Mi prometida

17. Rafael.

Luego de conversar, ambos decidimos que iríamos al día siguiente a ver a Nathaniel, así que ambos cerramos los ojos para dormir, pero yo no pude hacerlo, mi mente estaba completamente en un lugar diferente al de dormir, me sentía algo nerviosa por acercarme a su hermano, que obviamente odiaba a las personas como yo, era como si Thomas fuera mi novio y yo estuviera intentando convencer a su madre de que era una buena novia para su hijo, así que debía hacer algo como lo que hacía Liz con mi madre para que la ayudara a conquistar a Keith, porque si, ese era el amor imposible de mi mejor amiga, mi hermano tonto, que no se daba cuenta que ella babeaba por él. Entonces siguiendo esa lógica, debía portarme como una niña buena, contarle que tengo excelentes calificaciones, que solo salgo con Liz a comer de vez en cuando, nunca he estado en una fiesta real y probablemente nunca lo estaría, que nunca antes he probado el alcohol y que le tengo miedo a caminar sola en la calle por las noches. Nada lejos de la realidad, porque así de calmada era mi vida y me gustaba, nada de dramas…

O eso pensaba yo, porque mi nueva realidad estaba llena de dramas, con ángeles y demonios siguiendo mi rastro para tratar de volverse humanos con los dones que poseía.

—Ya duérmete Dennise, tus pensamientos están tan dispersos que no puedo parar de escucharlos —murmuró Thomas junto a mi —Y tampoco logro entenderlos.

—Lo siento —suspiré —Créeme que, si pudiera quedarme en el otro cuarto, lo haría, pero el frio no…

—Eso lo entiendo y no me molesta que estés aquí, es solo que tus pensamientos suenan demasiado alto en mi cabeza ahora mismo y no entiendo porque estas así, solo capto pequeños trozos muy diferentes y confusos —se sentó y me miro —¿Qué te preocupa?

—Solo estoy pensando en que puedo decirle a tu hermano, realmente quiero convencerlo de darme una oportunidad de demostrarle que soy alguien en quien puede confiar, demostrarle que no todos somos iguales, que hay diferentes personalidades, diferentes pensamientos, que no sienta que corren peligro si están cerca de mi —mire mis manos y empecé a jugar con mis dedos, tocando el índice, el dedo medio, anular y meñique con el pulgar, uno a la vez, para intentar calmar la ansiedad que sentía en ese momento —Quiero que las palabras que le diga mañana sean tan fuertes que le entren dudas acerca de sus convicciones. Necesito que mis argumentos sean mas fuertes que su creencia equivocada acerca de la humanidad.

—¿Por qué esto es tan importante para ti? —pregunto poniendo una de sus manos bajo mi barbilla y levantándola para hacer que lo mirara —Solo es mi hermano.

—Justamente por eso es importante para mi Thomas, es tu hermano y quiero agradarle —suspire y él sonrió un poco —Es injusto que estén peleado por prejuicios tontos.

—No tienes que planear lo que vas a decirle, si lo planeas, va a sonar como algo que ensayaste un montón de veces y no lo convencerás, la mejor manera de hacerlo es sin pensarlo demasiado, solo di lo que salga en el momento. Ser autentico es mejor que terminar diciendo un monologo, que probablemente tenga argumentos fuertes, pero que quieras o no, van a sonar falsos.

Él tenía razón, estaba enloqueciendo por algo que no debería hacerme perder el control de esa manera, solamente le daría mi punto de vista, intentaría entender el porque de sus sentimientos y creencias hacia mi especie y lo convencería de lo contrario, de forma espontánea, tal cual lo hice mil veces cuando debía exponer sobre algo de lo que tenia conocimiento pero no había repasado mil veces para recitar, hablaría desde mi experiencia, desde lo que conocía y era una buena conocedora de la raza humana, llevaba dieciocho años siéndolo.

—¿Ya estás lista para dormir? —asentí y me dispuse nuevamente a dormir.

Fue un éxito la charla, porque en cuanto cerré los ojos, me quedé dormida.

 

Despertar fue toda una aventura, porque el dolor de cabeza que sentí al abrir los ojos me hizo poner las manos sobre ella y quejarme por la intensidad del dolor, quería gritar, pero estaba segura de que solo empeoraría la situación, entonces opte por la segunda opción, el susurro.

—Thomas —murmure intentando no moverme, la cabeza me dolía demasiado. Unos segundos después, unas manos cálidas tocaron las mías, luego me ayudo a sentarme, con tanta delicadeza que me sorprendió.

—Bebe esto, te va a hacer sentir mejor —puso un vaso sobre mis labios y sin abrir los ojos o apartar las manos de mi cabeza bebí.

El líquido era de un sabor dulce, con la textura de la miel, pero sin serlo, con la frescura del agua de la sandia al morderla, pero sin serlo y con algunos matices amargos que hacían de su sabor algo confuso y aun así delicioso.

Cuando el líquido se terminó, el vaso se alejó de mis labios y unos treinta segundos después, el dolor se fue y fui capaz de abrir los ojos. Al ver que la persona que tenia en frente no era la persona que creía, en lugar del cabello negro de Thomas, el suyo era dorado, sus ojos de un azul tan pálido que no podían ser humanos y sus labios, rojos como las rosas que veía fuera todos los días, pero era un desconocido, por lo cual hice lo que cualquier persona haría al ver a alguien desconocido frente a ti en la habitación en la que duermes: Gritar.

—¿Pero…? —el hombre me miraba confundido y sonrío un poco al ver que me pegaba al espaldar de la cama para huir de él.

—¿Qué sucede Denn…? —Thomas entro a la habitación y se quedó mirando hacia el intruso, pensé que iba a golpearlo o algo, pero no hizo nada, es más, lo reconoció —¿Rafael?

—¿Rafael? —repetí y miré al rubio delante de mí, luego a Thomas y repetí —¡¿Rafael?!

No podía ser ese Rafael, era aterrador pensar que estaba frente a mi y que había tenido sus manos sobre las mías, era el único arcángel del que realmente sabia algo y lo tenia enfrente.

—¿Estoy perdiéndome de algo aquí? —pregunto Rafael mirando a Thomas, que sonrío y negó con la cabeza.



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En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

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