Mi querido, Harry

Poeta, soy poeta

Harry perdería la cabeza si seguía ocupando todos sus pensamientos en el problema del poema. Adam le ofreció una vez que dejara de lado eso, que podía hacerle una tarjeta y también sería romántico para su esposa, sin embargo, lo único que consiguió fue enfurecerlo. El amistoso y comprensivo jefe se había esfumado desde que se aferró a la idea de escribir algo de lo que era incapaz de hacer, lo estaba perdiendo.

En un intento desesperado por encontrar la solución a los problemas de su jefe, Adam buscó entre sus contactos alguien que tuviera la habilidad de comprender los sentimientos de Harry y que a su vez pudiera plasmarlos de una forma naturalmente romántica. No tuvo éxito alguno y la última persona que se le vino a la cabeza fue el empleado del restaurante de comida rápida, Dante. Antes de correr a consultarlo y rogarle por su ayuda, prefirió sugerirle la idea a su jefe antes de actuar como un tonto.

—Podríamos pedirle ayuda a alguien que sepa hacer lo que usted quiere.

—Sí, claro… he perdido la fe en la humanidad. Nadie podrá ayudarme, Adam… Tengo la peor suerte del mundo.

—No diga eso, Mire a su alrededor, mire hasta dónde ha llegado.

—¿Insinúas que soy un bueno para nada que ha conseguido esto por mi padre?

—No, no es lo que quise decir… Olvídelo. Lo que estoy tratando de decir es que tendrá suerte para encontrar a alguien que se ofrezca a ayudarlo y yo creo conocer a una persona. Sí usted me permitiera contactarla y preguntarle si puede hacerle un espacio en su agenda…

Harry se levantó de su escritorio y caminó hasta su secretario. Colocó sus manos sobre las sienes de su cabeza y le besó la frente.

—Considera ese beso para sus sesos. ¡Llama a ese viejo amigo tuyo!

Volvió a su escritorio y abrió uno de los cajones, en donde sacó un cheque bancario, tomó su pluma y escribió sobre él, posteriormente se lo entregó.

—Sí no acepta hacernos un espacio lo más pronto posible, convéncelo con el cheque y dale mi número telefónico, dile que me contacte, porque voy a pagarle el doble o el triple de lo que está ahí escrito para cuando termine. El amor por mi Eleanor no tiene precio.

Adam asentía a todo lo que Harry decía y prefirió no ver la cantidad de dinero que estaba escrita en el cheque. Estaba casi seguro que la cifra era mayor a su salario en un mes por lo que dijo sobre su esposa.

Tras volver al restaurante en donde Dante trabajaba, el poeta se ocultó debajo de la caja y apenas se asomó para ver cómo se acercaba el secretario.

—Tranquilo, el señor Feumansel no viene conmigo hoy. He venido a hablar contigo acerca de un trabajo. Dijiste anteayer que siempre andabas al tanto con eso, ¿no? Creo que este te interesará.

Dante se levantó con lentitud, su atención visual se alojó en Adam.

—Acepto.

—Ni siquiera te he dicho de qué trata… —respondió desalentado— recuerdo que me dijiste que eras escritor o algo así.

—Poeta, soy poeta.

—Escribes, ese es el punto. Conozco a alguien que necesita de tu ayuda lo más pronto posible.

—¿Qué tipo de ayuda? ¿Necesita que escriba un poema?

—sí, un poema de algo en especial, para alguien en especial.

Dante cortó la conversación con un pesado silencio. Estaba tan emocionado al principio que le hubiera sido fácil soltar un ruidoso “sí”, sin embargo, fue frenado por la idea de que esa dichosa persona que necesitaba de su ayuda era el jefe de Adam, porque para ser un empleado que parecía destinar toda su vida a su puesto, no se veía como un hombre de muchos amigos. Quizá si aceptaba tan de pronto se vería desesperado (cosa que no era muy diferente a la realidad), aunque si de verdad era Harry quien necesitaba su ayuda, también alimentaba su orgullo. De todas maneras, protegería su dignidad por un rato

—Sí es para tu jefe, no quiero.

—Sabía que darías una respuesta como esa.

De su ropa extrajo el cheque y cubrió la vista del joven de ojos azules. Dante quedó exaltado con la espantosa cifra que estaba escrita ahí, parecía irreal y la propuesta dejaba de ser tentadora, tenía que aceptarlo.

—El señor Feumansel dice que te dará otro pago para cuando termines con el trabajo. El amor que le tiene a su esposa no tiene precio.

Dante cubrió su boca y cerró sus ojos, después tomó el cheque. El resto de sus acciones le decían sin palabra alguna a Adam que no siguiera más, que había hecho suyas sus manos desde el momento en el que el cheque fue el tercero en unirse al contrato. Con el dinero que estaba ahí escrito podría vivir tranquilamente uno o dos años o gastarlo en un viaje al extranjero, tal vez a Europa.

—¿Eso significa que Harry no está enfadado conmigo? ¿Es necesario que nos encontremos para hablar sobre esto a fondo?

—Él no sabe que recurrí a tu ayuda y dudo que siga enfadado contigo o que te recuerde tan siquiera. Me ha dicho que te entregue su número para poder estar en contacto.

Dante negó con la cabeza y caminó hacia la cocina. Un par de minutos después salió con un sobre de carta improvisado y se lo entregó al secretario. Prefería dirigirse a Harry de esa forma, puesto que era el modo veía más discreto, anónimo y seguro. Adam no reprochó nada, más aseguró volver al lugar para cuando su jefe tuviera una respuesta a lo que estaba ahí escrito.




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