Mi querido, Harry

Cena para cuatro

Sabiendo todo lo que ocurrió en Feumansel Company a causa de su verso libre, negó rotundamente asistir a comer con ellos. Que Adam prometiera asistir a una cena no le importó en absoluto a Dante. Fingir ser una chica por cartas o mensajes estaba bien, hacerse pasar por su novia por razones que hasta la fecha desconocía o no entendía, era extraño, pero pasable, sin embargo, fingir ambas cosas en persona era más allá de una locura. Definitivamente no podía hacer tal cosa.

—Abortemos la misión.

Dijo dante con un tono seco e indiferente. La piel de Adam se erizó y sus manos se movieron disparejas.

—¡No puedes abortar la misión así por así!

—¿Por qué no? Ya tengo el cheque del primer pago asegurado y Harry ni siquiera sabe lo que siente o lo que quiere. Escribir para él fue un desperdicio de tiempo y de dinero. ¿Los ricos hacen este tipo de cosas seguido? Seguro que sí.

—No puedes porque le prometí que iríamos a cenar con él en dos días. Después de leer lo que dijiste y mandar esa nota de voz, él estalló de la furia conmigo. De verdad estaba muy enfadado y no había nada que pudiera hacerlo sentir mejor. No me acerqué a su oficina por temor a que lo hiciera enfadar aún más y ahora que tengo la oportunidad de cenar con él para arreglar las cosas, no puedo dejarlo pasar… no cuando él fue el primero en querer disculparse.

Ambos cruzaron miradas. Fueron segundos intensos con sentimientos diferentes entre ellos. Mientras que Adam se moría de los nervios por saber lo que estaba próximo a escuchar, Dante estaba pensativo. Esa tensión se cortó con un suspiro por parte del poeta.

—Está bien que entre ustedes dos exista un rígido y fuerte lazo de amistad, pero creo que deberías aprender a separar la amistad y el trabajo. Además, desde que te conozco actúas como si fueras su perro o su misma sombra. Adam, te estoy diciendo esto como amigo, no como secuaz: no tienes que complacer a Harry, tienes que trabajar para él y también ser un gran amigo suyo. Dime, ¿estás aceptando esta cena para complacerlo o porque deseas reconciliarte?

—Quiero que todo vuelva a la normalidad…

—Ni uno ni otro… —ordenó sus lentes— Bien. Te ayudaré, pero tú te encargas de ver qué es lo que haremos para que crea que D. Roller existe.

Dante volvió a la caja y algunas personas entraron al medio muerto restaurante de comida rápida. El secretario aguardó ahí dentro, sentado frente a una de las mesas de una de las esquinas. Estando a dos clientes de terminar de tomar las órdenes, Adam se acercó a la caja con una idea en mente. Apresuraba a los clientes y al mismo cajero de cabellos dorados, golpeteando una mesa con sus uñas. La espera se volvió molesta para Dante y no pudo quejarse cuando la fila desapareció; Adam fue el primero en hablar.

—Las dos ocasiones en las que nos encontramos con el señor Feumansel no se percató de que fueras un chico y no ha sospechado hasta el momento de ello…

—Es porque Harry es un ciego y cree ciegamente. Ni siquiera me veo femenino.

—Dime que estás bromeando, porque por lo menos tres chicos de los que he visto entrar a lo largo de la semana y una chica, han intentado coquetear contigo. No puedes negar que eres femenino y si no eres metrosexual, entonces no tengo idea de cómo llamas a tu minucioso cuidado personal.

—Sí lo que quieres es que vaya a la cena vestido de chica voy a…

—¡Sí! Es eso lo quete estoy pidiendo. Eres delgado y creo que, si usas un vestido largo junto con algún suéter, la situación marchará bien. Harry no lo notará y no tendrás que preocuparte esa noche por lo que comerás. Yo me encargaré de buscar el vestuario.

Aun pareciéndole estúpida la idea, Dante aceptó inseguro. La idea de comer sin preocuparse por pagar le parecía bien.

Los días pasaron rápido. Harry y Dante no se cruzaron palabras por cartas o mensajes hasta dos horas antes de asistir a la cena, pues el director de Feumansel Company le recordó el acontecimiento.

Adam salió temprano del trabajo para ayudarle a arreglarse y el resultado fue caótico, tanto así que los gritos del pobre poeta llamaron la atención de la vecina joven de al lado y ella les ayudó a arreglar toda su imagen. De parecer un servidor sexual en bancarrota, pasó a parecer una recién graduada de universidad. Creyendo estar listos, llenaron a la chica de agradecimientos y lágrimas —que eran de Adam—; no obstante, antes de salir del departamento la chica los detuvo e hizo que aguardaran para prestarle un par de zapatillas.

Por la desesperante necesidad de llegar temprano, que Adam tuvo casi desde que nació, discutieron por la falta de tiempo que tenían si querían llegar temprano. Al final ni siquiera llegaron tan tarde a comparación de Harry. Tanto el secretario como su jefe tuvieron los mismos problemas “femeninos” en casa.

La primera vez en la que Harry y Dante cruzaron miradas fue un momento que se asimiló a un eterno evento. El ruido urbano desapareció y el escenario que los envolvía se tornó borroso. Fue cardíaco para Dante y emocionante para Harry. Conocer a un amigo de cartas tan de pronto no era algo que se viera todos los días. Fue único, dirían los dos. El trance se cayó por completo cuando Eleanor sugirió entrar al restaurante.

El establecimiento era de lujo, como era de esperarse. Las personas de ahí dentro desperdiciaban dinero con más facilidad de la que existe en las tareas más simples que uno realiza al despertar —como lavarse la cara o cepillarse los dientes—; con solo ver la complexión de sus cuerpos, la forma tan frágil de sus parpadeos o los movimientos de sus manos, podrías darte cuenta que no eran personas ordinarias. Ricos que vivían en su propio mundo.




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