—¿Qué hacía Emma aquí? —preguntó Alistair luego de ingresar a la cocina—. Estaba dejando el coche con el valet parking, y casi me choca ¿Terminaste con ella? —pregunta en voz baja a William.
—¿Podemos no hablar de eso? —William se pasó las manos por el rostro—. La pregunta realmente es: ¿qué haces tú aquí? —indagó en el mismo tono.
—River me invitó, dijo que que hoy prepararía la cena —explicó Alistair y miró con sospecha a William.
—No me mires así, Alistair, ni yo mismo sé lo que hago, he roto con mi novia, con la que estaba por comprometerme…
—A ver, muéstrame el anillo —lo retó Alistair.
—Todavía no lo he comprado —se defendió William.
—No sigas engañándote, muchacho, tú no ibas a proponerle matrimonio a esa chica. Creías que era lo correcto, por tus padres, la familia de Emma y la sociedad, pero no pensabas hacerlo.
—Ahora lees la mente.
—No, pero el diablo sabe más por viejo que por diablo, cuando alguien está convencido de algo, lo hace.
—Me voy a dormir, que disfruten la cena —dijo William y se fue—. Kilian, disculpa que te moleste, pero podrías llevarme algún bocadillo a mi habitación.
—Sí, señor, es la tercera puerta a la derecha, ya está su equipaje ahí —le informó el mayordomo.
El ambiente alegre se malogró gracias a la aparición de Emma. William se retiró y todos cenaron, en un ambiente agradable, pero enrarecido. Rob se despidió de River con la promesa de que la llevaría a conocer el ferrocarril de Harry Potter. Alistair asegurando que volvería por la mañana para compartir el desayuno. Se apagaron las últimas luces y, cada uno fue a descansar. Elaine y William compartían pared y, aunque ellos, en principio no lo sabían. Una extraña fuerza hizo que se acerquen a esta, como queriendo que sus manos traspasen el concreto y se unan.
Ambos, luego de dar vueltas en la cama, recordando sus miradas y sus toques, por el instante que bailaron, se durmieron.
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El sol acababa de salir, William se despertó, al principio no entendía muy bien dónde estaba, se incorporó y se sentó al borde de la cama, se desperezó y todo miró a su alrededor, estaba en el castillo. Todavía el sol no había salido del todo, salió de la recamara, creyó que al ser tan temprano tendría la cocina para él solo, bajó las escaleras, cruzó el pasillo y entró a la cocina, bostezando y rascándose la cabeza abrió el refrigerador, no vio nada de su interés y volvió a cerrarlo.
«Necesito café», pensó en lo que apoyaba sus musculosos brazos sobre la isla de la cocina, escuchó unas risas de fondo, levantó la vista y se encontró con las americanas, suspiró con profundidad. Sus mañanas a solas y en tranquilidad se habían acabado.
—¡Oh, mi Dios! —dijo River y sonrió con socarronería mientras batía huevos para el desayuno.
—¡¿Qué?! —exclamó Elaine que estaba frente a la cafetera y se giró a mirarla, pero sus ojos dieron con el escultural cuerpo de William —¡Oh, mi Dios! —repitió ella en un susurro.
—Demos gracias por estas bendiciones —dijo River en tono de oración.
—¿Estás viendo lo mismo que yo? — susurró Elaine, en verdad no quería hacer esa pregunta, pero su boca se adelantó a su cerebro.
—Te refieres a todo eso —respondió en el mismo tono y señaló a William con los ojos—. Sí, lo veo. Debemos agradecer al universo por los milagros matutinos.
—¡Amén! —balbuceo Elaine e hizo funcionar la cafetera y añadió—: bendice este sabroso café, los huevos ahumados y las tostadas quemadas que River nos ha proveído esta mañana! —. Juntó las palmas de las manos y cerró los ojos.
—Buenos días, señoritas —dijo William y tomó asiento en una de las butacas frente al desayunador.
—Willy, eres madrugador —le dijo Elaine y le preguntó—: ¿un poco de café?
—Un poco no, necesito mucho —confesó llevándose la mano al rostro y dándose cuenta al fin que estaba en pijamas y sin remera.
—¿Eso es por Wonka? —indagó River mientras cocinaba los huevos.
—¿Wonka? —indagaron al unísono William y Elaine.
—Sí, por la tableta de chocolate —respondió y señaló a William con la espátula—. ¿Usas falda? —le preguntó divertida.
—Sé que dije que por las mañanas amanezco de buen humor, pero juro que no entiendo a tu amiga —dijo William a Elaine.
—No le hagas caso, desayunemos en el jardín de invierno, es hermoso. Kilian me lo mostró ayer, espera que preparo una bandeja —le sugirió Elaine.
—Gracias, iré a ponerme algo decente y regreso —respondió William.
—Ve tranquila, no te preocupes por tu mejor amiga, me llevo el desayuno a mi habitación, estaré sola, solita, en esta fría mañana escocesa, lejos de mi casa…
—Por Dios, River… —exclamó Elaine mientras buscaba tazas en la alacena.
—Es broma, ve con tu querido escoces. —Levantó y bajó las cejas.
—No es mi querido, pero necesita apoyo, no está pasando por un buen momento…
—Pues, consuelalo —bromeó River.
—¿En serio?, no puedo creer que seas tan insensible. —Elaine negó con la cabeza.
—Ya no sabes hacer bromas, amiga, claro que entiendo y me da lástima, quién no la tendría con una loca así acechándolo, es que esa mujer no entiende que no, es no…
—Bueno, ya tengo todo, ponme aquí esos huevos —Elaine colocó dos platos junto a la estufa.