Mi querido escocés

Capítulo 21

Capítulo - 21

La semana pasó con rapidez, cada día de entrenamiento con Alistair hacía que William y Elaine se vuelvan más cercanos, hasta se podía decir que existía cierta complicidad entre ambos, y fue algo que River le hizo notar a su amiga, aunque la heredera se negaba a aceptar ese hecho. 

Era sábado y luego de una intensa semana, Elaine y William estaban cansados, pero igual se levantaron a las cuatro menos cuarto. Alistair a las cuatro en punto ya estaba en el salón de armas esperando para hacerlos quemar hasta su última energía. 

La verdad era que la muchacha necesitaba desayunar algo más contundente y, con el menú que Alistair les había impuesto eso estaba muy lejos. Necesitaba masas dulces y un café bien fuerte. Con ese pensamiento se alistó y bajó las escaleras, atravesó el vestíbulo y se paró frente a la puerta de la cocina, estaba pensando en darse una escapada, todavía no tuvo oportunidad de sacarle el jugo a su vespa y le apetecía un paseo para despejarse y relajarse, pero no quería hacer enojar al hombre mayor, no le tenía miedo, sino que más bien, respeto. Sonrió y franqueó la puerta de la cocina, suspiró y abrió el refrigerador.

—«¡Los suspiros son aire y van al aire! ¡Las lágrimas son agua y van al mar! Dime, mujer, cuando el amor se olvida ¿sabes tú adónde va?» —recitó William apareciendo de repente.

—¿Te gusta la poesía? —indagó Elaine sorprendida y cerró la nevera.

—A quién no le gusta Gustvo Adolfo Bécquer —respondió William.

—¿Te sabes otro? —preguntó Elaine y se sentó en una butaca.

—Lo siento, esta rima la sé, porque me obligaron a memorizar en el colegio —respondió William y tomó asiento a su lado.

—Qué lástima —dijo Elaine y frunció los labios con simpatía.

—Pero puedo ser muy romántico, casi shakesperiano —retrucó el hombre.

—A ver, sorpréndeme —dijo la muchacha y se acomodó, esperando que él recite alguna línea de Romeo y Julieta.

—Escapemos juntos, bella dama, olvidemos por un momento todo este drama y desayunémos algo más sabroso —sugirió William.

—Ay… tú sí sabes lo que le gusta a una mujer, eso sí es romántico, lo más amoroso y celestial que he escuchado en mucho tiempo, pero nos vamos en mi corcel rosa —dijo ella y de un salto se bajó de la butaca—. ¿A dónde iremos? —indagó con ilusión.

—Iremos al hotel de Rob, conozco al cocinero, nos va a preparar el mejor desayuno del mundo —le informó William—, pero preferiría ir en coche.

—No seas aburrido, además, casi no tuve oportunidad de usar la vespa, ¿por favor? —insistió ella.

—Está bien —cedió William luego de meditarlo por unos segundos—, pero yo conduzco.

—No, lo haré yo, ese es el trato —rebatió Elaine con seriedad.

—Te habían dicho que eres un poco obstinada, ya ganaste, se hará como tú quieras —accedió el escocés.

—Debemos apurarnos —sugirió Elaine—, nos cambiamos…

—Solo busca un buen abrigo o nos pillará Alistair.

En segundos ambos estuvieron montados en la vespa rosada. William le indicó un camino secundario para no toparse con Alistair y se pusieron en marcha.

—Agárrate fuerte de mi cintura, no seas tímido —dijo Elaine y aceleró.

—Soy muy joven para morir —gritó William.

—No seas tonto, tú no puedes morir —rabatió ella y se carcajeó.

—Buen punto, tienes razón —terció él—, entonces: «hasta el infinito y más allá».

—Por lo menos yo cito a Star Wars —gritó Elaine a contra viento.

Buzz Lightyear, es mi héroe, no lo subestimes —devolvió William.

—Hombres —fue todo lo que respondió Elaine.

******

Estaban terminando de desayunar, en el mismo salón donde habían cenado la primera vez que se vieron. William se divertía viendo comer con tantas ganas a la muchacha, los sonidos de satisfacción que emitía cada vez que se llevaba un trozo de pastel de manzana a la boca, le producían sensaciones agradables.

—¿Tú no comes? —le preguntó ella y le puso la cucharita con un trozo frente al rostro.

—Con solo mirarte ya estoy satisfecho, ¿dónde va todo eso que comes? —le pregunto y tuvo que abrir la boca y aceptar, ella era muy insistente.

—A mis nalgas —respondió ella—, está rico, ¿verdad?

—Sabroso —respondió él con la boca llena.

Con ella no hacía falta seguir ningún código de etiqueta, él se podía dar el lujo de ser natural, espontáneo. Los huéspedes de a poco comenzaban a ocupar las mesas vacías, pero uno en especial llamó la atención de Willian, y toda la buena vibra de la mañana se extinguió al instante, fue verlo ingresar con ese andar pretencioso y mirada de: me llevo el mundo por delante, para que el escocés arrugue el entrecejo.

—Es mejor que regresemos —sugirió en tono serio.

—¿Por? Yo aún no he terminado de desayunar, quiero un jugo de arándanos.

—Todavía te entra algo más, comés como un hombre grande —se burló William.



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En el texto hay: romance, highlander, inmortales

Editado: 07.07.2021

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