Mi prometida

25. Promesa.

Luego de que ayudáramos a Thomas a subir a la cama, me acosté junto a el y acaricié su mejilla, estaba tan débil por todo lo que había pasado, que se quedó dormido en pocos minutos, me quedé a su lado por si el dolor llegaba a despertarlo, poder actuar rápidamente y darle aquello que lograría quitar su dolor; no estaba segura si el decirme que no quería beber ambrosia era obra de la cosa que tenia controlando su mente o si realmente prefería no beberla.

Era aterrador pensar en las ultimas horas y en lo vulnerable que había sido estando sola, no conocía nada más allá de lo poco que Thomas me contó del mundo angelical o demoniaco, pero lo que mas temía no era lo que desconocía de esos mundos; lo que mas miedo me daba era pensar en lo poco que conocía a Thomas, a tal punto de que no pude reconocer que no era él quien me hablaba.

—No debes tener miedo de algo que estaba fuera de tu control, los demonios tienen talentos y uno de ellos es el de engañar, si es usado de mala manera, es peligroso —respiró hondo, abrió los ojos y me miró —Pero, aun así, tú te diste cuenta de que no actuaba normal, que no era yo, si no hubieras ido por Sara, la historia seria diferente.

—Desde el primer día, hemos hablado de que soy tu prometida, ¿a que se debe que me reclamaras de esa manera?

—Era consciente de aquello que nos une, que vas más allá de lo que tú, yo o alguien mas pueda comprender, por eso es que, con convicción, dije que lo eres —cerró sus ojos —Y también lo utilicé como ultimo recurso, debía encontrar la manera de que vinieras conmigo y un matrimonio arreglado serviría.

—Incluso si yo no estaba dispuesta a aceptarlo —me levante de la cama, lo mejor era dejar de hablar, no era un buen momento para discutir y sentía enojo por la manera en que sucedieron las cosas, pudo haber sido sincero con todo desde el inicio y habría aceptado venir sin tantos problemas.

—Lamento haber hecho todo como lo hice, pude buscar una mejor solución, pero no lo hice —intentó levantarse, pero no pudo —perdóname por haberte lastimado.

—Debes mejorar Thomas, cuando tus heridas sanen, podemos hablar de esto —me acerque y le acomode la sábana —¿Puedes hacer algo por mí?

—¿Qué cosa?

—Bebe la ambrosia, te ayudara a sanar más rápido y no tendrás tanto dolor, necesito que sanes para poder intentar darte tus alas de nuevo.

—Lo haré, pero primero debes hacer algo por mi —asentí.

—Quiero que le pidas a tus hermanos que vengan, todos —respire hondo, sabía para que necesitaba a mis hermanos y no me gustaba —Y que tú estés abajo con Sara…

—Thomas… —levantó una mano y la puso en mis labios para que dejara de hablar.

—Escuches lo que escuches, no subas hasta que uno de ellos te llame, en ese momento, solo en ese momento, debes darme la ambrosia para que no sienta dolor; luego quédate a mi lado, cuéntame de tu niñez y tus cosas favoritas, estaré escuchando, aunque no voy a poder responderte de inmediato, pero te prometo, que, al despertar, te contaré sobre mí, mi niñez, mi vida, todo lo que necesites saber.

Las lágrimas salían de mis ojos sin que pudiera controlarlas y el acaricio mi mejilla, yo me acerque y bese sus labios, mis sentimientos crecían a cada momento, a pesar de todo y tenia miedo de que esto que estaba a punto de hacer fuera mas fuerte que él, no quería perderlo justo cuando me había dado cuenta de que lo amaba.

—Promete ser fuerte y que vas a estar conmigo siempre —hablé entre lagrimas y él aparto su mano.

—Ve Dennise, hay que hacerlo.

Me levanté y caminé fuera de la habitación, bajé la escalera y cuando mis hermanos me vieron, corrieron hacia mi para abrazarme.

—¿Qué pasa? —pregunto Keith, preocupado.

—Thomas quiere que los cuatro suban —se miraron confundidos y luego a mi —los necesita para que arranquen el ala que aun le queda.

—Deben ir ya —hablo sara acercándose a mi —Yo voy a cuidar de ella, ustedes ayuden a Thomas.

Asintieron y caminaron escaleras arriba, sara tomó mi mano y me guio a la cocina.

—Thomas quiere que le lleve ambrosia cuando todo termine —ella asintió ye hizo sentar en la mesa donde todas las mañanas desayunaba junto a Thomas.

—No te preocupes, va a estar bien, solo intenta aguantar ¿esta bien?

—Quiero subir, quiero estar ahí para él.

Quería acompañarlo, que supiera que estaba ahí para él, incluso en los momentos difíciles, como dicen en las bodas, en la salud y en la enfermedad, en los momentos buenos y malos, pero él me había alejado, prefirió tenerme lejos, cuando sentiría más dolor.

—Lo mejor para él es que estés aquí, sería demasiado que vieras, cuando arrancan las alas de un ángel es muy doloroso e impresionante, es una imagen que no quieres en tu cabeza, confía en mí, estar aquí conmigo es lo mejor —se acerco y me abrazo con fuerza, ella sabía lo que venia y yo no estaba preparada para lo que iba a escuchar.

Los gritos de dolor empezaron a escucharse fuerte en toda la casa, casi como si todo estuviera pasando en la sala de estar, mis manos temblaban, mis hombros y la fuerza del agarre de sara aumentaba, tal vez para evitar que saliera corriendo hacia la habitación, pero ya no tenia ganas de hacerlo, no soportaría ver lo que fuera que estuviera pasando.

Estaba segura de que mis hermanos iban a quedar tan o incluso mas marcados que yo por los gritos de un ángel al que le estaban arrebatando lo único que lo distinguía de nosotros, los humanos sin nada especial que ofrecer.

Después de unos minutos, en la casa hubo un silencio tan impresionante, que el escuchar a voz de Kenneth llamarme, me sobresalto, solo en ese momento, sara me soltó para ir por el liquido que necesitaba para calmar el dolor que seguramente sentía Thomas.

—Pregunta por ti, Dennise, ve con él —asentí, recibí el vaso lleno de liquido angelical y caminé escaleras arriba.

El resto de mis hermanos, paso a mi lado, cada uno de ellos con lagrimas en sus ojos, sentían como yo tristeza por el dolor de un ángel, dolor que tenia por salvar mi vida.



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En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

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