Mi profesor I

29

Después de cenar solo teníamos que reunirnos en una plaza para poder volver juntos al hotel, y justamente era en la que yo estaba sentada, en donde había besado a Marc. Eso ocupó toda mi cabeza hasta que por fin habían vuelto todos de cenar, solo faltaban los profesores. A lo lejos pude ver como Silas ya venía hacia nosotros.

- ¿Estamos todos? ¿Falta alguien?

Con el pequeño grupo que eramos, no hacía falta hacer un recuento para saber que estábamos todos. Lo raro es que Silas no comentó nada sobre Alejandro. ¿Lo iba a dejar solo? ¿Ya habría ido él delante?. Me daba igual, no se merecía que yo me preocupara ni un segundo por él. En cambio Marc sí.

El camino de vuelta al hotel no era muy largo,ya estábamos en la puerta y yo aún no tenía ninguna excusa que ponerle a Marc de porqué lo nuestro no iba a volver. No le podía decir que no había sentido nada cuando le besé, que en realidad eran los besos de mi profesor lo único que yo deseaba desesperadamente.
Entré en el ascensor pero no quería apretar el número 4. No estaba preparada aún para hacerlo. Pulsé el A, que supuse que se trataba de la azotea. Eso necesitaba, aire y pensar.
No era muy difícil acceder hasta la azotea del hotel, salias del ascensor y abrías la única puerta que había y que conectaba directamente con el exterior. Era una azotea enorme, tanto que casi no pude distinguir lo que parecía una mancha asomada, de espaldas, mirando a no sé muy bien donde. Si no fuera porque lo había analizado bastante de espaldas, no habría reconocido que era Alex.

Así que eso era lo que quería el destino. Él no me había visto, por lo que podía irme perfectamente y él nunca sabría que lo había visto. Pero mi corazón no quería eso. Seguía enfadada con él y mucho, pero no tenía fuerza suficiente como para dar media vuelta e irme, era allí donde quería estar, aunque eso suponía acabar con el poco orgullo que aún creía que me quedaba. Avancé lo más silenciosamente posible, no quería que me viera hasta que no estuviera justo detrás de él. Además así podía echarme atrás en cualquier momento.

- No te beso porque no quiera ¿Sabes?

Apenas había llegado a donde estaba él. Pero claro, como no, el me había oído llegar hacía rato y sabía que yo no iba a dar media vuelta. Sus palabras no consiguieron que mi rabia se redujera, no se lo iba a poner fácil. Lo que me acaba de decir ya lo sabía y por eso me molestaba tanto su actitud.

- Lo sé.

- ¿No me vas a preguntar por que no lo hago?

- Tu anillo ya responde por ti.

Giró la cabeza y me miró. Se había sorprendido con mi respuesta casi tanto como yo misma. Si ya lo sabía ¿Por qué me daba tanta rabia?

- Entonces ¿porque huyes de mi?

- Entonces por que si sabes que no me puedes besar ¿me provocas de esa manera?

- Porque intento que me beses tú. No sé, quizás así me sentiría menos culpable.

Esa vez no había logrado esconder lo que esas palabras me producían. El fuego que siempre sentía cuando él estaba cerca de mi me vino como una ola. Más fuerte y más caliente que nunca. Entendía lo que me decía, pero era muy cobarde por su parte. Quería que le besara yo para que no tuviera que decir que el error había sido suyo.

- Quieres que la culpa sea mía.

Quería besarle como nunca antes había querido nada, necesitaba sus labios más que el oxígeno que estaba respirando pero no lo iba a hacer. No iba a ser la zorra que se había abalanzado sobre él y que él no pudo apartar a tiempo. Porque eso es lo que le iba a decir a su puñetera mujer.

- Si necesitas una excusa que decirle a tu mujer para ponerle los cuernos te la buscas tú solo, yo no pienso serlo.

Me agarró por las caderas y me levantó del suelo, pasó mis piernas alrededor de su cintura y me sentó en la punta de la cornisa de la terraza antes de que pudiera siquiera quejarme o impedirlo. Tampoco lo iba a hacer.

Sentía calambres que me recorrían todo el cuerpo y mis piernas, ahora alrededor de su cintura, estaban temblando. Tragué saliva. El calor me estaba matando.

- Necesito que veas de una vez que yo también te quiero a ti y estoy harto de tener que esconderlo.

Y sin que yo pudiera rebatirlo, me agarra la nuca y junta mis labios con los suyos. Cálidos, suaves, tiernos, sabrosos. Notó como su lengua se encontraba con la mía y no pude evitar soltar un gemido de placer. Era como si nuestras lenguas estuvieran perfectamente armonizadas bailando al compás de una explosión que nuestras bocas coordinaban. Los calambres aumentaban su velocidad y me recorrían cada una de las extremidades. Entrelacé mis dedos en su pelo y esta vez vez fue él quién soltó un gemido. Me empujó con fuerza hacía su cuerpo al tiempo que mordía mi labio inferior. Gemí de nuevo y me apreté más hacia a él. A Ambos nos faltaba la respiración.

- Este no es un buen lugar.

Estaba jadeando. Que más daba el lugar.

- Lo sé.

No se había apartado ni un poco de mi, ahora solo me miraba a los ojos pero con un brillo que yo jamás había visto. Estaba esperando su segundo beso.

- Si quieres que volvamos a besarnos, tendrás que pedírmelo.- sonaba tan dulce.

Sonrió, y fue una sonrisa tan bonita que me sirvió como carta de bienvenida de nuevo a su boca.
Junté mis labios con los suyos que seguían sonriendo y aproveché para morderle el labio inferior. Gimió y yo con él antes de que nuestras lenguas siguieran bailando.

Esta vez había más pasión aún, el baile era más rápido y brusco y los gemidos más seguidos. Me levantó la blusa y acarició cada rincón de mi espalda ahora desnuda. Hice lo mismo y noté como su piel era deliciosa, lo más delicioso que jamás tocaría en mi vida.

-Creo que hay suficientes habitaciones en un hotel como para que os guste alguna.

Los dos nos apartamos inmediatamente. Yo casi me caía de boca al intentar ponerme de pie. Silas.

- Y yo creo que tienes suficientes cosas que hacer como estar siguiéndome.- Alex seguía jadeando por el beso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.