Mi protegida.

12. Hija del fuego.

Nathaniel y Thomas terminaron de hablar y caminaron hasta donde estábamos Dennise y yo, haciendo que dejáramos de hablar, Nathan me miro por cerca de un segundo y de inmediato aparto la mirada haciendo que mi corazón doliera, no solo se había apartado de mí y me había dejado sola después de besarme si no que tampoco soportaba mirarme, había jugado con mis sentimientos al decir que le gustaba y después besándome, había jugado conmigo desde el momento en el que nos conocimos, solo me estaba usando para estar cerca de Tiana, para proteger a su gema.

—Creo que deberíamos empezar –—dijo Dennise caminando hasta la sala de nuevo y le indico a Tiana que se sentara, ella obedeció en silencio —Thomas, vigila la puerta, Nathaniel cuida de Ahyleen.

—No necesito que me cuiden —me aleje de Nathaniel y me senté en una de las sillas de la barra de desayuno.

—Si lo necesitas Leen, eres la persona más vulnerable aquí ahora mismo —sacó una silla junto a mí y se sentó.

—No me digas así —gruñí y mire hacia donde estaba Dennise, ella estaba sentada en la mesa mirando a Tiana, tomo sus manos y cerró los ojos.

— ¿Por qué no? —pregunto casi en un susurro.

—Porque no y ya Nathaniel, mejor concéntrate en tu gema y déjame a mí en paz —él miró hacia Tiana y no dijo nada más.

Dennise tenía las manos de mi amiga entre las suyas y los ojos de ambas estaban cerrados, los labios de Dennise se movían y en voz suave recitaba palabras que no entendía, la sala de estar subía de temperatura a medida que el tiempo pasaba, las palmas de mis manos sudaban y algunos cabellos se estaban pegando a mi frente, el calor era demasiado y al parecer solo yo lo sentía porque los demás se veían tranquilos y sin ningún indicio de calor. 


Después de unos diez minutos Tiana abrió los ojos y un jadeo se escapó de mis labios, su mirada era intensa y alrededor de su pupila estaba rojo, al ver mi sorpresa ella sonrió y con voz gutural hablo.

—La hija del fuego debe morir.

En cuanto esas palabras salieron de su boca todos lo que había de vidrio en la sala de estar se rompió; Thomas tomo a Dennise de la cintura para alejarla de Tiana que se levantó del sofá, tomo uno de los vidrios más grandes del suelo y empezó a reír, estiro la mano con el vidrio hacia mí y sin dejar de sonreír ladeo la cabeza; un grito salió de mis labios cuando la vi lanzarlo y cerré los ojos esperando sentir el impacto de algo afilado en mi cuerpo, pero en lugar de eso solo sentí unos brazos a mi alrededor y el latido acelerado de un corazón en mi oreja.

—¡Sácala de aquí Nathaniel! —escuché el grito de Thomas y abrí los ojos.

Mi espalda estaba pegada a Nathaniel y sus brazos rodeaban mi cintura y rodeándonos a ambos un par de grandes alas color gris claro que no me permitían mirar más allá de ellas, quería saber que estaba pasando, quería saber si Tiana y Dennise estaban bien, pero antes de que pudiera si quiera intentar mirar por encima de las enormes alas mis pies se levantaron del suelo y Nathaniel empezó a moverse a paso rápido, un momento después me dejo sobre el suelo y aparto sus alas, estábamos en el estacionamiento del edificio y él puso unas llaves en mis manos.

—Toma el auto y conduce lo más lejos que puedas —me empujo hasta su auto y abrió la puerta de piloto —En la guantera hay dinero suficiente para que te quedes en algún sitio y comas algo, pero lejos de aquí.

—No, ¿Por qué debo irme? ¿Y Tiana?¡Ella debería venir conmigo!

—¡Claro que no! ¡Intentó matarte Ahyleen! —gritó y luego miro por encima de su hombro —Ay no… sube al maldito auto Ahyleen y lárgate.

Sin esperar si me subía o no se alejó de mí y abrió sus alas, escuché un par de gritos y vi a Tiana lanzarse hacia Nathaniel con tanta fuerza que lo hizo caer al suelo, miro hacia mí, se levantó e intento correr, pero Nathan tomo su tobillo y la halo.

—¡Vete! —sintiéndome confundida y asustada, obedecí su orden, subí al auto y acelere alejándome del edificio.

No sé por cuánto tiempo conduje, ni que caminos tomé, lo único que sabía era que estaba asustada, mi mejor amiga actuaba como poseída, había intentado matarme y por segunda vez en el día me habían llamado hija del fuego.

La noche llego rápido y el agotamiento tomo mi cuerpo, busque en los alrededores un letrero que me indicara si había un hotel cerca, pero no encontré nada, así que me estacione fuera de una tienda, cerré los ojos e intente dormir, pero en vez de eso lagrimas salieron de mis ojos y sollozos de mis labios. Era el peor día que había tenido en toda mi vida y temía que después de esto mi vida no fuera la misma de antes, quería regresar el tiempo y no asistir a esa fiesta, no irme de ahí sola y no haberme acercado a ayudar a Nathaniel, mi vida se había vuelto un caos desde que lo vi y todas las cosas en las que creía dejaron de parecer reales o correctas. La gente decía que los ángeles eran hermosos, compasivos, protectores y amorosos, pero lo único real era su belleza, lo demás era totalmente una mentira.

Un toque suave en la ventanilla del auto me hizo abrir los ojos, en cuanto vi quien toco la ventanilla intenté encender el auto, pero el temblor en las manos y la vista borrosa por las lágrimas no me dejaron hacerlo.

—No puedes escapar de mi preciosa pelirroja —en su voz se escuchaba alegría y en su rostro tenía una enorme sonrisa —Pero si quieres podemos jugar un poco al gato y al ratón.

Cuando por fin logre encender el auto, acelere a fondo y lo último que escuche antes de que todo se volviera negro fue la risa de Alexander.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.