Llegó a Texas, una ciudad de Estados Unidos, se peinó ligeramente hacia atrás y tocó el timbre de una casa. Abrieron la puerta y frente a él apareció una mujer de mediana estatura, bonita, con un pote de helado en la mano y vestida con un pijama blanco y corazones rojos.
―Buenas tardes ―dijo con educación.
―¿Kelly Miller? ―preguntó él, aunque la había reconocido al instante.
La chica solo parpadeó rápidamente, y empezó a decir:
―Si buscas a mi compañera de casa, lamento decirte que no se encuentra…
―¿A tu compañera? ―Hizo un gesto de negación―. No, a ella no, la busco a usted.
El rostro de Kelly adquirió una expresión de confusión.
―Perdone, ¿y usted es?
Eros vaciló un instante, temiendo que fuera una mujer escéptica o una clienta difícil, no obstante, le urgía aclarar el defecto de sus flechas de inmediato.
―Cupido ―aclaró sonriendo. Kelly arrugó la frente, por lo que él se apuró a explicar―: Sé que muchas personas me imaginan con cachetes gordos, semidesnudo, con una flecha y bajito, incluso, piensan que soy un bebé. ―Se encogió de hombros y echó un vistazo alrededor―. Pero esto es lo que hay, así luce el verdadero genio del amor.
Ella se quedó muy quieta, no sabía qué contestar.
―Mire… ―Lo miró de arriba abajo―. “Cupido”, si mi compañera lo envió a jugarme una broma, ya puede decírmelo, así podré reírme, cerrar la puerta e ir a comerme el helado que se me está derritiendo por la estupidez a la que usted se está prestando.
Él la miró a los ojos y negó seriamente.
―Me ofenden sus palabras, señorita Miller. Yo no hago ese tipo de bromas, si quisiera molestar a alguien, inventaría algo más elaborado, algo como montar una isla frente a su puerta y hacerle creer que está sola en ella durante una semana. ―Volvió a hacer un gesto negativo con la cabeza―. Pero en fin, juro que soy inofensivo, ¿me dejará pasar?
―¿Para qué? ―cuestionó, observándolo.
―Primero, para que me ofrezca algo de beber, porque hasta el Dios del amor suda con este sol de Texas. Y segundo, porque necesito hablar con usted de algo importante.
―¿De qué?
―Del amor, señorita Miller. ―Se abanicó con las manos―. Siempre que visito algún sitio, es por amor.
Ella respiró hondo y rodó los ojos. El pobre hombre sudaba como si hubiera corrido un maratón y sinceramente, estaba aburrida y él no se veía peligroso.
―Está bien, pase.
―Muchas gracias.
Kelly se hizo a un lado para cederle el paso y cerró la puerta, lo guio hasta la sala y Eros se acomodó en un sofá de tres puestos; ella tomó asiento frente a él.
―Bien, lo escucho ―empezó Kelly.
En ese mismo momento, Cupido le brindó la mejor de sus sonrisas, su clienta le resultaba una chica impaciente, pero muy amable y muy bonita; solo porque estaba allí para averiguar si sus flechas funcionaban en la señorita Miller, no significaba que estuviera ciego. Ella, por el contrario, lo observaba ceñuda y atenta, así que él decidió ir al grano y explicarle la situación: había llegado su día, la juntaría con su destinado.
―No le daré muchas vueltas al asunto, señorita Miller ―dijo en susurros, como si hubiera espías detrás de las paredes―, usaré una flecha para enamorarla… ―Se aclaró la garganta brevemente―. Perdón, eso no sonó correcto, me refiero es a que la flecha que usaré la corresponderá con otro usuario. Entonces, en nombre de Cupido Enterprise, le pido que se levante y se recueste de esa pared.
―¿Qué haga qué? ―Kelly levantó una ceja―, ¡Cuidadito con sacarse la flecha o lo corro a patadas! ¿De qué demonios me está hablando? ¿Cupido Enterprise? ¿Cuánto le está pagando Gina por este teatro?
Él resopló.
―Kelly ―soltó luego de respirar profundamente. Ella frunció el ceño como jamás lo había hecho, y él continuó―: ¿Puedo llamarte así? Tal vez no debería, pero es que es incómodo tratarnos de usted cuando evidentemente no pasamos de los treinta. ―Ella entrecerró los ojos y asintió―. Mira, no es ningún teatro, Kelly, yo dirijo una empresa que se ocupa de enamorar a la gente y el objetivo principal del negocio es unir parejas, crear familias, mi trabajo es lanzar flechas invisibles para que los usuarios queden correspondidos de por vida.
―Ok, déjame ver si entendí. ―Intentó no reírse del loco que estaba sentado frente a ella―. Entonces, ¿eres Cupido, diriges una empresa que se encarga del amor entre las personas y estás aquí por…?
―¡Porque algo no está funcionando bien! ―exclamó con torpeza, para luego agacharse frente a ella y coger sus manos entre las suyas. Kelly, instantáneamente, sintió algo extraño recorrerla de los pies a la cabeza―. No te preocupes, será rápido y no dolerá.
Ella soltó una carcajada estruendosa, aunque comenzó a ponerse nerviosa.
―¡Oye, creo que ya fue suficiente! ―advirtió, ya que ya no quería seguirle la corriente e inclinó ligeramente la cabeza―. No sé a qué estás jugando, pero, tú y la estúpida broma de Gina ya pueden irse.
―Pero…
―¡Pero nada! ¡Vete y deja de molestar! ¡Y si no te funciona bien, pues cómprate viagra! ―concluyó, levantándose y liberándose de esas manos que la comenzaron a inquietar―, hasta nunca, Cupido. ―Lo empujó hacia afuera―. Ha sido un dolor de cabeza conocerte.