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Capítulo - 22
Alistair estaba furioso. El otro inmortal estaba cerca y solo esperaba el momento perfecto para llevar adelante sus planes, pero sospechaba que había algo más detrás de esa espera. Contaba con Kath para que averiguara las intenciones de Axel, pero no terminaba de confiar en la joven secretaria, él sabía leer a las personas, su profesión de abogado le otorgó esa habilidad, con solo mirar a los ojos de alguien podía deducir muchas cosas, entre ellas, si eran sinceras. Y la chica, era transparente, no podía esconder su ambición, todo en ella indicaba que sería capaz de morder la mano que le daba de comer.
El albacea necesitaba que William y Elaine intenten decodificar el mensaje que le entregó al muchacho. Los jóvenes entraron al salón de armas en silencio, se sentaron junto a Alistair y esperaron la reprimenda por parte del hombre.
—También fui joven y, aunque no lo crean, los entiendo —dijo Alistair y los miró con seriedad.
—Discúlpanos, solo quisimos distraernos un poco… —comenzó a disculparse la muchacha.
—Yo tengo la culpa —intervino William—, invité a Elaine a desayunar, no tardamos tanto, pero cuando regresamos ya no estabas.
—Eres un hombre inteligente, William, no puedo creer que pongas una excusa tan pobre, hubiese sido preferible que te mantengas callado —dijo Alistair y frunció el ceño—. En fin, hoy vamos a trabajar en el mensaje de la nota que te di, William.
—Voy a buscarlo —habló el muchacho.
—Aquí está. —Alistair lo detuvo colocando una mano sobre el antebrazo del joven.
—Okey —respondió William.
—Elaine, necesito que te concentres, tú eres la única que puede hacer esto. —Alistair se puso de pie, buscó un gran papel blanco y un marcador negro, lo colocó en centro del círculo que estaban formando y volvió a sentarse.
—¿Qué debo hacer? —preguntó la muchacha.
—Nos tomaremos de las manos, meditaremos como siempre y esperaremos a que pase —explicó Alistair y colocó el trozo de papiro frente a Elaine.
La joven obedeció, cerró los ojos e intentó concentrarse, de repente sus pensamiento iban a recovecos y se distraía con los sonidos del exterior. Luego de varios minutos al fin alcanzó ese estado de meditación, su mente estaba en blanco, y en el aire podía sentir el peso de cada partícula que la rodeaba, comenzó a ser consciente de sí misma y su alma parecía desprenderse de su cuerpo.
Así como en aquella noche en el mirador, volvió a escuchar los murmullos de voces antiguas, secundadas por el sonido melodioso de las gaitas, guerreros antiguos cantando historias de sus batallas y el leve burbujeo de las olas del mar golpeando las orillas de una lejana playa.
Elaine comenzó a ver de nuevo a aquellas mujeres que le habían contado su pasado, y estas tenían en sus manos una especie de holograma que proyectaba los mismos símbolos que aparecían en el papiro que Alistair había entregado a William, los reconoció al instante, pero no comprendía su significado.
—Esta es la lengua muerta de tus antepasados, Elaine —hablaron en coro las mujeres que flotaban alrededor de la muchacha—. Es a través de ella que nos es revelado la manera de orientar a nuestros inmortales en su camino por el mundo de los hombres. —Las mujeres unieron sus manos sobre el holograma y, sin tocarlo, hicieron que se lanzara hacia la joven guardiana, este dio justo en el centro de su frente, haciendo que ella se tambaleara.
William miraba con sorpresa a Elaine. La chica de repente apretó con más fuerza su mano y echó su cabeza hacia atrás.
—Thoir beatha airson gaol, ach cuideachd bàsachadh air a shon —balbuceo Elaine antes de volver en sí y señalar el papiro.
Alistair y William dirigieron la vista hacia el trozo de papel en el que se observaba la siguiente inscripción:
ᛏᛟᛁᚱ ᛒᛖᚨᛏᚨ ᚨᛁᚱᛊᛟᚾ ᚷᚨᛟᛚ, ᚨᛏᛃ ᚲᚢᛁᛞᛖᚨᛏᛃᛞ ᛒàᛊᚨᛏᛃᚨᛞ ᚨᛁᚱ ᚨ ᛊᛃᛟᚾ
—¿Qué dice? —preguntó William a Alistair.
—No tengo idea, hijo.
—Creo que habla en gaélico —adujo William.
—Entonces, vamos a traducir el mensaje —afirmó Alistair.
Cuando Alistair iba a ir en la búsqueda de un libro que lo ayudara a traducir lo que Elaine dijo, se detuvo al ver que la joven comenzó a bosquejar en el aire, con su dedo índice como si fuese un pincel, un símbolo, el dibujo brillaba como si la tinta fuera de neón.
—Sigue en trance —anunció William.
—Ya me di cuenta, hijo, es una trinqueta, el símbolo que los druidas trazaban cuando estaban en este estado —explicó Alistair y señaló a Elaine.
—Por amor concede vida, pero también por él muere —murmuró la joven y se desplomó.
—¿La escuchaste? —preguntó Alistair.
—Sí —respondió William—. «Por amor concede vida, pero también por él muere» —repitió mientras miraba a Elaine que estaba entre sus brazos.
—¿Qué quiere decir con eso? ¿Cuál es el mensaje que nos dejó el viejo McKenzie? —indago Alistair en un murmullo y agregó—: Tenemos que descubrir el significado de este acertijo.