Mi protegida.

21. Una buena distracción.

Después de mostrarles mis habilidades a los D'Angelo y entrenar un poco más, Nathaniel y yo caminamos por el bosque; su mano estaba entrelazada con la mía y no podía dejar de sonreír. Estaba enamorada y tenía que disfrutarlo al máximo porque nunca se sabe cuánto durarán esos momentos de felicidad plena.

— ¿En qué piensas? — preguntó mientras se sentaba en el suelo y recostaba la espalda en un tronco, yo me senté entre sus piernas y recosté mi espalda en su pecho, sus brazos me envolvieron y besó un costado de mi cabeza.

— Tengo tantas cosas en la mente ahora mismo que no sé cuál de todas mencionar primero.

— Empieza por lo que más te preocupa — susurró en mi oreja y dio un suave beso bajo ella — Y así dejamos para el final las cosas buenas y recuperamos el buen momento ¿Te parece?

— Lo que más me preocupa ahora mismo eres tú — sus brazos se apretaron a mi alrededor y yo reí — Pero porque creo que te cambiaron porque tu no eres tan tierno nunca.

— Oh por favor — el río y yo cerré los ojos, nunca había creído eso que escribían de que una risa sonaba sexy o musical, pero en ese momento lo había comprobado, porque su risa ronca y baja sonaba exactamente así, todo mi cuerpo se estremeció con su risa.

— Me preocupa mucho no poder vencer a Alexander, me preocupa que éste preparándose para atacarnos, él tiene años de experiencia controlando sus habilidades; yo... tengo miedo.

— Es normal tener un poco de miedo, hace muy poco descubriste la existencia de los ángeles y conociste lo malvados que podemos ser, viste y sentiste de primera mano lo que es ser atacado por alguien violento, pero ten en cuenta que también hay ángeles buenos, cómo Thomas.

Nathaniel se incluía entre los ángeles malvados y a su hermano lo ponía entre los buenos, eso me entristecía, para mi él era bueno.

— Tú eres uno de los buenos, si no lo fueras no estarías ahora en casa de tu hermano conviviendo con su esposa e hijos — el besó mi cabeza y puso sus manos sobre las mías.

— Intento ser bueno, quiero que Thomas se sienta orgulloso de mi, que vea en mí lo que yo veo en él — se quedó en silencio un momento y luego mordió el lóbulo de mi oreja — ¿Que más piensas?

— Tengo mucha curiosidad sobre él porque intentaste matar a Dennise.

— Bueno... en eso días conocía muy pocas cosas acerca de las gemas, sólo los guardianes que habían leído el diario de los Cavaliers sabían lo que era y lo que representaban, Thomas era uno de esos guardianes, un ángel destacado desde niño, buen luchador, buen pensador, una persona justa — respiró hondo y continuó — En cambió yo... no sabía nada, siempre era excluido, Alexander me envenenaba, me decía que yo debería ser un arcángel guardián en vez de Thomas y mi padre con su actitud reafirmaba sus palabras, me decía que era el mayor, que era el primogénito y que debía ser yo quién estuviera a cargo de una gema, que estaba decepcionado, todo eso me llevó a cultivar un odio hacia mi hermano menor, poco a poco iba creciendo la rabia, la envidia; aunque detrás de todos esos horribles sentimientos me sentía orgulloso, orgulloso de los logros de mi hermano menor y desde niño siempre quise protegerlo, por eso cuando mi padre nos ponía a pelear perdía a propósito, yo era más grande y resistiría mejor los castigos de nuestro padre. Después de un tiempo a él le dieron la misión de encontrar la gema y cuando lo hizo empezaron a decirme que ella iba a hacerle daño, que las gemas podían matar ángeles y que ella planeaba hacerlo, me metieron en la cabeza la idea de que tenía que acabar con ella y lo intenté, no podía permitir que dañara a mi hermano.

Todo lo que me decía era tan impactante, doloroso y en la forma que hablaba se podía sentir la tristeza que tenía todavía por haber albergado esos sentimientos en su corazón. Yo tenía razón cuando le había dicho a Thomas que Nathaniel estaba arrepentido.

— Ahora quieres hacer las cosas bien — él hizo un ruido en respuesta, estaba claro que no quería hablar más de la situación con su hermano, lo deje así — Y... ¿Cómo saliste del infierno? Estabas ahí ¿Cierto?

— Esa... es una historia larga y aburrida que te contaré después.

— Después ¿Cuándo? — él beso mi mejilla, luego mi cuello y hombro.

— Cuando seamos ancianos y no tengamos nada más que hacer además de hablar y contarnos historias del pasado.

— Me estas jodiendo ¿Verdad? — él río y metió las manos bajo mi camisa con la intención de distraerme.

Y tengo que decirlo... era una buena distracción.

A partir de ese momento la situación cambió, sus manos tocando mi piel desnuda me hacían olvidar todos esos pensamientos que estaban agobiándome y mi atención se concentraba en su toque, en lo suaves que acariciaba mi abdomen con sus dedos.

— Ahora dime que cosas agradables se cruzan por tu mente — susurró y dio un pequeño mordisco en mi cuello.

— ¿Además de todo lo que estás haciendo?

— Si, además de todo eso — subió sus manos casi hasta mis senos y suspire.

— Pienso en lo enamorada que estoy de ti y en que a mi corazón no le interesa si eres bueno o malo...

— Eso es agradable de escuchar — subió del todo las manos y esa vez si llegó hasta mis senos, yo me tense y él bajo las manos de nuevo — ¿Muy rápido?

— Si... bastante — mi voz salió baja y temblorosa, él sacó las manos de mi camisa y me abrazó.

— No te preocupes hija del fuego, no voy a presionarte — besó mi mejilla — Tú tienes las riendas, eres la jefe.

— Me alegra saber eso, eres muy dulce.

— Lo intentó Ahyleen, créeme que lo intento.

Y lo hacía muy bien porque a pesar de lo que acababa de pasar no me sentía incómoda. Él me dejó tener el mando, yo era quien decidía hasta donde lo dejaba llegar.

Era agradable.

 




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