Mi prometida

4. Mis ojos veían un ángel.

—¿No me hablarás aun? —preguntó mirando directamente a mis ojos —Bien, como tú quieras, solo espero que no me despiertes cuando tengas frio y quieras dormir en una cama.

No dijo nada más, tomo mi maleta y subió la escalera, cuando iba por la mitad se detuvo y gritó.

—Sara —ella apareció en la sala de estar y lo miró.

—Quiero que cierren todas las puertas de las habitaciones con llave, incluyendo la cocina y las de la salida —hablo mientras me miraba —Informales también que tienen prohibido dirigirle la palabra, no pueden darle absolutamente nada.

—Pero señor eso… —empezó a protestar la mujer, pero Thomas la interrumpió.

—No hay peros, si ella desea ir a su habitación deberá pedírmelo a mi —empezó a caminar de nuevo —Ya lo escuchaste Dennise, si quieres un lugar para dormir cómoda y comer, pídemelo, deja las niñerías y háblame, con solo decir mi nombre es suficiente, estaré aquí de inmediato.

Entre más tiempo pasaba, más crecía mi rabia, especialmente porque realmente había creído que su intención era protegerme y no era así porque llevábamos poco mas de una hora a solas y ya había hecho esto. Definitivamente sus intenciones eran diferentes a lo que decía, además de que ya una vez dijo que yo era su prometida, no solo planeaba que viviera con él, quería que me casara con él.

Me senté en el primer escalón y me quedé mirando a todas las empleadas cerrar las puertas; era increíble lo que estaba haciendo ese hombre con tal de manipularme, pero no pensaba caer en su juego, ganaría la batalla, o mejor, la guerra.

Al terminar de cerrar las puertas, sara, se acercó a mí.

—Él no es malo, solo muy orgulloso, como tú —sonrió un poco —cede esta vez, aquí hace mucho frio en las noches.

—No se preocupe por mi —hable bajito —Estaré bien.

—Nosotras nos vamos ya, espero que al volver mañana todo este mejor —acaricio mi mejilla con una de sus manos y camino a la puerta junto a las otras tres mujeres.

Me levante de la escalera y caminé por la sala de estar, revisé las notificaciones de mi celular hasta que se agotó la batería, iba de allá para acá en el único espacio disponible que tenia y miré cada objeto con fingido interés para no aburrirme hasta que tuve sueño, me recosté en uno de los sofás y me di cuenta de que era incomodo, tal cual se veía, di vueltas por un rato, hasta que logré medio acomodarme y cerré los ojos, pero no era capaz de dormirme, así que me quede mirando al techo esperando que el cansancio me venciera y me quedara dormida.

Mis parpados se sentían pesados, pero llegó el frio y los temblores se adueñaron de mi cuerpo, hacia mucho frio, tal y como lo había dicho Sara horas antes, cuando se fue; no tenía nada para cubrirme, estaba tentada a llamarlo, pero no quería ceder.

—¿Prefieres morir de frio a llamarme? —dijo acercándose al sofá.

—No quiero nada de ti —mis labios, al igual que el resto de mi cuerpo temblaban, nunca en mi vida sentí tanto frio.

—Ya demostraste tu punto amore, no piensas seguir ordenar, ya lo entendí, eres demasiado terca —Levántate, te llevaré a la habitación.

Me levante e intente caminar, pero mis piernas estaban entumecidas, al igual que mis manos.

—¿Ves lo que te haces? —se acercó a mí y me tomó en brazos —El orgullo no va a llevarte a ninguna parte.

No pude evitar acomodar mi cabeza en el espacio entre su cuello y hombro, la calidez de su cuerpo alivia el frio en el mío. Cuando mi nariz toco su cuello, dio un salto pequeño.

—Maldita sea, Dennise —se quejó mientras me pegaba más a su cuerpo —¡Estás helada!

Empezó a caminar y el calor de cuerpo junto al balanceo que se sentía por sus pasos me hicieron quedarme dormida tan rápido que no tuve tiempo de decir o hacer nada, solo me quedé completamente dormida mientras él me cargaba hacia la habitación que se supone iba a ocupar en mi estadía en su casa.

 

 

Un suave y cálido roce en mi mejilla izquierda me despertó, abrí mis ojos despacio para no quedar ciega por la luz del sol, al abrirlos del todo, vi a Thomas a mi lado, acariciando mi mejilla y mirándome.

Buon giorno, dolcezza—habló con su voz baja y ronca.

—¿Qué haces aquí? —pregunté apartando mi rostro de sus dedos.

—Lo mismo que tú, descansando —respondió poniendo las manos atrás de su cabeza —Es mi habitación.

Thomas estaba cubierto solo de la cintura hacia abajo y en la parte de arriba, desnudo; lo que me dio oportunidad de admirarlo, cada parte de su abdomen, su pecho y las curvas de sus músculos, parecía una escultura o, mejor dicho, alguien digno de esculpir, sin dudas era mucho más sensual que los hombres que había conocido en el último año. La desnudez de su torso, me hizo peguntarme si tal vez estaría desnudo bajo la cobija también, ese pensamiento hizo que mis mejillas se calentaran; aparte la vista antes de que se diera cuenta de que estaba mirándolo, pero lo hice tarde, ya lo sabia y rió bajito.

—¿De verdad estas preguntándote si estoy desnudo de la cintura para abajo? —estaba disfrutándolo, el muy imbécil.

—¿Qué? ¡No! —respondí sentándome y poniendo las manos en mis mejillas.

—No seas pervertida, dolcezza, aun no hemos planeado la boda siquiera —se burlaba de mi y encima repetía muy seguro que íbamos a casarnos, yo no pensaba hacerlo, no lo conocía ni sabia nada de él, aunque eso no me detuviera para tener pensamientos impuros acerca de él, si me detenía para…

Un momento…

—¿Cómo sabes que estaba pensando en eso?

—Tus ojos y mejillas te delataron —respondió tranquilamente —solo hay un tipo de pensamiento que haría a una mujer tener un sonrojo como el que tenias y estabas mirando esa zona, solo lo supuse, y acerté.

—¿Por qué mejor no te largas? —estaba avergonzada y probablemente incluso más sonrojada que antes al haber sido descubierta.



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En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

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