Mi prometida

23. Tienes fiebre, Thomas.

La noche había tomado su lugar y Thomas estaba dormido, pensé que el dolor y la incomodidad no lo dejarían dormir, pero estaba tan cansado que, a pesar de eso, cayo como una roca; en cambio yo seguía despierta observando su herida cada cinco minutos, preocupada de que empezara a sangrar nuevamente. Me recosté junto a él en la cama, conservando cierta distancia, por si me quedaba dormida y me movía, no lastimarlo.

A la mañana siguiente, desperté por el aire frio que entraba desde el balcón, al abrir los ojos, vi a Thomas sentado afuera, mirando el cielo, me levanté, caminé hacia él y me senté a su lado.

—Buenos días —saludo sin dejar de mirar las nubes.

—Hola —respondí mirándolo —¿Cómo te sientes?

—Adolorido, pero bien —cerro los ojos un momento y luego me miró, sus pestañas estaban húmedas y sus ojos enrojecidos.

Preferí no decir nada, acerqué mi mano a su mejilla y la acaricié suavemente, cerró de nuevo sus ojos y recostó su mejilla en la palma de mi mano, estaba más triste de lo que había imaginado, esta era una muestra de la intensidad de que sus sentimientos realmente eran más intensos que los de nosotros, el amor, el odio, la tristeza, los sentían incluso más, le iba a ser difícil olvidarlo.

—Nunca en los años de vida que tengo había peleado de esta manera con mi hermano, no éramos los mas cercanos, pero no peleábamos así —abrió los ojos y me miró —Nunca pensé que por un ideal fuera a lastimarme de esta manera, cuando éramos niños, siempre cuidaba de mí, estaba pendiente de que no sufriera dolor, cuando perdimos a mi madre, él fue quien se encargó de mí, porque padre era un desastre, tuvo un cambio muy grande, no lo he visto sonreír en años, ni siquiera sé si recuerda cómo hacerlo.

—Tal vez hay algo que esta afectando a tu hermano en este momento, o incluso alguien que lo manipula, ¿no crees que sea posible? —asintió y respiro hondo.

—Nathaniel es muy emocional, estoy seguro de que alguien se aprovecha de eso para meterle ideas en la cabeza, él piensa que está protegiéndome de ti al intentar matarte —aparto mu rostro de mi mano y se levantó —¿sabes Rafael donde guardo las alas?

—Las vi en el armario —me levanté también —¿Qué vas a hacer con ellas?

—Nada, solo quiero saber que están seguras —abrió el armario y miro su propia ala llena de sangre y un par de alas ajenas de un color blanco con destellos plateados.

—Rafael me dijo antes de irse que debería intentar devolver tu ala, pero no me explico nada más, no sé qué es lo que debo hacer para devolver la tuya —él sonrió un poco y me miró.

Amore, para eso estoy seguro de que debemos quitar la que aún me queda —negué con la cabeza y me acerque a él, puse las manos en su abdomen y lo mire.

—No, Thomas eso va a doler igual que la otra y… —puso una de sus manos en mis labios para que me quedara en silencio.

—Vamos a hacerlo, yo soy capaz de resistirlo —se acercó y presiono sus labios sobre los míos —Además, tu eres mejor para el dolor que la ambrosia.

No pude evitar sonreír, estaba comparándome con algo que conocía como manjar de dioses, que ahora sabia era en realidad de ángeles.

—Yo no puedo hacerlo —sonrió y me beso de nuevo.

—Yo se quien puede hacerlo, pero primero debes ayudarme a tomar una ducha —se alejó de mí y caminó hacia el baño —Realmente necesito tomar una.

Me quede quieta en el mismo lugar donde estaba, me estaba pidiendo que le ayudara a bañarse, ¿estaría desnudo mientras lo hacía? No estaba segura de sentirme del todo cómoda ayudándole, pero estaba herido y me daba miedo dejarlo solo, por lo cual respire hondo y empecé a caminar hacia el baño, si iba a ducharse desnudo, fijaría mis ojos únicamente en su nariz, porque si miraba sus ojos, iba a sonrojarme, era un hecho, y si miraba hacia sus labios, me vería tentada a besarlos, así que su nariz era mi mejor opción.

Entre al baño y él estaba ahí, de pie, mirándome, ya no tenía el pantalón, estaba únicamente en su bóxer, por lo que seguí mi plan, miré directamente a su nariz y me acerqué.

—Espero que no te de miedo el agua fría —negué con la cabeza y señale la ducha.

—Entre más rápido entres allá, más rápido saldremos de aquí —camine dentro de la ducha y espere a que entrara, sin mirar a ningún lado, tenia ganas de hacerlo, si, muchas, pero no debía.

—Si quieres mirar, puedes hacerlo —hablo bajito desde atrás de mí, cerré los ojos y respiré hondo —Sabes que soy tuyo.

Mi mente de manera muy creativa se desvió por pensamientos que no eran tan comunes en mi y que seguramente tenían mis mejillas mas sonrojadas que nunca.

—No, no es necesario —hablé bajito y abrí los ojos antes de que mi mente continuara por un camino que no tenía la opción de reversa —Enfoquémonos en que te duches rápido para ir a hacer lo que sea que planees para quitarte el ala que te queda.

En silencio, se acerco y rodeo mi cintura con sus manos y dio un beso en mi cien, luego me soltó, se hizo frente a mi y de manera inevitable, baje la mirada, grave error, porque en ese momento el bóxer no cubría nada de la parte de sur de su cuerpo, porque ya no estaba ahí, levante la mirada rápidamente y Thomas rio, en ese momento no estaba comportándose como normalmente lo hacía. Puse una de mis manos en su frente y suspiré, no se portaba así por simple instinto natural, tenia fiebre y tal vez la fiebre tenía efectos diferentes en los ángeles, como la desinhibición.

—Tienes fiebre Thomas —el negó con la cabeza y sonrió.

—No prestes atención a eso, concéntrate solo en mi y en lo que podemos hacer estando aquí a solas.

Si, definitivamente estaba siendo desinhibido, porque el Thomas que conozco nunca diría algo así… ¿o sí?

Después de devolver sus alas y que este mejor, lo averiguaría, porque si esta era una parte oculta de él, necesitaba obligarlo a dejarme verla, me agradaba, pero nunca lo admitiría en voz alta.



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En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

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