PI PI PI PI PI...
La alarma de mi IPhone me saca de mi reconfortante sueño, lo tomo adormilada y apago la estúpida alarma, mi teléfono está programado para que la alarma suene cada cinco minutos, si así de floja soy.
PI PI PI PI PI PI PI ...
Otra vez la fastidiosa alarma interrumpe mi maravilloso sueño.
─Cinco minutos más ─balbuceo y vuelvo a apagar el sonido de mi teléfono.
Suena una tercera vez, en estos momentos quiero tomar mi celular y estrellarlo contra la pared para que pare de sonar por completo. Vuelvo a apagar el pinche sonido, volviendo a cerrar mis ojos, quedándome dormida al instante.
─ ¿¡Por qué no te has levantado Emily!? ─grita mi madre despojándome de mis suaves sábanas, siento como el frío comienza a hacer de las suyas.
Froto mis ojos –─solo fueron cinco minutos –─ digo con un hilo de voz.
─Ya son las siete y media Emily –─me regaña mi madre, mis ojos se abren de par en par, busco mi teléfono y veo la hora 7:35 marca la pantalla. Rayos, me he dormido por treinta y cinco minutos y yo pensando que solo fueron cinco. Me levanto de un salto de mi cama, corriendo en dirección al baño, rápidamente lavo mis dientes, me ducho y salgo, mi madre todavía está en mi cuarto viéndome con su entrecejo fruncido, sin prestarle atención me visto, me pongo lo primero que tomó de mi guarda ropa. Levantarse a las siete de la mañana debería ser ilegal, las personas que se levanten antes de la diez de la mañana debería ir a la cárcel, el gobierno es para que piense en crear esa ley, seria genial, yo sin pensarlo votaría por ellos.
─Tienes que aprender a tener responsabilidad, así no llegaras a ningún lado ─me dice mi madre mientras me dispongo a ponerme el pantalón negro, sin mirarla me sigo vistiendo. ─Estoy hablando contigo...
─Lo sé mamá, siempre es lo mismo, ya sé que no sirvo, que todo el mundo es mejor que yo, que te fuese gustado tener otro tipo de hija y bla, bla, bla ─exclamo terminando de abotonar mi pantalón, tomó la camisa celeste y me la coloco. ─no es necesario que te diga nada, siempre tú tienes la razón.
─No me hables en ese tono Emily ─habla mi madre fulminándome con la mira. ─Si no estás lista en tres minutos te iras caminando al instituto ─con firmeza camina hacia la puerta y la cierra de golpe.
Con rapidez me coloco mis converse negras. ─Maldita alarma ─susurro en voz alta, recuerdo que la alarma si sonó pero yo la apague. ─Maldito sueño ─repongo al recordar que la alarma sonó tres veces.
Me miro en el espejo, trato de peinarme pero eso no es lo mío así que dejó el peine y salgo disparada de mi habitación, no es que me encante irme con mi madre al instituto, pero ya voy extremadamente tarde y no puedo ponerme con mi malcriadeces. Sin mirar a ningún lado salgo de la casa y camino a paso rápidos al auto, cuando llego a la puerta del copiloto la abro, introduciéndome en el coche. Mi madre sin mediar palabras pone en marcha el auto, el silencio es incómodo, la tensión se puede sentir en el pequeño auto.
─Recuerda lo que hablamos ayer ─habla mi madre, rompiendo el silencio.
Pongo los ojos en blanco, obviamente ella no me está viendo, porque si ve que le he volteado los ojos me lanza del coche.
─Si ─respondo ─tratare de sacar las mejore calificaciones que pueda –─mi promedio es muy bueno, aunque con la matemática me cuesta, siempre me las ingenio para poder sacar las mejores notas que pueda.
─Eso espero ─menciona, sin dejar de ver al frente. Mi madre y yo no cruzamos ni una solo palabra después de que me dijera «eso espero», al llegar al instituto me bajo del auto y salgo corriendo a mi clase, sé que llegaré tarde pero corriendo siento que aunque sea llegare unos segundos antes, no me despido de mi madre, no sé si sea por lo que me ha dicho ayer o porque salí disparada del auto, digamos que fue por los dos.
Corro por el pasillo hasta encontrar el salón en el que debería estar viendo clases.
Tomo la perilla de la puerta y con rapidez la abro ─buenos días ─digo al entrar, todos viajan sus miradas hacia mí, yo veo a la profesora de historia, la que me ve con desaprobación – ¿Puedo pasar? ─ le pregunto forzando una sonrisa.
La profesora Nelly acomoda sus redondos lentes, viéndome con sus grandes ojos avellana, me hace una seña con la cabeza para que me siente ─la clase es a las siete y media señorita Besguel, que sea la primera y última vez que llega tarde ─me advierte.
Asiento con mi cabeza y me siento en el puesto que me han apartado mis queridas amigas, las que me sonríen burlonamente. Después de ver clase de historia por tres horas, al fin salimos a tomar un receso para luego entrar a clase de Bilogía.
─Hoy es viernes y el cuerpo lo sabe ─habla Sarah cuando estamos sentadas en unas de las bancas del instituto, tomando nuestro respectivo descanso.
Andrea la mira, y luego me ve a mí ─ ¿Cómo la soportamos? ─me pregunta con seriedad.
Esbozo una sonrisa ─Cuando tenga la respuesta de eso te aviso, aun no se él porque ─respondo sin ver a Sarah, la cual nos ve con su ceja levantada.
─Ustedes saben que yo soy su felicidad ─asegura Sarah poniéndose en medio de las dos ─sin mí no podrían vivir.