Mi protegida.

3. Necesito tu ayuda.

Tres meses después.

—¿Aún buscas a ese tipo? —preguntó mi mejor amiga y compañera de apartamento Tiana mientras se sentaba a mi lado.

—Aún busco a ese tipo —asentí y continúe mirando los sitio web que aparecieron cuando puse en el buscador Nathaniel D’Angelo —Pero sigo sin encontrar nada, al parecer él es la única persona en el mundo que no tiene redes sociales ni nada ligado a la internet.

—Eso quiere decir entonces que estás buscando a un fantasma —tocó mi nariz con la punta de su dedo índice —No hay nadie en el mundo que pueda resistirse a la sensualidad de las redes sociales, además ¿Por qué estás tan obsesionada con él? ¿Así de bueno esta?

—No es porque esté bueno o no —no pude evitar reírme, con Tiana siempre me reía, podía ser el día más deprimente y aun así me sacaba risas —Es porque estoy preocupada, el doctor ese lo amenazó y después se esfumaron de la habitación, necesito saber qué fue lo que pasó, si él está bien.

—Pero ¿Está bueno al menos? Porque si no lo está no vale la pena todo este esfuerzo que estás haciendo para encontrarlo.

—¿Por qué contigo todo siempre se reduce a estar bueno o no cuando hablamos de hombres? —ella simplemente se encogió de hombros y sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos que contrastaban con su piel morena, siempre había envidiado su color de piel, era una mujer tan exótica y agradable, no podías evitar quererla a pesar de sufrir de un grave caso de celos inofensivos —Deberías recordar que tu príncipe azul nunca va a llegar viéndose atractivo, primero tienes que besar al sapo.

—En serio eres asquerosa Leen, no voy a besar sapos babosos cuando puedo conseguir fácilmente a un hermoso hombre —me reí y apagué el computador, ya era hora de rendirme con esto, ninguna búsqueda había dado resultado en tres meses —¿Ya te rendiste?

—Si, ya no puedo seguir con esto, el desapareció no sólo del cuarto si no de la faz de la tierra también —me levanté del sofá y caminé a la cocina para preparar algo de cenar —¿Tienes hambre princesa Tiana?

—Eso no tienes que preguntarlo Ahyleen, sabes que soy más hambre 
que persona ¿Necesitas ayuda? —sin necesidad de yo decirle que hacer, tomo un cuchillo y empezó a picar vegetales.

Mientras Tiana estaba concentrada en picar perfectamente los vegetales, mi mente tomo un rumbo diferente al de la tarea que estaba desempeñando dejando mis dedos desprotegidos. Lo único en lo que podía pensar era en la extraña forma en la que Nathaniel  había desaparecido del hospital junto a Alexander, yo estaba en la puerta de la habitación y por ahí no salieron, el baño no tenía ventanas y la única ventana de la habitación no era lo suficientemente grande como para que hombres del tamaño de ellos dos pasaran; mi mente cada día buscaba un millón de salidas lógicas por las cuales pudieron haber salido, pero las únicas cosas que venían a mi cabeza solo eran posibles si eras un mago, un ángel, un vampiro o algún tipo de hibrido sobrenatural capaz de tele 
transportarse.

Un par de empujones en mi costado y el roce de la hoja del cuchillo en uno de mis dedos me hicieron dejar de vagar en mis pensamientos y concentrarme en lo que Tiana me decía.

—¿Qué demonios te sucede Ahyleen? —sus manos estaban en su cintura y me miraba con el ceño ligeramente fruncido —Te he dicho tres veces que hay alguien tocando la puerta y tú no me prestaste ni una pizca de atención.

—¿Acaso tú no puedes abrirla? —dije metiendo mi dedo lastimado bajo el agua para limpiar la sangre que goteaba —No te quedes ahí parada Tatiana y abre la puerta mientras yo me limpio.

—Ay, pero si vas a regañarme no me pegues —camino con una sonrisa hacia la puerta y abrió mientras yo secaba mi dedo herido con una servilleta.

Mientras Tiana hablaba con la persona que había tocado la puerta yo camine hacia el baño para buscar algo para ponerme en el dedo, pero antes de que pudiera llegar una mano tomo mi brazo y me giró haciéndome dar un grito y después quedándome boquiabierta cuando vi al dueño de dicha mano.

—Nathaniel —sus ojos se veían tan claros que parecían blancos y la piel de su rostro y cuello estaba perfecta, igual que la de sus brazos que sobresalían de las mangas cortas de su camisa negra, todas las heridas habían sanado —¿Qué estás haciendo aquí? ¿cómo sabes que vivo aquí?

—Estoy aquí porque necesito tu ayuda y sé que vives aquí porque te busqué —respondió a mis preguntas con voz y expresión seria sin soltar mi brazo —¿Dónde podemos hablar en privado?

—En esa habitación —señale hacia mi habitación y hale el brazo para que me soltara, pero su agarre solo se apretó más.

Sin decirme nada más, empezó a caminar hacia donde le había indicado, arrastrándome con él. Tiana miraba todo desde la puerta preguntándome con la mirada quien era él y porque me arrastraba así. Nathan abrió la puerta, entró, me hizo entrar y cerró la puerta con seguro detrás de él, soltó mi brazo y señalo la cama.

—Siéntate y no me interrumpas – tomo la silla que tenía en mi escritorio, la puso frente a donde me senté y miro mis ojos fijamente —Cuando estábamos en el hospital un hombre entró antes de que tú te fueras ¿Lo recuerdas?

—Si, lo recuerdo – sus ojos se oscurecieron viéndose más azules que grises —Su nombre era Alexander, era alto de cabello oscuro y ojos claros.

—Si lo vieras en algún lado ¿Lo reconocerías? —asentí y Nathaniel cerró los ojos un momento y después los abrió de nuevo – Necesito que me acompañes a un lugar y cuando estemos ahí quiero que busques a ese hombre entre los asistentes y después me dices exactamente cuál es.

—¿Por qué no lo buscas tú? Estuviste más tiempo con él que yo.

—Porque lo único que recuerdo de ese día es a ti…

 




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