.

"Soy tu profesor y estoy felizmente casado" Me aparté bruscamente.

- No te preocupes, no pasa nada.- era lo único que mi cerebro era capaz de articular.

Tenía que salir de allí cuanto antes. Necesitaba aire porque me estaba asfixiándo de verdad.

- Espera un momento, creo que tenemos que hablar de lo que acaba de pasar.

Mierda, no por favor.

- No hay nada que decir Alex, me lo dejaste muy claro la otra vez.- y de nuevo sentí el golpe de sus palabras, soy tu profesor y estoy felizmente casado.

- La otra vez creo que fui demasiado brusco.

Tenía que salir de allí.

-¿Sabes? Me da igual, no quiero saber si fuiste o no demasiado brusco porque al final, lo que decías era verdad, era lo que tenía que oír y que por un momento casi olvido.

Tenía que salir de allí.

- No era del todo verdad.

Tenía que salir de allí.

- Alicia no sé muy bien como explicar lo que me pasa contigo.

Vale, tenía que salir de allí.

- Alex me da igual, no quiero oír nada de lo que tengas que decir porque ni me sirve ni me hará bien. Es un camino sin salida, eres un camino sin salida y no me pienso permitir entrar.

Así que me fui, le dejé con la palabra en la boca y salí lo más rápido que pude de allí. Me dirigí al baño, el único sitio seguro que me vino a la cabeza. Me metí en uno de los váteres y me senté.




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