Los minutos pasaban sin piedad frente a mis ojos y la nieve no paraba de caer.
Una gran cantidad se había acumulado en la puerta formando un pequeño montoncito .
En otra situación, una que no pintara ser tan trágica , habría salido afuera y me habría puesto a jugar.
Amaba la nieve. Me encantaba armar pequeñas bolas y arrojarlas , sacar mi lengua para dejar que los copos aterrizaran allí y se derritieran y hacer ángeles y muñecos de nieve.
Pero esta ocasión era especial. De la peor manera posible. Caleb había salido de casa hace más de una hora y aún no volvía.
Millones de escenarios se reproducían en mi mente y ninguno era lo suficientemente alentador como para hacerme sentir mejor.
Podría haber volcado.
Podria haber chocado.
Podría estar herido.
Podría estar muerto.
Esa idea me destrozaba el corazón y es justamente por eso que decidí que me iría a recostar por un momento en el sofá para pensar en algo más.
Tal vez dormiría una pequeña siesta.con suerte cuando despertara el estaría aquí conmigo. A salvo.
Intenté cerrar mis ojos, cantar mi canción favorita en mi mente , contar ovejas, nada de eso funcionó.
Era casi una misión imposible quedarme dormida.
Luego lo recordé. Lo único que me hacía sentir bien en días asi era una taza de chocolate caliente con malvadiscos.
Rebusqué en cada uno de los lugares de esta casa hasta poder dar con el cacao , la leche y esas nubecitas que se deshacen en la boca.
Prepararía para los dos, de esta forma cuando Cal volviera a casa tendría algo para poder calentar su cuerpo.
Cuando el reloj marcó una nueva hora , Caleb estaba estacionando su auto frente a nuestra entrada principal.
Podía sentir como si pudiera volver a respirar , como si todo lo malo que se me había ocurrido se esfumaba y quedaba solo en locas suposiciones.
La puerta se abrió dándome la visión de Caleb cubierto de nieve, y juro que nunca lo había visto tan hermoso en mi vida.
-Estás bien-dije arrogandome a sus brazos desesperadamente.
No me importaba pasar vergüenza, ni quedar como una exagerada o una desesperada.
Pero nadie entendería la sensación horrible que tenía en mi pecho al pensar en todo lo que le había podido ocurrir.
No esperé a su respuesta , solamente lo besé.
Y juro que nunca me habían besado de esa manera con tanta urgencia.
Retrocedimos hacia el sillón y con el calor de la chimenea y las llamas del fuego detrás nuestro, me hizo suya.
No era como el sueño que tuve antes, fue muchísimo mejor.
Cuando los dos llegamos al clímax a la misma vez sentía que había llegado al cielo y me habían abierto las puertas para dejarme viviendo allí para siempre.
-Y no hizo falta una cita para esto-dijo riendo.
-Calla-me arrastré y apoyé la cabeza en su pecho-Solo hizo falta que pensara que algo malo te había pasado.
- Eres algo dramática.
-Lo sé. Es la mejor parte de mí.
-Que buena manera de llegar a casa . Me reciben con chocolate caliente y sexo. Tal vez deba desaparecer más seguido.
-Ni se te ocurra.-lo miré enojada ante su ocurrencia.
-Nunca . No quiero volver a ver esa expresión en tu rostro nunca más.-besó mi coronilla –Ahora vamos a tomar eso antes de que se enfríe más. Tiene malvadiscos?
-Claro, por quien me tomas?
-Por la mejor persona que he conocido.
-Pero antes de eso. Quiero saber porque te molestó tanto mi pregunta.
-Cuál de todas?
-La de la canción.
-Ah eso.
-Si.Y te conviene no irte esta vez.
-No lo haré.