Mi profesor I

35

Faltaba un día para nuestro increíble viaje, y la parejita no paraba de mandarme mensajes avisándome que me acordara del pasaporte, de la cámara de fotos y de el billete de avión. Tuve que ir tres veces a comprobar que todo estaba en mi maleta de mano, porque hasta a mi me dejaban dudando. Había acabado de comer cuando el teléfono de casa sonó. Mi madre fue la encargada de cogerlo y me avisó que era del instituto, para que fuera a recoger la carta de los profesores. Era una especia de cartón que los de mi clase pidieron a los profesores, en los que cada uno tenía que dejar una dedicatoria personal a cada uno. Algunos profesores se negaron, pero la mayoría aceptó. A mi me hacía ilusión y más aún porque sabía que en la mía no habría nada de Alex. Además tenía curiosidad por lo que me había escrito Silas.

Avisé a Marc y Andrés y fuimos los tres a recogerla. Solo decidimos abrirla al llegar a nuestras casas, para poder verla solos y luego comentar en el avión de camino a Grecia. En el fondo creo que es porque ellos pensaban que yo tenía la ilusión de recibir un mensaje de Alex y al no verlo, me llevaría una desilusión, era mejor que viviera eso sola en mi cama.

Llegué un poco más tarde que ellos porque mi madre tenía que recogerme, así que para cuando estaba sentada en mi cama dispuesta a abrirlo, ya había recibido sus mensajes avisándome de que en sus cartas estaba una dedicatoria de Alex. Por lo que en la mía también habría. Yo me quedé un poco parada. No pensé que el tendría la cara dura de escribir nada en mi carta. Primero porque la leerían muchos profesores y segundo; ¿Qué narices podía decirme? "Lo siento pero soy padre y te la he jugado". No, sería algo formal y seco. Mejor.
Abrí el sobre y miré por todas partes, la verdad es que estaba lleno de firmas y la mayoría decían como de buena era y lo lejos que llegaría en la vida. La de Silas era casi un texto que me hizo sonreír mucho. A pesar de todo, me tenía cariño y yo a él también.
Busqué la de Alex por todas partes, y casi me doy por vencida cuando reparo en una de las esquinas del cartón. Estaba escrito súper pequeño, como si hubiese sido el último en cogerlo y sólo le hubiera quedado ese trozo en blanco. Pero era su letra, estaba segura.

GIO PELLICER. L 'HARMONIE. CAP. 40.

¿El capítulo de un libro? ¿Me había dedicado el capítulo de un puñetero libro? Como no. Un capítulo sobre como de importante era la perseverancia y la constancia en la vida de un estudiante. Increíble. Si te la juegas había escrito eso a todos los alumnos. Para que esforzarse. Metí el cartón el sobre y lo lancé lo más lejos posible. Les envié un mensaje avisando de que Alex no me había escrito nada, era menos humillante que saber que era un puñetero capítulo de un libro. Ellos me dijeron que en sus cartones, simplemente había firmado y que ambos pensaban tachar la firma de ese "energúmeno". Bueno, al menos conmigo se esforzó algo. Que mas daba. Grecia valía más la pena.

Esa mañana me desperté pensando en todo menos en él y en su estúpido cartón. Estaba cada vez más nerviosa por subirme ya a ese avión y desaparecer durante un tiempo de España. Lo necesitaba YA. Llegamos dos horas antes al aeropuerto y hubiéramos llegado 5 horas antes si hubiese conducido Andrés. Estaba más ansioso aún porque le daba miedo morir en el avión, pero los besos de Marc acabaron por calmarle. Al llegar tan pronto y facturar tan rápido tuvimos que estar un buen rato esperando a que empezaran el embarque.

- Ali, Marc y yo vamos a buscar una farmacia por aquí para comprarme una pastilla. Yo no pienso estar despierto mientras esa cosa me lleva por ahí.

No pudo evitar reírme, al igual que Marc.

- Si, reíros, pero vamos a buscarla.

Pobre Marc, la que se le venía encima.

- Claro, os espero aquí. ¡No tardéis!

Hacían una pareja muy mona. ¿Cómo es que nunca lo pensé?

De repente un señor se sentó a mi lado. Estaba muy absorto en su lectura como para preguntar si ese sitio estaba ocupado, cosa que a Andrés le sentaría verdaderamente mal. Estaba a punto de decirle que ese sitio era de mi amigo cuando reparé en el libro que estaba leyendo.

GIO PELLICER. L'HARMONIE.

No podía ser. El destino no pensaba dejarme ene paz ni en mis vacaciones. Por un momento pensé que era una tontería pensar que de verdad era importante lo que él me había dedicado. Pero era demasiada casualidad y no me haría más daño del que ya me había hecho.

- Disculpe ¿Me puede dejar un momento su libro? Es solo para leer un capitulo.

Al principio el hombre vaciló, pero le puse una sonrisa de oreja a oreja que no pudo decirme que no.

- Claro, si es solo un momento. Es bueno que la juventud quiera leer. Es buenísimo.

Uff, si ese hombre decía que el libro era buenísimo, podía estar preparada. Recordé que en la dedicatoria el capítulo que eligió fue el 40. Así que intentando no doblar mucho el libro de un desconocido, me puse a leerlo.

Te convertiste en la más bella de las autodestrucciones que nadie ha imaginado nunca.
El caballo de Troya tenía tus ojos, y aun sabiéndolo te dejé
pasar.
Date cuenta aunque lo niegue: adoro cuando desarmas mi ejército, y haces temblar mi imperio. Cuando mis convicciones y mi suelo se tambalean.
Ahora sé que no hay peor guerra
que la que lleva tu nombre.

- Muchas gracias señor.

Mira que era cabrón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.