Mi protegida.

5. Baila conmigo, Ahyleen.

El bar estaba a unas tres calles de donde habíamos dejado el auto estacionado, según me había dicho Nathaniel era más seguro dejar el auto lejos, no cuestioné su decisión, simplemente caminé junto a él 
hasta que llegamos al lugar. Dos hombres vestidos de negro cuidaban de la entrada y miraban las identificaciones de las personas que hacían la fila para entrar; yo camine hacia el final de la fila, pero Nathaniel tomo mi mano y me halo hacia donde estaban los dos hombres, las personas que esperaban en la fila empezaron a gritar, silbar e insultar, pero él no se inmuto, camino junto a los hombres 
que cuidaban el lugar y paso sin ser detenido.

—¿Te vas a quedar ahí o vas a entrar? —estiro su mano, tomo la mía de nuevo y volvió a caminar.

El lugar estaba lleno, la música sonaba fuerte y los cuerpos sudorosos se movían al ritmo de la canción que estaba sonando. Nathaniel caminaba como un experto, logrando que la gente nos dejara pasar sin golpearnos o asfixiarnos.

—¿A dónde vamos? —grité cerca de su oído para que pudiera escucharme, él se agacho y sus labios rosaron mi oído haciéndome sentir escalofríos.

—Vamos a la zona restringida —su voz era lo suficientemente gruesa y fuerte como para que no necesitara gritar para ser escuchado a pesar del ruido, en ese momento me sentí avergonzada porque yo literalmente había gritado en su oído —Ahí es donde debe estar Alexander.

Asentí y continuamos caminando entre la multitud hasta llegar a la zona restringida como la había llamado él; no tenía idea de cómo íbamos a entrar, pero confiaba en que lo haríamos, porque ya estábamos dentro del bar, saltándonos la fila y sin mostrar nuestras identificaciones. Mientras caminábamos vi a Alexander pasar muy cerca de nosotros, apreté la mano de Nathaniel.

—¿Sucede algo? —hablo de nuevo cerca de mi oído.

—Ese hombre que va allá —señale a Alexander que había dejado de caminar más adelante y hablaba con alguien —El del lado izquierdo es Alexander.

—Lo veo —soltó su mano de la mía y rodeo mi cintura con ella atrayéndome hasta que su pecho y el mío estaban casi pegados —Baila conmigo Ahyleen.

—Vinimos a buscar a Alexander, no a bailar Nathan —su otra mano subió hasta mi mejilla y la acaricio suavemente mientras sus ojos miraban los míos.

—Tenemos que disimular un poco, no podemos quedarnos de pie observándolo, sospechara y se ira de inmediato —sus ojos no se apartaron de los míos y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios —Y ya que estamos aquí ¿Por qué no divertirnos un poco?

—Estas completamente loco —trate de apartarme, pero sus brazos me 
apretaron más contra él y sus labios se posaron sobre los míos en un 
beso tan sorpresivo que un jadeo salió de mis labios inmediatamente, mis manos empuñaron su camisa y Nathaniel mordió suavemente mi labio inferior y de la misma manera que empezó el beso, terminó — ¿Eso fue un espejismo? —pregunte mirándolo, sus ojos se veían brillantes, más plateados de lo normal, resaltando entre las luces de colores del bar.

—Fue real —susurro y luego sonrió —Aunque si necesitas repetir para creerlo no me opongo.

—Déjate de idioteces y mejor explícame porque lo hiciste —golpee 
con una de mis manos en su hombro y el rio —No estoy jugando Nathaniel D´Angelo, vine a este lugar para ayudarte a encontrar a Alexander, ya lo hice así que me voy.

—Tu no vas a irte —apretó su agarre —Te necesito conmigo.

—Otra vez con el bendito necesito —rodé los ojos —¿Para qué más quieres que me quede, ya te señale a la persona que querías encontrar ¿Qué más quieres de mí?

—Si tú estás conmigo, ese hombre no se acercará a mí —dijo con el rostro serio — y si él no se acerca yo podre descubrir que fue lo que me hizo para que no recordara nada de él.

—Pero para saber que te hizo lo mejor es ir al hospital, pides la historia clínica y ahí dice todos los medicamentos y procedimientos que te hicieron.

—Ir al hospital seria perder el tiempo —la expresión de su rostro era seria y el tono de voz con el que hablaba me trasmitía la confusión e ira que él sentía —Lo que se tipo de allá me hizo no es algo que cualquiera puede hacer, es algo que solo seres superiores hacen, seres que tú piensas que solo existen en las novelas y programas estúpidos que dan en la televisión.

—Según eso ¿De qué seres superiores estamos hablando? ¿Vampiros? ¿Brujas? —él rodo sus ojos sacándome una sonrisa —A ver Anastasio deja de rodar tus lindos ojos y dime que seres son, muero de curiosidad.

—Ni vampiros, ni brujas y mucho menos licántropos, Alexander pertenece a una raza especial, son más fuertes que cualquiera de las anteriores el… —sus palabras fueron interrumpidas por un gruñido y las manos que antes estaban apretadas en mi cuerpo se encontraban ahora en su cabeza sosteniéndola como si le doliera mucho – Tenemos que salir de aquí Ahyleen, ahora.

Sin pensarlo dos veces tomé una de sus manos y empecé a caminar dando codazos y pisando algunos pies para que abrieran espacio y salir lo más rápido posible de ese lugar, no entendía en absoluto la actitud de Nathaniel o la urgencia por salir, lo único de lo que estaba segura era de que cuando Nathaniel y Alexander estaban cerca cosas extrañas sucedían entre ellos y todas las dudas que tenía respecto a toda esa situación iban a ser resueltas muy pronto. Cuando 
caminamos fuera del lugar escuché un suspiro de alivio y sentí un apretón en mi mano.

—Te llevare a casa.

—Si y tú te quedaras conmigo, hay muchas cosas de las que debemos hablar.

—De acuerdo, me quedare y hablaremos —abrió la puerta del auto 
para mí y antes de que subiera puso una mano en mi barbilla e hizo que lo mirara —Pero debes tener la mente abierta, porque las cosas que voy a contarte no son el tipo de cosas típicas que vives día a día, el haberte topado conmigo fue lo peor que pudo pasarte.




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