Mi querida influencer

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Cuando una vive en pleno siglo XXI, y en una época dominada por los millenial debe buscar la manera de ganarse la vida.

Una forma digna pero que también haga de nuestras vidas , algo interesante.

Y eso fue lo primero que se me cruzó por la mente cuando emprendí este camino.

Como alguien que en su secundaria y en la preparatoria fue la reina del baile durante tres años seguidos y a la vez la capitana del equipo de debate , conseguir que la gente la siguiera y la escuchara, no era algo difícil de conseguir.

No sabía como, pero había logrado que la gente de alguna u otra manera , a lo largo de mis 23 años me escuchara, le prestara atención a cada cosa que salía de mi boca y tenía todo lo que quería.

Por eso, durante los dos últimos años me había abierto una cuenta en Instagram donde promulgaba los beneficios de un buen maquillaje, y una buena dieta.

Todo esto de ser una persona influyente en la sociedad, comenzó como un juego, algo para matar mi tiempo libre mientras decidía que quería hacer con mi vida.

Pero de la noche a la mañana todo aquello cambió. Para bien. Mi vida dió un giro de 180 grados y eso nos posiciona en el presente.

Un hoy en el que yo,Deborah Pillmonth, o Debbie P para mis seguidores, era la reina de esa red social.

Con más de 5.000.000 millones de seguidores, era una de las personas más populares en este momento, lo que se reflejaba en mensajes de chicos para invitarme a salir, chicas que querian mis consejos y compañias que me regalaban sus productos, permitiendome ahorra un montón de dinero.

Ojalá mis padres pudieran ver esto. Pero ellos solo veían que yo solo estaba despediciando mi vida. Ellos hubiesen preferido que mi vida girara en torno a libros y horas de estudio en lugar de estar rodeada de selfies, likes y comentarios en un lugar tan superficial.

Para ellos esto no era un trabajo, pero para mí, en cierta forma lo era. No uno de verdad ya que no me daba el suficiente dinero para pagar las cuentas. Y eso quedó en evidencia al ver que deslizaban por debajo de mi puerta un papel que era ni más ni menos un aviso de desalojo.

Me había atrasado en la renta y tenía tres días para poder dejar el lugar. Ojalá pudiera pagar mis cuentas con maquillaje y ropa, pero lamentablemente esta gente no aceptaría un trato de esta magnitud.

Prendí mi cámara, la coloqué en el trípode y como no dejaba ni un solo detalle de mi vida para la intimidad para mí y es por eso que conté lo que estaba sucediendo.

Esperaba que así como la gente me invitaba a citas y fiestas, esperaba que me pudieran dar un lugar donde dormir , aunque sea por unos días, hasta que pudiera conseguir un trabajo serio.

O que por lo menos me permitiera ganar dinero para pagar un alquiler.

Sabía que podría con esto, como había hecho con todo en mi vida.

Sería feliz nuevamente, antes de que pudiera quejarme por no serlo.

 

 

 

 

 

 



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En el texto hay: comedia, amor, pandemia

Editado: 23.12.2021

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