La noche envolvió a Emily en su manto de oscuridad, y la joven se sumió en un sueño sereno, con un corazón lleno de alegría por las travesuras compartidas con Servant, su fiel amigo. Mientras las estrellas vigilaban desde lo alto, Emily durmió plácidamente, su rostro reflejando la felicidad de haber alegrado el día de su querido amigo.
A lo largo de la noche, su mente danzó en un torbellino de anticipación y expectativas. Se preguntó cómo sería el día siguiente, imaginando las risas y chistes que podrían tejerse en su próxima reunión. Emily durmió con la certeza de que el alba traería consigo nuevos momentos compartidos con Servant, y esa idea le llenó de emoción, dejándola con una sonrisa en los labios mientras los sueños la envolvían.
A la mañana siguiente, Servant emergió de su sueño con el primer destello de luz del día y, sin perder tiempo, se apresuró a tomar su desayuno. Aunque sus mañanas seguían una rutina predecible, en esta ocasión la emoción vibraba en su interior. La noche anterior había sido excepcional, y la nueva amistad que había forjado era como un rayo de sol en su vida.
Una vez saciado el hambre matutino, se vistió con celeridad, ansioso por comenzar el día y ansioso por encontrarse con alguien en particular. Mientras recorría las aulas y pasillos de la escuela, su mirada rastreaba cada rincón en busca de alguna señal de la chica que ocupaba sus pensamientos.
Finalmente, como si el destino hubiera conspirado a su favor, sus ojos se posaron en Emily, quien, a pesar de un bostezo que delataba su somnolencia matutina, estaba ahí, esperando cerca de la majestuosa escalera principal.
El encuentro entre sus miradas, aunque fugaz, destilaba una promesa de aventuras por venir y una conexión que solo se fortalecería con el tiempo. Las palabras apenas pronunciadas dieron paso a un nuevo capítulo en sus vidas.
La visión de Emily, con un bostezo y un rastro de fatiga en sus ojos, generó una preocupación inmediata en el corazón de Servant. ¿Habría tenido una noche de insomnio? Aunque su ceja se alzó en una interrogación muda, decidió no inquietarla con más preguntas hasta que ella se hubiera despojado por completo del sueño que la abrazaba.
"Buen día," saludó con su característica sonrisa, mostrando su sorpresa por encontrarla tan temprano en los terrenos de la escuela. Las palabras fluían con la misma facilidad con la que el sol pintaba el cielo con sus tonos dorados. "¿Sueles venir a la escuela a esta hora, Emily?"
Emily, con su característica amabilidad, saludó a Servant con un brillante "¡Buenos días!", pero sus palabras desvelaron un anhelo evidente.
"En realidad, desearía poder dormir un poco más," se quejó en voz baja, dejando escapar su pesar a Servant. A pesar de haber descansado bien durante la noche, sus mañanas siempre estaban marcadas por bostezos que parecían resistirse a desaparecer, sin importar cuánto durmiera.
Servant, siempre atento a su amiga, respondió con un gesto comprensivo mientras inclinaba la cabeza, demostrando su interés. Aunque desconocía gran parte de los hábitos de sueño de Emily, ahora comprendía que aquel bostezo matutino era una constante en su vida.
"Ya veo," murmuró Servant, preocupado por la fatiga que parecía afligirla cada amanecer. Sin querer ser intrusivo, decidió cambiar el enfoque de la conversación. "¿Has desayunado ya?"
Sus palabras reflejaban la preocupación genuina de un amigo que, a pesar de no comprender del todo el porqué de esa somnolencia matutina, estaba dispuesto a hacer lo que estuviera a su alcance para asegurarse de que Emily se sintiera bien.
Emily, con un brillo juguetón en los ojos, respondió con entusiasmo a la pregunta de Severus.
"Oh, sí, ya he tomado mi desayuno," admitió con una risa melodiosa. Luego, con una nota de añoranza en su voz, agregó: "Aunque desearía ser un poco mayor para poder disfrutar del café. ¡Ja ja! Tal vez, cuando cumpla quince años, me permitan probarlo."
Sus palabras, cargadas de anhelo por esos placeres reservados a los adultos, reflejaban la inocencia de la juventud y la impaciencia por alcanzar ciertas libertades.
Servant, con agudeza, notó una cualidad en Emily que no había apreciado inicialmente. La joven parecía mucho más madura de lo que sus años sugerían, o al menos, estaba dispuesta a desempeñar ese papel con gracia y encanto.
Una sonrisa cálida iluminó su rostro al recordar las palabras de Emily sobre su anhelo de probar el café.
"¿Lo extrañas tanto?" inquirió, con una chispa juguetona en sus ojos que delataba su complicidad. La expresión en su rostro hablaba de un deseo sincero de entender sus deseos.
"Tal vez, cuando regrese a casa en vacaciones, pueda conseguirte un poco", ofreció Servant, su voz resonando con una promesa genuina. No quería que su amiga se viera privada de las pequeñas alegrías que anhelaba, y estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para hacerla sonreír y sentirse feliz.
"¿En serio?" exclamó Emily, sus ojos brillando con una emoción juguetona. Sin embargo, una pizca de duda se instaló en su mirada antes de que pudiera continuar, como si la sombra de la responsabilidad se cerniera sobre su juventud. "Oh, pero espera... creo que deberé esperar. No quiero desobedecer a mi madre. Cuando llegue la edad adecuada, seguro probaré el café, así que no te preocupes. De todas formas, muchas gracias, Sir Servant."
Las palabras de Emily, llenas de un encanto juvenil, mostraban su respeto por las normas y la autoridad materna. A pesar de su anhelo, estaba dispuesta a ser paciente y aguardar el momento adecuado.
"Eres mi amiga, Emi," susurró con sinceridad el joven. Su voz, aunque quedaba en un susurro, transmitía un compromiso inquebrantable. "Lo digo en serio. Si eso te hace feliz, buscaré un poco de café para ti."
Las palabras de Servant resonaron con determinación, como si estuviera dispuesto a emprender un viaje a Willowbrook Falls en ese mismo instante con tal de cumplir el deseo de su amiga. ¿Quién diría que una simple bebida no podía ser un pequeño acto de felicidad para Emily?