Mi querido, Harry

Decepción

La mañana siguiente fue un poco más calurosa que la del día anterior. Dante detestaba trabajar doble turno, sin embargo, era la única alternativa que tenía si quería mantenerse con vida antes de que ese cheque llegara a su vida. Y hablando del cheque, al principio despilfarró una no muy grande, pero no tan pequeña cantidad de dinero de el y después hizo conciencia de que el efectivo se le acabaría mucho antes de terminar el poema, cosa que lo envolvió en pánico y lo hizo abandonar su cama, arreglarse para el trabajo y salir.

Harry se percató del disco y la servilleta la noche anterior antes de salir del edificio. Hizo malabares para poder tomarlos y guardarlos sin que Eleanor se diera cuenta. Creyó que sus acrobacias distrajeron a la perfección a su esposa, cosa que no fue así en absoluto; solo consiguió hacerla sospechar de su comportamiento y querer saber qué ocultaba, sin embargo, tampoco sería como si fuera a meterse a su oficina a media noche a inspeccionarla.

Algún par de horas antes de que su secretario fuese de visita al restaurante, se tomó el rato para responder en la servilleta. Cínico, después de todo lo ocurrido con anterioridad, solicitó la ayuda de Adam en algunas preguntas. El secretario no pudo negarse, no se lo permitió.

Entonces cuando Adam llegó al restaurante de comida rápida y le entregó las respuestas, el chico de cabellos dorados salió de la caja y se sentó en la misma mesa en la que solía leer o escribir las cartas de Harry, después el secretario le acompañó.

            ¿Pasas gran parte del tiempo fantaseando en tu futuro con tu esposa?

            R= Sí, lo hago cuando mi cabeza no está ocupada con asuntos del trabajo.

            ¿El tiempo pasa rápido cuando estás a su lado?

            R= Aprovechamos cada segundo que estamos juntos. No todos los días se tiene la oportunidad de pasar un largo tiempo con ella, así que sí. Sin importar cuánto tiempo se nos dé, lo disfrutamos.

            ¿La imagen de su sonrisa nunca abandona tu mente?

            R= Sí, su sonrisa es única.

            ¿Todo se vuelve interesante cuando lo pronuncia ella?

            R= Incluso sus sofisticados concursos de belleza que se me dificulta aprender.

            ¿Crees que podrías ser igual o más feliz con alguien más?

            R= Claro que no.

            ¿Crees que forman un gran equipo?

            R= Tenemos nuestros defectos, pero podemos arreglar las cosas.

            ¿Pueden comprenderse el uno al otro?

            R= Algunas veces.

            ¿Qué tan seguido tienen calurosos momentos de intimidad?

            R= Supongo que pocas veces.

            ¿Cómo te hace sentir la respuesta de la pregunta anterior?

            R= Me gustaría tener este tipo de acercamientos más seguido.

            ¿Qué tan seguido hacen planes para el futuro? ¿Estás satisfecho con ellos?

            R= Siempre que nos vemos y conversamos. Nuestras pláticas casi siempre son de esto. Algunas veces estoy satisfecho, en otras solo me conformo.

            ¿Sientes que tu esposa te potencia?

            R= Sí.

            ¿Crees que puedes confiarle cualquier cosa?

            R= Eso dependería de qué.

            ¿Qué defectos suyos enloquecen de amor tu corazón?

            R= Su mala ortografía, su difícil adaptabilidad a situaciones que le toman de improviso, las complicaciones que tiene para continuar con un tema que sea de mi interés,

            ¿Qué virtudes suyas enloquecen de amor tu corazón?

            R= Su forma de comprender a las personas, su empatía y perseverancia.

            ¿Estás atento a sus ambiciones y ella a las tuyas?

            R= Sí, a veces.

            Cuando discuten, ¿hacen lo posible para arreglar las cosas y en algunos casos, cambiar como persona para llevar mejor la relación?

R= Siempre tratamos de no discutir y de arreglar las cosas lo más pronto posible.

Decir que no estaba decepcionado de las respuestas sería una mentira, más bien, le decepcionaba reconocer los sentimientos que ocultaban sus respuestas. No era que el hombre no supiera expresar sus sentimientos, es que no estaba enamorado de su esposa, no como lo haría un esposo o no tenían tiempo para conocerse.

Dante le exigió a Adam su teléfono para hablar personalmente por mensajes con Harry, sin embargo, se lo negó. Dejando de lado toda esa minuciosa precaución que tuvieron desde el principio con respecto a su sexo, el poeta estuvo a nada de amenazarlo para que Adam le entregara el número telefónico de su jefe. Al final quién sabe qué fue lo que lo convenció de ayudarlo a agendarlo.




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