Mi prometida

Prólogo: Totalmente sano.

El joven soldado, se encontraba amarrado de brazos y piernas, su cuerpo se encontraba lleno de moretones causados por los golpes que recibía; su corazón, con cada hora que pasaba se rompía un poco más, su tiempo de vida estaba reducido, probablemente le quedaban solo unas horas.

—¡Se lo suplico! —rogo el soldado —¡Déjeme ir!, mi novia está embarazada, ¡ella me necesita!

—¿Y eso qué? —respondió el secuestrador con una sonrisa burlona en los labios.

Era obvio que aquel hombre no tenía en su cuerpo un solo gramo de compasión, su suplica no iba a servir de nada, se encontraba en manos de un hombre cruel, que disfrutaba ver como se retorcía de dolor. Se sentía desesperado, pues todos los planes que había hecho, no podrían ser, deseaba comprar una casa, proponerle matrimonio a su esposa, formar una familia junto a ella y el hijo que esperaban. Pero no tendría nada de eso. Iba a morir

Los hombres del secuestrador se acercaron nuevamente, la sonrisa que tenían en sus labios solo podía significar una cosa: más golpes.

—¡Maldito seas! —grito el soldado con el poco de fuerza que quedaba en su cuerpo, era consciente de que esto los haría enojar y su cuerpo iba a sufrir las consecuencias.

Los golpes llegaron uno a uno, en su espalda, en su abdomen, en su rostro. En ocasiones con las manos, otras con correas, y en ciertos momentos con correas e incluso palos. El soldado ya había perdido la cuenta de los días que llevaba encerrado, tampoco sabía si era de día o de noche, y mucho menos cuantas veces estuvo inconsciente. Los golpes que su cuerpo recibían, se aumentaban cuando veían su rostro, adolorido, pero sin una sola lagrima saliendo de sus ojos, no soltó ni una sola lagrima durante su cautiverio, no pensaba darse el lujo de mostrarse vulnerable frente a aquellas personas; no les daría esa satisfacción.

—Cada momento que pasas aquí, me sorprendes más, muchacho —dijo el líder de los secuestradores —Eres muy valiente, ¿estás seguro de que no quieres unirte a nosotros?

—¡Nunca! —gruño el soldado —¡¿me has escuchado?! ¡nunca!

—Mala respuesta muchacho, pésima respuesta —dijo mientras tomaba una navaja de la mesa que había frente a él.

El joven pensó que ese era su fin, todo acabaría en ese mismo momento, iban a matarlo y no le darían una muerte rápida, seria lenta y dolorosa. Cuando el hombre se puso frente a él, no pudo evitar temblar, tenía miedo.

—Debiste meditar mejor tu respuesta, si no estás dispuesto a servirme, no necesito tenerte aquí —mientras hablaba, acerco el filo de la navaja a su ya adolorido abdomen y corto, haciendo que el s9oldado soltara un alarido de dolor.

Y no solo fue una, ni dos, si no varias veces que corto su magullado cuerpo antes de decidirse a enterrarla por completo en su costado. En medio de su dolor, abrió los ojos y desvió la mirada de aquel hombre despiadado que estaba acabando con su vida, no quería que la última cosa que viera antes de morir, fuera la cara de ese asqueroso hombre, miro hacia la puerta, la única esperanza que tuvo en el tiempo que lo retuvieron, cuando sus ojos estaban cerrándose por lo débil que se sentía, vio un hombre entrar, un hombre que no había visto antes.

En cuanto lo vieron, los demás hombres que estaban allí, viendo el espectáculo, corrieron hasta él para tomarlo cautivo, pero ese hombre era más ágil de lo que ellos creían, en cuestión de un par de minutos, los cuatro hombres se encontraban en el suelo inconscientes. El soldado no podía creer lo que sus ojos habían visto, el desconocido era rápido y fuerte, demasiado fuerte, estaba casi seguro de que esto era obra de una alucinación, un último intento de su cerebro por darle fuerza suficiente para soportar lo que estaba viviendo, pero ¿a quién quería engañar?, con sus heridas no duraría mucho tiempo y nadie lo rescataría.

El secuestrador que aún se encontraba maltratándolo, no se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo, se encontraba demasiado concentrado en hacerle sentir dolor al soldado. Cosa que aprovecho el desconocido para acercarse por detrás de manera sigilosa y darle un golpe con tal fuerza que lo dejo tirado en el suelo.

—No puedes morir —murmuró el desconocido, más para sí mismo que para el soldado.

Sus ojos ya estaban cerrándose cuando sintió que sus brazos estaban siendo liberados de sus ataduras.

—¿Que estas…? —intentó hablar el joven, pero se escuchó más como un leve susurro, se encontraba muy débil.

—No hables, vas a necesitar esa poca energía que aun tienes.

El joven no entendía nada de lo que aquel hombre decía, de nada le serviría guardar energía, estaba a pocos minutos de morir.

—No seas idiota, no vas a morir —lo dijo con tanta seguridad que le daban ganas de creerle, pero a ese punto, le sería imposible aguantar, no duraría vivo lo suficiente como para llegar a un hospital y ser atendido. Sus ojos estaban casi cerrados.

—Bebe esto —dijo el hombre poniendo un pequeño frasco en sus labios, pero no era capaz de beber, su cuerpo ya no respondía —Debes beber si quieres vivir, esfuérzate un poco, esto puede salvar tu vida.

El soldado no estaba totalmente consciente, su mente no trabaja igual, por esa razón no cuestiono la petición que le hacían y con lo último que quedaba de fuerza en su cuerpo bebió el líquido que fluía de la botella que le ofrecía el desconocido. Cuando termino de beber, el hombre se alejó de él y se sentó con la espalda contra una pared, observándolo con atención, sin decir una sola palabra. Después de unos minutos empezó a sentir un pequeño ardor en su estómago, que fue extendiéndose poco a poco por todo su cuerpo, y fue creciendo cada vez más, avanzaba por sus brazos, sus piernas, hasta que lo sintió por todo su cuerpo, como si estuviera ardiendo en llamas, era incluso más doloroso que los cortes de la navaja que había recibido momentos antes; los gritos empezaron a salir de su boca con tal fuerza que cualquiera que lo escuchara se aterraría, incluso por un momento, pensó que se encontraba en el infierno; pero pocos segundos después, su agonía disminuyo y dio paso al anhelado alivio.



#13906 en Fantasía
#31171 en Novela romántica

En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.