Capítulo - 23
Cuando William terminó de acomodar a Elaine en la cama, apareció River. Como siempre irradiando energía. Sin golpear o anunciarse entró a la habitación de la rubia, cuando vio al escocés frenó sus pasos e hizo silencio mientras lo observaba con sospecha.
—¿Qué le hiciste a mi amiga? —indagó y con rapidez se acercó a la cama.
—Nada, claro que jamás lastimaría a Elaine, ni siquiera hace falta que hagas esa pregunta, me ofendes —respondió ofuscado.
—¿Cómo podría saberlo?, no te conozco —lo contradijo River.
—Solo se durmió, creo que le cansó el ejercicio —se defendió el escocés.
—Yo no sé qué es lo que hacen con el padre de Rob en ese salón, ¿Cuál es el motivo de tanto secretismo?
—Entrenamos, nada del otro mundo…
—Mírame —le ordenó River y se señaló el rostro.
—Mm… te veo —respondió William y la observó con una ceja levantada.
—¿Tengo cara de estúpida?
—Para nada, te considero una mujer inteligente y …
—Entonces —interrumpió la morena—, no intentes engañarme.
—River, hay cosas que yo no puedo, aunque quiera, no puedo decirte, si Elaine no te dijo nada... está fuera de mis límites entrometerme entre ustedes, dale tiempo para que ella te lo diga —argumentó William.
—Está bien, ya hablaré con Elaine —respondió River y añadió—: Rob está en el salón, creímos que por ser sábado podíamos ver películas y comer pizza.
—Gracias, iré a hablar con él —dijo William y se retiró.
Bajó las escaleras con rapidez, necesitaba a su amigo, añoraba pasar un sábado sin problemas, ir a Glasgow a alguna discoteca, al cine o al teatro, compartir como solía hacerlo con Rob, sin miedo a que un desconocido se presente y le arranque el corazón. No quería ser inmortal, pero tampoco tenía planes de morir en un futuro inmediato. Aunque nadie lo creyera, se veía casado, claro que esto tampoco tan rápido, pero sí dentro de un par de años, después tener hijos y dentro de muchos años más, nietos.
Sin darse cuenta, se quedó en el quicio de la puerta, pensando en cómo sería pasar el resto de su vida con Elaine, formar una familia, envejecer juntos. Eso lo entristeció, él no podía hacer eso, le arrebataron su vida, lo condenaron a vivir la eternidad sin amor, en la soledad, sin una compañera, sin familia y, hasta se podría decir, que sin amigos. Miró a Rob que en ese momento avivaba el fuego en la chimenea y el tuvo una sana envidia. El iba a casarse, tener hijos, ver crecer a sus hijos, nacer a su nietos, e irse antes de verlos morir. Compartiría los mejores momentos, y si la vida era justa, ya no estaría para ver sufrir a los que más amaba.
—¡William, amigo! —exclamó Rob al verlo.
—Hola Rob, me dijo River que planearon una noche divertida —dijo William.
—Sabes como es mi morena, puro fuego, lo de ver películas y comer pizza es un soplo de tranquilidad en medio del huracán de emociones…
—¿Dónde está mi mejor amigo? ¿Qué hiciste con él? —se burló William.
—Una hermosa americana conquistó su corazón —respondió Rob divertido.
—Ya me di cuenta, me gusta River, pero qué harás cuando tenga que regresar a su país.
—Iré tras ella, amigo —respondió Rob y arrojó un trozo de leña al fuego.
—No puedo creer que caíste en las garras del amor, y pensar que te burlabas de mí porque me iba a casar con Emma.
—Tú no sentías amor, solo estabas acostumbrado, no podía dejar que te jodas la vida de esa forma, tenía que dar mi opinión, claro que sin inmiscuirme en tu decisión.
—Eres un gran amigo, sabes que te quiero mucho.
—¡Qué raro todo esto! —exclamó River entrando a la habitación.
—¿Por?, estamos en siglo veintiuno, podemos demostrar nuestro amor, acaso Rob no te contó que hace años somos amantes en secreto…
—Ya… no digas eso, me gustas, pero no tanto —se burló Rob—. La única que despierta el «picto» en mi interior es River —agregó Rob, rodeó a la morena por la cintura desde atrás y colocó el mentón en su hombro.
—Elaine ya baja, y no, yo no la desperté, cuando estaba saliendo de mi habitación la encontré en el pasillo —dijo River antes de que William le reclame.
—Voy a ducharme y regreso —informó William y fue a su habitación.
—Vamos a pedir pizza, tengo hambre —dijo Rob y besó a River en el cuello.
—Yo también —respondió ella y se acurrucó en los brazos del hombre.
William subió de dos en dos las escaleras, al llegar al rellano se topó con Elaine. La miró sorprendido, se veía hermosa en pijama y con el cabello húmedo. Tuvo ganas de cogerla entre sus brazos y besarla, pero cuando ella habló volvió a la realidad.
—¿Vendrás a ver películas con nosotros? —preguntó la muchacha.
—En un rato bajo, me daré una ducha —respondió el hombre.
******
—Esto es un pecado —dijo William y señaló la pizza con piña.