Mi protegida.

24. Cierra tu estúpida boca Alexander.

el taxista estaciono en la parte trasera de un edificio de aspecto viejo, con vidrios rotos y puertas cerradas con cadenas. Era un lugar aterrador; el sitio perfecto para el final del juego. Nathaniel de alguna  manera rompió  fácilmente una de las cadenas y entramos caminando lento, la poca luz que entraba no era suficiente para poder ver cada cosa y tropecé varias veces pero no sentía dolor, estaba como entumida y mi corazón  estaba acelerado, con una mezcla de temor y ansiedad; Nathan miraba todo tratando de encontrar un interruptor para ver si había electricidad pero no había tenido éxito y no nos atrevíamos a encender la luz del celular porque no queríamos quedarnos sin batería, teníamos que poder usarlo y comunicarnos con Thomas y Dennise.

— Vaya, vaya... ¡Al fin llegaron! — el tono de su voz era tan alegre que me daba nauseas — La pequeña esta algo inquieta, creo que extraña a su mami.

Las luces se encendieron y pude ver al asqueroso hombre cargando a una sucia y llorosa Brisa, la furia se arremolinaba dentro de mí, tenía tantas ganas de ir y arrancarle el cuello.

— Entrégale la bebé a Ahyleen, deja que se vayan — hablo Nathaniel sin moverse de donde estaba.

— ¿Y yo que gano con eso?

— A mí, podrás vengarte, hacer conmigo todas las atrocidades que lleguen a tu mente — estaba ofreciendo su vida a cambio de la de su sobrina, me hacía sentir orgullosa, temerosa y muchas emociones más que sólo lograban aumentar mi ansiedad.

— El problema aquí es que a ti no te importa morir — levantó los hombros Alexander — Y yo quiero que sufras... así que no hay trato.

— Entonces entrégale la bebé a su madre — hable y di un paso adelante de Nathaniel — Déjame llamarla para que venga por ella y yo me quedaré aquí, obtendrás tu ansiada venganza.

— Ese... — sonrió y me señalo — Ese es un buen trato, pero no quiero arriesgarme a que el otro D'Angelo se aparezca por aquí así que... ¿Alguna propuesta más tentadora?

— Dale la bebé a Nathaniel y que él vaya a entregársela a su madre — Nathaniel me miró con el ceño fruncido, esa era una clara señal para que me callara, pero no le presté atención y continué hablando — Yo me quedaré, es un buen intercambio.

— Me gusta — asintió, se acercó a mí y estiró la bebé, inmediatamente la tomé en mis brazos y la abracé — Más te vale llevarla rápido con sus padres Nathaniel... no querrás dejar a tu preciosa novia conmigo a solas por mucho tiempo.

Me acerqué a Nathaniel y puse a la bebé en sus brazos, él me abrazó y beso mi frente.

— No tardaré, te lo prometo — susurró y caminó fuera del edificio.

Confiaba en él, sabía que volvería y juntos acabaríamos con la existencia de ese monstruo.

— Tic... tac — canturreo — El tiempo de mi paciencia se agota rápido joven D'Angelo, no tardes mucho.

— Cierra tu estúpida boca Alexander — lo miré y él río.

— ¿Realmente crees que estás en condiciones de decir eso? — se acercó a mi de nuevo y rodeo mi brazo con su mano.

— Estoy en condiciones de decir lo que me dé la gana — espete y miré directo a sus ojos, era una mirada tan vacía.

— No me pruebes hija del fuego — gruño — Porque puedo lastimarte en muchas formas que tu no alcanzas ni a imaginar.

— No sabes lo creativa que es mi mente cuando se trata de imaginar cosas — sonreí y halé el brazo.

— Y tú no sabes lo creativo que me pongo cuando me retan cómo estás haciendo tú.

Soltó mi brazo y caminó hacía un pequeño sofá que había al otro lado de la habitación, me miró de arriba a abajo de tal modo que me hizo sentir náuseas, me veía como si estuviera desnuda, era una sensación asquerosa.

— Creo que entiendo lo que Nathaniel ve en ti — murmuro mientras encendía un cigarrillo — Eres atractiva, algo baja para mi gusto pero hermosa y con un cabello muy llamativo, lástima que tengas un carácter de mierda, si fuera diferente  incluso pensaría en conservarte.

— ¿Conservarme? — ¿quién demonios creía que era? — ¿Acaso crees que soy una muñeca de porcelana para coleccionar?

— Si no fueras tan insolente, si — soltó el humo y sonrió de lado — Aunque pensándolo bien podría domesticarte, enseñarte como debes comportarte en mi presencia.

— Mejor mátame — abrí los brazos de forma dramática — Hazlo ahora...

— Deja de provocarme pequeña pelirroja — cerró los ojos y recostó su cabeza en el espaldar — No quiero lastimarte aún, debemos esperar a Nathaniel para que pueda ver cómo lo hago.

— Eres repugnante.

— Te lo agradezco — río y fumo de su cigarrillo — Quién te escuché dirá que me amas.

— Por favor no me hagas vomitar — me senté en el suelo — Eres tan aburrido que me das pena.

— Ten paciencia, lo emocionante empezara cuando llegue tu novio.

— Eso espero — sonreí.

Solo esperaba que Nathan llegara pronto, porque nunca había sido una persona paciente y era bastante difícil para mí estar cerca de ese imbécil y no atacarlo, quería enseñarle que ya no era débil y lastimarlo tanto que suplicara para que acabemos con su vida; movía mi pierna desesperada; estaba tan ansiosa que mis manos sudaban. La espera estaba matándome.

— Alto, deja de mover la maldita pierna hija de...

— Primero... — lo interrumpí y lo señalé — Tú no me dices que hacer bestia y segundo, no vuelvas a repetir las palabras hija del fuego.

— ¿Y qué vas a hacer si lo repito? — se levantó y caminó hacía donde estaba, puso su mano bajo mi barbilla e inclinó un poco mi cabeza hacía él — ¿Me vas a gritar? ¿Me vas a amenazar? O mejor aún ¿Vas a golpearme?

Quería decir que sí, responderle que iba a golpearlo hasta que suplicara misericordia; quería levantarme de donde estaba y mostrarle lo creativa que podía ser en cuánto a la tortura. Antes sólo podía pensar en acabar con él lo más rápido posible, en darle fín a su vida de un golpe pero después de que robara a la pequeña Brisa y ver lo sucia y triste que estaba mi pensamiento cambió, en mi mente sólo había una cosa en ese momento y era el más puro odio que había sentido en toda mi vida.




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