Mi querido Amigo Servant

1. Un Nuevo Comienzo

A photo of an old elm tree next to a river

Servant, un joven solitario, hallaba en la soledad su más fiel compañera. No había nadie con quien pudiera compartir sus alegrías, que, aunque escasas, eran siempre intensas, ni sus pesares, que parecían multiplicarse día a día.

Pero esta soledad, para él, no era un castigo. Servant encontraba en ella una suerte de refugio silente. En su mundo particular, dejaba que las sombras alargadas de sus inquietudes fluyeran como las aguas turbias del río que serpenteaba cerca de su hogar. El río, con sus aguas oscuras y misteriosas, era su confidente más cercano, un testigo silente de sus pensamientos más profundos.

A medida que los días pasaban, Servant continuaba su vida solitaria, encontrando consuelo en su rincón de tranquilidad junto al río, donde sus pensamientos fluían libremente, sin juicios ni restricciones. 

Un día, quizás, estaría en Heelshire, un prestigioso colegio, como su madre. Pero hoy, en este momento, todo lo que importaba era el hecho de que estaba estirando desesperadamente su brazo para aferrarse a una rama. Un gemido apenas perceptible escapó de sus labios mientras sus ojos se clavaban en el perro enojado que ladraba con furia. Había sido perseguido hasta este anciano olmo, y la urgencia de la situación era palpable.

Los rayos del sol filtrándose a través de las hojas danzantes del olmo pintaban sombras fugaces en su rostro. Sus dedos se aferraban con desesperación a la rama que parecía la única barrera entre él y el inclemente perro que amenazaba con devorarlo. El viento susurraba a su alrededor, como si la naturaleza misma estuviera observando con curiosidad y ansiedad el desenlace de esta confrontación.

La mirada de angustia en sus ojos se encontró con la feroz determinación del perro que no cedía en su empeño de atraparlo. 

Pero, en medio de la incertidumbre y la tensión, una figura inesperada se asomó al final del sendero, como un salvador en un cuento de hadas. Era ella, la joven que cambiaría su destino. Con su llegada, el perro se detuvo, y el tiempo pareció ralentizarse mientras sus miradas se encontraban.

Emily, una joven de cabello rubio que irradiaba una mezcla de encanto y determinación, observó la situación con ojos perspicaces. Sin dudarlo, se acercó al perro amenazante, llevando en sus manos un puñado de croquetas, y en un tono amable y dulce, exclamó: "Ven, perrito, ven".

El cambio en el perro fue casi mágico. Su cola, que antes había estado en alto y rígida, comenzó a moverse con alegría. El lenguaje universal de la comida parecía haber roto las barreras de la hostilidad. El canino, que unos momentos atrás había sido una fuente de preocupación, ahora se mostraba como un amigo fiel en potencia.

El perro trotó hacia Emily con la ligereza de la esperanza y la anticipación en sus ojos. Su atención estaba completamente centrada en las croquetas que Emily sostenía entre sus dedos. Cada paso que daba el perro, parecía llevarlo más cerca del cambio de fortuna que tanto anhelaba. Su boca comenzó a salivar profusamente, como si la comida fuera su más preciado tesoro.

Emily se inclinó hacia abajo, extendiendo su mano con las croquetas hacia el perro hambriento. La conexión instantánea entre ellos, basada en un simple acto de bondad y comprensión, era un testimonio de la poderosa influencia que los pequeños gestos pueden tener en el mundo de las emociones humanas y la amistad.

Emily continuó acariciando al perro con ternura, disfrutando de la sensación de su suave pelaje bajo sus dedos. La conexión entre ellos se hacía más fuerte con cada caricia, y el perro respondía con gratitud, inclinando la cabeza como si supiera que había encontrado a alguien digno de su confianza.

Mientras tanto, Servant, que había bajado con cuidado del árbol, observaba la escena con calma. Ajustando lentamente su visión, se dio cuenta de que su salvador era una chica de su misma edad. Su cabello rubio, bañado en la cálida luz del sol que se filtraba a través de las hojas, parecía resplandecer con un brillo celestial. Emily irradiaba una belleza natural y una serenidad que lo cautivaron de inmediato.

Los ojos de Servant se encontraron con los de Emily, y en ese instante, un mundo de posibilidades se abrió ante ellos. Las miradas se entrelazaron, y una sonrisa amable brotó en los labios de la joven. Era una sonrisa que transmitía calma y confianza, como si toda la belleza y la bondad del mundo se manifestaran en ese gesto sencillo.

En ese momento, entre el perro que había encontrado un amigo y la sonrisa de Emily que iluminaba el espacio entre ellos, una chispa de conexión especial se encendió. 

Emily, con una expresión de preocupación en su rostro, extendió su mano hacia Servant con un gesto amigable. "¿Oye, estás bien?" preguntó con voz suave y reconfortante.

Servant, aún un tanto sorprendido por la amabilidad de la chica, no dudó en responder. Extendió su mano en un gesto de saludo, como si estuviera dispuesto a establecer una conexión. "Sí, estoy bien", respondió con sinceridad, su mirada reflejando una mezcla de gratitud y sorpresa. Había una sensación en el aire de que no esperaba que alguien se interesara por su bienestar. "Estaba escalando y... oh".

Mientras la conversación se desarrollaba, el perro que antes había sido una fuente de amenaza, ahora se encontraba cerca, disfrutando de las croquetas que Emily le había ofrecido. Sus ojos brillaban con alegría mientras devoraba la comida, y ya no mostraba intenciones de perseguir a Servant.

El ambiente en ese rincón tranquilo bajo el árbol parecía haber cambiado completamente. La tensión se había disipado, reemplazada por un sentido de camaradería inesperada. 

A pesar de que el perro ya no le gruñía, Servant mantuvo una distancia cautelosa entre él y el canino. Observó a Emily con una mezcla de curiosidad y aprecio. La joven había demostrado un gesto de bondad inesperada, y su interacción con el perro lo había dejado intrigado.




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